Por: Daniela King Reyes – noviembre 2 de 2020
Desde hace un año el pueblo de Chile decidió cambiar el rumbo, después de 30 años que Pinochet dejara el poder mediante un plebiscito. No obstante, en esta oportunidad, la sociedad ha demostrado un profundo hastío con una clase política que no ha hecho otra cosa que enredarse en escándalos de corrupción y mínima celeridad para mejorar las condiciones de vida de la población.
El pasado 25 de octubre, a un año de la marcha más grande de Chile, los chilenos acudieron masivamente a sufragar para manifestar el deseo de cambiar las reglas del país, heredadas de la constitución redactada durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Este suceso se enmarca en el comienzo de un proceso constitucional, no obstante su origen fue causa del estallido social de octubre del 2019.
La opción ‘apruebo’ se alzó con el triunfo de un 78,27%, mientras que el Rechazo alcanzó 21,73%, aun cuando en las campañas publicitarias y franja electoral los porcentajes se invierten en cuanto a aportes económicos, lo que deja en manifiesto la certeza de la gran mayoría de chilenos y chilenas que no se dejaron amedrentar con amenazas falsas y otros componentes de una auténtica campaña del terror.
En esta elección la población también decidió que la próxima Carta Magna fuera redactada por una Convención Constitucional, opción que obtuvo un 78,99% de los votos. Esta alternativa expresa la voluntad de que un cuerpo de 155 personas elegidas por voto popular y de forma paritaria, es decir 50% hombres y 50% mujeres, escribirán la nueva Constitución. La otra opción, la Convención Mixta solo alcanzó el 20,01% de los votos y establecía que la mitad de los constituyentes fueran electos y el otro 50% sería nominado por el Congreso.
Los resultados de este escrutinio eran previsibles, no solo por las encuestas certeras sino por el clima que vive el país desde el año pasado. Como dijo el alcalde la comuna de Recoleta, Daniel Jadue J., quien es el posible candidato presidencial del Partido Comunista, este plebiscito se tuvo que haber realizado cuando finalizó la dictadura. De cierta forma, la transición a la democracia recién se puede advertir, pues por tres décadas se acumuló una incomodidad con un sistema neoliberal extremo que puso todos los derechos fundamentales a ser pactados en el mercado.
Lo anterior se sostiene en el carácter subsidiario del Estado que se establece en la Constitución de 1980 que redactó un equipo liderado por Jaime Guzmán, brazo derecho de Pinochet en cuanto a política económica y constitucional, asesinado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez a principios de la década de 1990.
En medio de la alegría del pueblo chileno, los nuevos desafíos que abre este proceso son intentar implementar una conexión eficaz entre los constitucionales a ser elegidos y las organizaciones del movimiento social, de forma que las principales demandas y motivaciones sean incluidas dentro de la Carta Magna. Cabe destacar que se aprobó la conformación de una Convención Constitucional y no una Asamblea Constituyente, como era la demanda original de la población, que comenzará a funcionar con ciertas reglas acordadas el 15 de noviembre en la firma del “Acuerdo por la paz y la nueva Constitución”, acuerdo de partidos oficialistas y algunos de oposición.
Otro de los desafíos es la participación de candidatos independientes que requiere la legalización de 0,4% del padrón del distrito por el cual se desea competir, en condiciones pandémicas, muy difícil de realizar, por lo que el escenario se ve cuesta arriba para las voces nuevas que deseen participar. Otra limitante importante del proceso es el alto quorum con el cual se deben aprobar todas las indicaciones, dos tercios, lo que se puede utilizar como un medio de obstaculización si la derecha en Chile gana un tercio de los constitucionales, además de advertir su intención en ir unidos en una única lista.
La élite se pronunció en términos electorales, dando como ganadora la opción ‘rechazo’ en las 3 comunas de Santiago más ricas, donde, se estima que viven las familias dueñas del país, mientras que en el resto de la capital, ganó el ‘apruebo’ por sobre el 60% y delegados electos por voto popular por el 85%.
Es de esperar que, con los resultados imperantes, la oposición actual sea capaz de revertir algunas de estas trabas, usando una fuerte presión popular además de asegurar escaños reservados para pueblos originarios, asunto que la la Comisión de Constitución del Senado no ha resuelto todavía, lo anterior podría funcionar de la misma manera que se obtuvo la paridad de género, lo que convierte a la futura Constitución chilena en la primera en ser redactada con igualdad de participación de hombres y mujeres .
Una de las consignas más leídas durante las movilizaciones es “En Chile nace y muere el neoliberalismo”. Existe entre los chilenos y chilenas la conciencia de que la anterior Constitución favorecía siempre a una élite empresarial, política y comunicacional, y ahora está la convicción de querer apostar por una sociedad sin la grosera brecha de desigualdad. Chile escribe una nueva historia, el país despertó y ya no se duerme más.
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