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Por: Julio Cortés – octubre 29 de 2009

El 1 de mayo de 2005, Nicolás Neira, un estudiante de 15 años quien apoyaba la marcha de los trabajadores, cayó asesinado por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), de la Policía Nacional. Su padre, Yuri Neira, ha tenido que afrontar desde aquel día una terrible persecución de parte del Estado colombiano por averiguar la verdad de lo ocurrido y porque sigue denunciando con vehemencia los atropellos y abusos de autoridad por parte de la Policía Nacional.

Julio Cortés: –El asesinato de Nicolás Neira ocurrió en 2005. ¿En qué va el proceso judicial?

Yuri Neira: –Desde su asesinato, hace 1620 días, se inició la denuncia ante las autoridades respectivas. El proceso ha pasado de un lado a otro: primero, la Unidad de Vida [de la Fiscalía]; luego, lo cogió la Justicia Penal Militar y después dijo que eso no le correspondía; posteriormente, se decidió que la justicia ordinaria debía seguir con el caso. El expediente va de lado a lado, hasta que llega al fiscal Mario Iguarán, que decide trasladarlo a la Unidad de Derechos Humanos, Fiscalía 53. Eso hace cuatro meses ¡después de 4 años empieza el caso! La Procuraduría, en un borrador, dice que los autores son de la Policía Nacional. Hay un capitán y un subteniente investigados.

JC: –¿Hay imágenes o testigos que comprometen a miembros del Esmad en el asesinato de Nicolás?

YN: –Ese día, las cámaras del Estado en ese punto se dañaron. Hubo una película que hicieron un mes después de los hechos, pero una persona se hizo pasar por mí y se llevaron la película. Hay una foto, que tomó un ciudadano nacionalizado canadiense, de cuando a Nicolás lo estaban golpeando unos policías: ahí se ve cuando Nicolás está en el suelo. Este testigo me dio sus datos y las fotos, además, se ofreció para declarar en la embajada de Colombia en Canadá, pero hasta el momento no lo han llamado a dar testimonio. Después del entierro de Nicolás, le llegó el DAS a la casa y lo deportaron. Ahora este testigo no puede volver al país fácilmente. Otro testigo fue asesinado. Quedan tres.

JC: –Ud. ha sido víctima de un crimen de Estado, no sólo por lo de Nicolás sino por la persecución a la que se ha tenido que enfrentar. ¿Cómo ha sido su vida en este tiempo?

YN: –Me cambió totalmente la vida. Yo trabajaba en una empresa de seguros y, con lo de Nicolás, mi vida gira 180 grados. Ahora me dedico a los derechos humanos. Esto me ha traído 24 detenciones arbitrarias por parte de la Policía. En medio de esto vienen cuatro atentados: el último fue 24 horas después del allanamiento a la Casa Salmón Cultural. Luego del cuarto atentado me tocó irme cuatro meses al Brasil. Decidí devolverme, a pesar de que a nadie le gustó la noticia por el riesgo de ser asesinado. Les dije que si me pegan un tiro en Colombia estoy con mi gente, en mi casa, en mi terreno, con mis amigos, pero es que allá estaba solo y muriéndome lentamente. La lucha es estar acá, en Colombia.

JC: –¿Cómo están sus condiciones de seguridad en este momento?

YN: –Se supone que gozo de medidas de protección: una camioneta y dos agentes del DAS. Pero, como decía Piedad Córdoba: “uno no tiene escoltas sino espías”. Dije que no aceptaba más esto, porque me niega muchas cosas y estoy vendiendo a mi gente, con quien yo charle está siendo ‘fichado’. Ahora me dicen que no me garantizan protección así como ando. Yo asumo el riesgo por la búsqueda de la verdad de lo que pasó con Nicolás. Y si averiguar la verdad implica que me disparen nuevamente, pues que así sea. Yo sigo en la campaña contra la brutalidad policial y por el desmonte del Esmad. Sin embargo, temo por mi vida, porque ya sé que la Policía no me va a asesinar con otro atentado, pero sí lo van a pasar como un falso positivo, inventando que por robarme el celular me dieron 3 puñaladas.

JC: –¿Cómo fue el allanamiento a la Casa Salmón Cultural?

YN: –Ese día llegaron agentes del DAS y la Policía, rompieron chapas y puertas, levantaron el piso de la cocina buscando explosivos, trajeron carros y perros antiexplosivos. No encontraron ni cuchillos, porque días antes se habían prestado para una olla comunitaria. La fiscal que ordenó el operativo llegó al sitio y está denunciada, por actuar como juez y parte. Ese día se hicieron presentes el Movice, Iván Cepeda, Bruno Díaz, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, organizaciones juveniles y medios de comunicación que registraron este allanamiento ilegal. El Estado tiene miedo de que los jóvenes piensen y se organicen, los llaman terroristas porque reclaman una educación de calidad, rechazan el servicio militar obligatorio o porque están visibilizando el cierre de hospitales.

JC: –¿Cómo nace la Casa Salmón Cultural y qué reivindica de este espacio de participación y activismo juvenil?

YN: –A los cien días del asesinato de Nicolás hago el primer pendón. Me invitan unos jóvenes a una casa llamada la Casa del Árbol. Allí conozco gente que habla de reivindicaciones y derechos, movilización social y lo que pasó con Nicolás. Son jóvenes políticamente formados. En ese lugar conocí al colectivo Creacción de Espacios, con quienes trabajamos. En otra parte había un combo que se llamaba Salmón Cultural y estaban pidiendo esa casa, la tomamos en arriendo y empezó un proceso. Me llamó la atención el nombre del Salmón, por eso le colocamos Salmón Cultural. Allí se organizan reuniones, participo del cine club, en la Marcha Contra el Hambre, en la lucha por los corteros, en la Minga indígena, con los negros, con las mujeres. Va surgiendo una apuesta política en la Casa, se da un trabajo articulado con diferentes combos juveniles, con niños de Ciudad Bolívar.

JC: –¿Cómo percibe la movilización y la solidaridad de la gente para acompañar esta lucha tan justa, pero tan riesgosa?

YN: –Ha sido bastante buena: se han hecho movilizaciones, la gente recuerda mucho a Nicolás, los muchachos hacen stencils de Nicolás, le hicieron una placa. Hay apoyo de organizaciones, de la Fundación Manuel Cepeda, de universidades y de jóvenes que han ayudado mucho. Lo que pasa es que también hay mucho miedo. Lo que hicieron con Nicolás fue una demostración de barbarie y están mandando un mensaje, diciendo que les puede pasar lo mismo. Entiendo ese miedo y me preocupo: no aguantaría otro asesinato por Nicolás. Los amigos de Nicolás acaban de conmemorarle, este 9 de octubre, su cumpleaños. Es muy bueno que se acuerden de Nicolás, pero yo debo hablar por tantos estudiantes caídos, ése es el deseo de Nicolás.

JC: –¿Cómo analiza esta realidad de violencia e impunidad que históricamente ha padecido nuestro país?

YN: –Es impunidad amparada por todos los entes de control y organismos del Estado. Me refiero a la Fiscalía, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo y hasta a la Alcaldía de Bogotá, porque Lucho Garzón no quiso hacer nada cuando ocurrió la muerte de Nicolás. En estos entes me dicen: ‘ahí le estoy colaborando’, y yo les digo que no necesito que me colaboren sino que hagan su trabajo. Lo mismo a la Policía, al DAS, al CTI. Hay un grave problema de impunidad, es una política de Estado. Se encubren entre ellos mismos: la Policía cuida al fiscal y el fiscal le hace pasito, a su vez, porque sabe que la Policía es la que lo está cuidando. Yo busco la verdad, porque sé que en este país no hay justicia.

JC: –¿Qué mensaje le envía a los jóvenes, quienes enfrentan tantas adversidades por parte de un Estado policiaco represivo, al tiempo que hay tantas necesidades de cambios para el país?

YN: –Tienen que pensar que con violencia no se saca nada. Los jóvenes deben estudiar para preparar el cambio con inteligencia: se deben hacer acciones directas no violentas. Hay que denunciar y acordarse de que el silencio está matando más que las balas del Estado. A pesar del miedo, hay que oponerse a las injusticias que se cometen. No podemos ser permisivos con tanta masacre, hay que respetar nuestra dignidad y construir, pero sin violencia. La revolución y el cambio están en la inteligencia, en el amor y en el compartir de la cotidianidad.

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