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Por: Miguel Ramos – noviembre 12 de 2009

A propósito de la rarísima apelación a la soberanía que el uribismo esgrime como excusa para permitir la entrega de siete bases militares a los EEUU, se debe tener en cuenta, primero, que la humanidad se encuentra en una era caracterizada por los adelantos tecnológicos en información, en comunicación y en transporte, también por el flujo ilimitado de capitales y sus derivados entre países. La era en cuestión es la famosísima globalización, mundialización en buen romance. Frente a la globalización, y las maneras como ésta avanza, se puede tener la opinión que sea, pero igual es un hecho del que se parte para explicar un concepto acuñado en los más importantes think tanks de los EEUU: el de la ‘soberanía responsable’, o la noción de que la soberanía conlleva obligaciones y deberes para con otros Estados y sus propios ciudadanos, que limita el accionar de los Estados mismos.

En este momento, es justo recordar el negro historial de invasiones, agresiones e injerencias de los EEUU contra América Latina, el cual va desde el desmembramiento de México, a mediados del siglo XIX, pasando por las eternas ocupaciones de Centroamérica, por la barbarie de las dictaduras que instauró y llega hasta el reciente golpe en Honduras. Viendo este somerísimo recuento, es obvio que la presencia de bases militares estadounidenses en Colombia es una amenaza concreta para la Patria Grande de Bolívar y Artigas, y aplicación del principio de ‘soberanía responsable’.

Los gobernantes colombianos no pueden venir a intimidar a todo un continente respaldándose en su soberanía. Lo más grave es que las reglas de la experiencia indican que las cosas no se quedarán en las meras amenazas: los EEUU, como mínimo, desplegarán espionaje sobre los países que considere contrarios a sus intereses, o sea, todos excepto el Perú, por lo pronto.

Pero, hay otro detalle para analizar y es lo jocosa de la apelación a la soberanía que hace el gobierno de Álvaro Uribe: jocosa porque arguye que Colombia es soberana y, por ello, puede regalar su soberanía. O sea, el actual gobierno está dejando a los colombianos sin uno de sus bienes más preciados, uno que constituye un requisito sin el que es imposible la existencia misma del país. Vemos, nuevamente, cómo se desconoce el principio de la ‘soberanía responsable’, puesto que éste también se predica de sus propios ciudadanos y es un despropósito que los colombianos pierdan su derecho a vivir en un país independiente y soberano porque el ánimo servil y la miopía de su actual gobierno los lleven a regalar la poca independencia que le queda al país.

Lo anterior sin contar con la impunidad total que gozarán las tropas estadounidenses que arriben a Colombia. Volviendo con las reglas de la experiencia, ellas nos indican que los yanquis van a cometer delitos, y de los peores, en contra de colombianos: las atrocidades en Iraq y Afganistán, su mentalidad racista y belicosa, las recientes denuncias por violación a una menor que llegaron al Congreso mismo y el saberse inmunes a la justicia colombiana, entre otros, pintan un triste panorama de crímenes por venir. Lo peor es que la famosa inmunidad de las tropas norteamericanas realmente significa que los colombianos pierden su derecho fundamental de acceder a la justicia, de saber la verdad de los crímenes que sufran, de que se le repare por los mismos y, en particular, de saber justamente castigados a los criminales.

Es así como se tiene un estado de cosas que, desde donde se mire, desconoce profundamente el principio de la ‘soberanía responsable’, un principio que, según los más importantes políticos de los EEUU y del mundo, es la conjunción de las directrices necesarias para la consecución de un mejor orden internacional. Sólo cabe agregar que, desafortunadamente, resultó cierto lo afirmado por Noam Chomsky a propósito de este mismo tema: “hablar de soberanía colombiana es un chiste”, esto porque de verdad produce risa que el gobierno que más descaradamente ha regalado las riquezas, los recursos y las empresas nacionales venga a posar de patriota y soberano. Lo malo es que la risa pasa cuando se contemplan las consecuencias de las decisiones tomadas por los mafiosos que gobiernan a Colombia, a quienes sólo resta decirles, parafraseando al eterno Benedetti: ‘cuando diga soberanía, límpiese la boca’.

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