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Por: Nicolás Camargo – 28 de junio de 2010

En los últimos meses, la mina La Colosa ha estado en el centro del debate nacional. El mega proyecto minero de la multinacional Anglo Gold Ashanti se está desarrollando entre las veredas La Luisa, La Paloma y El Diamante del municipio de Cajamarca (Tolima), lo que no sólo pone en peligro a esta población, famosa por ser ‘la despensa alimentaria de Colombia’, sino a otros municipios agrícolas del Tolima, ya que fuentes importantes de agua se verían afectadas por la explotación de oro a cielo abierto, la forma de extracción del mineral más dañina para el medio ambiente.

Ubicado al occidente del departamento del Tolima, Cajamarca es reconocido por su importante actividad agrícola y paso obligado para el Eje Cafetero. Por estas mismas razones, la infraestructura vial que conduce al municipio está siendo intervenida por el Gobierno Nacional con millonarios proyectos como el reconocido túnel de La Línea y el viaducto La María, a fin de reducir las horas de viaje entre Ibagué y el occidente del país.

Por la tradición histórica de Cajamarca en el oficio de la agricultura, sus pobladores han encontrado en las actuales inversiones viales grandes beneficios para continuar comercializando y desarrollando la producción del campo y, de esa manera, seguir viviendo en armonía con la tierra.

Sin embargo, desde que se empezó a plantear la idea de explotar minerales como el oro, muchos campesinos han contemplado la posibilidad de dejar sus habituales actividades en la agricultora para vincularse a la minería.

La mina de la discordia

La Colosa es un mega proyecto de minería a cielo abierto que, según asegura Dionisio Gutiérrez, residente del municipio de Cajamarca, pretende “acercar al pueblo a la prosperidad, porque no podemos ser solamente un municipio agrícola […] si la conjugamos con responsabilidad, la explotación de esta mina beneficiaría mucho a la región”.

Opiniones como la anterior suelen escucharse entre la mayoría de los cajamarqueses, quienes, a pesar de saber sobre el impacto irreversible al medio ambiente que las minas a cielo abierto generan, prefieren asumir las consecuencias a cambio de empleo y regalías. Sin embargo, hay personas que piensan lo contrario: Reinaldo Guerra, también habitante del municipio de Cajamarca, señala que “un proyecto de esos sería una catástrofe, no solo para los de aquí sino también para la gente del Espinal, Guamo y Coello, los de tierra caliente” y asegura que prefiere no decir nada en público porque “uno habla y lo que hace es echarse enemigos […] es mejor quedarse callado porque aquí todo el mundo ya está a favor de la mina”.

En la plaza central de Cajamarca, abordar a alguien para preguntarle sobre la mina pareciera ser una imprudencia, pues la gente prefiere evitar el tema y decir que sabe nada antes que dar su opinión respecto a La Colosa. Con todo esto, y conscientes del impacto ambiental, algunos como Pedro Rodríguez* se arriesgan a hablar para poner en evidencia que “no sólo la parte ambiental se verá afectada, también la vida en el pueblo: las cosas se van volver más caras, la delincuencia y la prostitución aumentarán”, sostiene este comerciante que se opone a la mina y va más allá al decir que “no más con que iniciara esa exploración usted viera cómo empezaron a aparecer prostíbulos, sobre todo por lo que venía mucha gente de afuera y gringos”.

La división que ha generado en el pueblo el tema de la mina se hace evidente cuando se refieren a las regalías. Dionisio Gutiérrez afirma que “la plata de la mina va a traer mucha prosperidad al pueblo”, porque según él esos recursos no se van a dejar en manos de la administración local sino que se van a invertir en obras sociales: más escuelas, parques, barrios y obras de infraestructura. Contradictoriamente, reconoce que los problemas sociales serán una constante y aumentarán, pero que eso es problema de las instituciones municipales.

En la contra parte, los residentes que están en contra de la mina coinciden en apuntar que las regalías estimadas en un 4% son irrisorias y que no compensan en ninguna medida el daño al medio ambiente, el aumento en el costo de vida ni la pérdida de la tranquilidad del pueblo. Argumentan que es preferible seguir con los problemas que tienen y no arriesgar la calma que allí se vive. “Eso no vale ni todo el oro del mundo: la conciencia no se negocia. Es mejor dejar de comer unos días, como le pasa a muchas familias, a no tener qué comer por mucho tiempo”, dice Martha Ramírez, habitante del barrio La Unión en Cajamarca.

Ante tal panorama, lo único que resta es esperar a que sea la misma comunidad la que decida lo mejor para el departamento del Tolima, porque se debe tener en cuenta que la mina La Colosa no sólo afectaría a Cajamarca sino también a los municipios del sur oriente del departamento, como Espinal, Guamo y Coello, los cuales dependen en su actividad agrícola del distrito de riego Usocoello, que se surte de los ríos Coello y Bermellón para su funcionamiento. Estos últimos nacen en las micro cuencas de La Colosa y La Arenosa, área directa de afectación del proyecto de la multinacional Anglo Gold Ashanti.

La Colosa seguirá suscitando discusiones entre los tolimenses, pues no sólo se está poniendo en riesgo la supervivencia de una comunidad en especial sino la de un departamento entero, cuya actividad económica depende en su mayoría de la agricultura. Esto sin contar las consecuencias nefastas para el medio ambiente: el mega proyecto minero acarrearía arrasar miles de hectáreas de la Reserva Forestal Central, con bosques húmedos y tropicales, hogar de cientos de especies de fauna y flora endémicos y en peligro de extinción.

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