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Por: Ivonne Cardozo – 11 de junio de 2010

El ataque ilegal a la llamada Flotilla de la Libertad, del pasado 31 de mayo, por cuerpos armados israelíes es uno de los hechos más oprobiosos que ha cometido Israel y sigue generando todo tipo de opiniones desfavorables a nivel mundial. La flotilla, conformada por la organización humanitaria turca IHH –que lideraba la acción humanitaria hacia la franja de Gaza–, el movimiento Free Gaza,
nueve barcos suecos y griegos, y por voluntarios de sesenta países, entre los que se encontraban ciudadanos de Colombia, España,
Venezuela, Argentina, Inglaterra, Afganistán, Indonesia, Malasia, Kuwait, Australia, Suecia, Mauritania, Bahréin, Pakistán, Vaticano, Alemania, Marruecos, Italia, Canadá, Siria, Líbano, Jordania, Sudáfrica, Francia, Estados Unidos, Irlanda, Grecia, Yemen, Albania, Egipto y Turquía. Los palestinos han sido sometidos a todo tipo de arbitrariedades por parte del Estado de Israel, desde que la ONU permitió su creación en 1948, y han visto recrudecer las agresiones desde 2006, tras el triunfo en las urnas del movimiento de resistencia islámica Hamás y de que éste se hiciera con el control de esta parte del territorio.

La Flotilla de la Libertad, una iniciativa pacífica, se organizó con el fin de ayudar a miles de familias palestinas que viven en condiciones inhumanas en esta zona, sin comida, vivienda, salud ni educación. El objetivo de esta acción humanitaria llevar hasta Gaza unas 10.000 toneladas de comida, medicamentos, materiales para construcción, libros y lápices, pero el Estado de Israel mantiene un bloqueo terrestre, naval y aéreo sobre esta región, impidiendo incluso el ingreso de ayudas humanitarias y de productos de primera necesidad o que permitan generar empleo a cientos de familias que mueren de hambre y sed en una de las áreas más superpobladas del mundo.

Los brutales momentos que vivieron los 450 voluntarios que iban en el barco Mavi Marmara, entre los que se encontraban parlamentarios europeos y diferentes personalidades, se iniciaron cuando soldados israelíes cercaron la nave usando lanchas rápidas, cuando ésta zurcaba aguas internacionales, y la abordaron desde helicópteros. Según los registros del GPS de la embarcación, la flotilla se encontraba a más de noventa millas de la costa de Gaza y no estaba violando las aguas territoriales de ningún país, por lo que Israel no tenían derecho a atacarlas ni a llevarlas por la fuerza a puerto, debido a que las normas del Derecho Marítimo Internacional dicatan que “los buques en alta mar no están sometidos a ninguna autoridad, excepto la del Estado cuya bandera enarbolan” y la bandera turca era la única con jurisdicción sobre la flotilla.

Algunos de los voluntarios que llegaron a Turquía deportados por Israel, después de haber permanecido prisioneros en ese país, han relatado cómo fueron obligados a desplazarse hasta el puerto israelí de Asdod, mientras los soldados cortaban sus comunicaciones, robaban el material de registro de los periodistas presentes, golpeaban, daban choques eléctricos y disparaban gases lacrimógenos y armas de fuego contra los participantes en la misión humanitaria. A estos hechos se suma el asesinato de nueve personas, la mayoría de ellos turcos y uno estadounidense. Sin embargo, algunos testimonios relatan que los cuerpos de otras siete personas ejecutadas fueron desaparecidos lanzándolos al mar.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, señaló que el ataque a esta misión humanitaria se justificaba porque, según él, la organización turca participante en la flotilla tiene un origen terrorista, lo que ha agravado el conflicto diplomático con Turquía que, en voz de su mandatario, Abdullah Gul, ha hecho saber a la comunidad internacional su rechazo por este ataque y ha advertido sobre las posibles consecuencias de este crimen.

El ultimo barco de la Flotilla de la Libertad, el ‘Rachel Corrie’, se retrasó en su partida desde Irlanda y no logró participar de la misión humanitaria. Sin embargo, cubrieron una ruta similar la semana pasada, siendo también interceptado por fuerzas israelíes cerca a la costa de Gaza. Los tripulantes de esta embarcación fueron deportados a Dublín el sábado y, según declararon, salieron con la frustración de no haber logrado su cometido, pero con la mínima tranquilidad de saber que este caso se hizo conocer a nivel mundial.

Estos hechos han llevado a que lluevan críticas del mundo a las agresiones del Estado de Israel contra Palestina. Mientras tanto, Netanyahu se empeña en defiender el ataque, argumentando que Israel se encuentra en estado de guerra y que, por ello, restringe la entrada de las ayudas humanitarias, a pesar de que las leyes internacionales definen que en estado de guerra no pueden ser impuestas restricciones sobre la entrega de este tipo de asistencia en zonas de conflicto. Adicionalmente, Israel irrespeta y rechaza las resoluciones aprobadas por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que permitirían abrir la investigación internacional sobre este crimen.

Además de esta reciente agresión, en el pasado ya se han conocido casos de activistas y civiles que han sido asesinados por miembros de las fuerzas armadas israelíes. Rachel Corrie, por ejemplo, fue atropellada por una topadora del ejército israelí cuando se interponía en la demolición de viviendas palestinas. Por su parte, Emily Henochowicz, estudiante estadounidense e integrante del Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM), perdió su ojo izquierdo cuando recibió el disparo de un gas lacrimógeno contra su cara en la localidad cisjordana de Qualandiya, en uno de los puntos de control que separa a Ramala del este de Jerusalén, durante una movilización pacífica en contra del ataque de la flotilla humanitaria.

En días pasados, algunos de los miembros de la primera flotilla anunciaron una segunda misión humanitaria que continúe demostrando que el 70% de la franja de Gaza está destruida y que el asesinato de civiles en esta región de Palestina es un hecho que se repite a diario y se mantiene impune. Aunque el Consejo de Seguridad de la ONU ha propuesto una comisión internacional de investigación para aclarar el crimen, tanto Estados Unidos como Israel se han opuesto a cualquier avance en este sentido, evitando que se juzgue la actuación de los comandos de elite de la armada israelí y la responsabilidad política de ese gobierno.

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