Por: Nicolás Camargo – noviembre 24 de 2011
Andrés Duque o ‘Negro Andrógino’, como normalmente se le conoce, es un joven de 22 años, estudiante de octavo semestre de Ingeniería Forestal de la Universidad del Tolima, quien, durante los últimos dos años y medio de su vida, descubrió que tenía una serie de habilidades que le permitieron empezar a transformar su entorno y, en ese sentido, convertirse en agente de cambio social. De pequeño nunca se imaginó que pudiera llegar a tejer un bolso con cinta de casete o hacer malabares con tres clavas, pues, según él mismo relata, “era malísimo para pintar, dibujar o tejer”.“Al principio era un hobby, después se convirtió en un estilo de vida”
En el arte del malabarismo comenzó a mediados de 2008, cuando un artista más experimentado le explicó la secuencia común, que empezó a practicar con tres guayabas, luego paso a tres limones, después a tres pelotas y, finalmente, con las tres clavas que la gente tiende a confundir con los pinos de los bolos. “Tuve un proceso de aprendizaje lento, como de unos nueve meses, porque me formé solo”, agregó el ‘Negro’.
Sin embargo, en ese proceso conoció a otro joven de Bogotá y a otro de Manizales, quienes lo ayudaron a perfeccionar sus movimientos y uno de ellos le regaló su primer monociclo. Después, tuvo la oportunidad de comprar unas clavas en una tienda de circo. “De ahí en adelante compré muchas cosas, entre esas otro monociclo. Empecé a mejorar y me salía trabajo en malabares”, aseguró el joven artista.
El interés del ‘Negro’ por los malabares no fue de carácter económico o lucrativo sino, más bien, “ganas de jugar, como cuando uno va al parque y monta en el columpio”, afirmó. Una de las cosas que más lo motivó para seguir en este arte es que “los malabares son infinitos. Se pueden hacer con tres, cinco, siente o nueve clavas. Es algo que nunca se va acabar porque siempre van a haber jugadas. Por eso, uno después carga las clavas y el monociclo para todo lado”.
Aunque al principio pensaba que solamente era cuestión de tirar pelotas, luego de investigar se dio cuenta de que los malabares también tienen estudios estadísticos, análisis matemáticos y una numerología común. No bastaba con saber cómo lanzar las clavas sino que debía existir un proceso de entrenamiento constante, es decir, una rutina para poder ir perfeccionando los movimientos y, en el momento de las presentaciones, impactar al público.
Según indicó, “no todas las personas que empiezan a jugar lo adoptan como un estilo de vida, hay tiempos de furor” en los que muchas personas se entusiasman y luego de un tiempo lo dejan. Por esta razón, para Andrés “no todo el que hace malabares es un malabarista ni adopta eso como forma de vida […] Si uno no lo vuelve algo lucrativo y abre su mente a las relaciones, lo cambia a uno en la manera de compartir, comunicarse y comportarse”.
“El ecoarte, más que construir debe cambiar nuestra forma de vivir”
La propuesta del Negro Andrógino en torno a la artesanía con recursos reciclables nació como un proyecto de la materia de Seminario de Investigación, cuando cursaba el cuarto semestre de su carrera. “Allí pensé en una propuesta de reciclaje, de hacerlo artesanalmente. Al docente no le interesó el ecoarte, pero a mí sí, por eso continué investigando”, explicó. Aunque al principio no sabía ni tejer, le pidió ayuda a una tía y a una amiga, quienes le enseñaron lo básico para que pudiera empezar.
Luego de conocer bien como era el proceso de reciclaje de plástico, se dedicó a recolectar bolsas y a cortarlas, según lo aprendió por Internet en un video de una brasilera que explicaba cómo debía hacerlo, para luego proceder a tejer. Lo primero que hizo fue una mochila y un monedero; después, empezó hacer billeteras con empaques de Tetrapak; luego, aretes y estrellas con el plástico de las botellas y, por último, utilizó cintas de casete para tejer bolsos.
La idea del proyecto, más que construir formas alternativas de hacer cosas, lo que pretendía “era cambiar nuestra forma de vivir, con respecto a lo que llamamos basura. La propuesta era utilizar las tres ‘R’: reducir, reciclar y reutilizar”, argumentó Andrés. Para él resulta ilógico pedir una bolsa en la panadería para botarla al otro día, razón por la cual decidió implementar las tres ‘R’ en su casa.
En ese sentido, para Andrés Duque lo que hace no tiene un interés económico. Aunque su arte dependa de las bolsas de plástico, el preferiría que éstas dejaran de existir o que la gente las dejara de utilizar. Como él afirma, “la idea es crear esa conciencia ambiental, con el fin de generar un equilibrio con lo que se ha perdido, lo que nosotros hemos destruido”.
Las pequeñas cosas generan grandes cambios
“Si uno es consciente de reciclar, no puede caer en lo mismo que los demás, es decir, en pensar que no voy hacer algo solo porque a los demás les da pereza”, manifiesta Andrés ‘el Negro’. Para él, al parecer, las pequeñas cosas son las que permiten cambiar concepciones sobre la vida. Tanto los malabares como la artesanía pueden transformar un sistema completo, mediante la ruptura de esquemas y estereotipos. Por ello, este joven considera que “lo que aprendí y estoy aprendiendo en mi carrera lo voy a aplicar a lo que quiero, porque es la única manera de transformar el sistema desde adentro”.
Finalmente, el ‘Negro Andrógino’ concluye diciendo que, después de haber tenido la oportunidad de visitar muchos lugares en Colombia, “lo importante es compartir con mucha gente, aprender y conocer gente extranjera, porque con eso uno puede cambiar concepciones”, que ayudan a entender que a los otros también les afecta lo que cada quien hace. Además “aprendemos a respetar a los demás, independientemente, de cómo piense o sea, y, lo más importante, aprendemos a pensar para todos y no sólo para uno”.
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