Abril 9 de 2008
Como una actividad propuesta dentro de la programación de la semana de conmemoración de los 60 años del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán: Gaitán Vive!, se desarrolló en la capital del país una marcha convocada por sus familiares, diferentes partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales y culturales. La marcha recibió el mismo nombre de la realizada sesenta años atrás, el 7 de febrero de 1948, cuando un setenta por ciento de la población bogotana se reunió en la Plaza de Bolívar para protestar por la ola de violencia desatada desde 1946, con el gobierno de Mariano Ospina Pérez.
Hoy, en un contexto que no dista mucho del presentado en aquella época, alrededor de 1.800 personas atendieron al llamado por la memoria de un hombre cuya figura representa la voz brutalmente acallada de quienes plantean una visión de un país y un mundo diferentes, y de quienes no temen denunciar la corrupción y la inmoralidad reinantes en diferentes gobiernos.
Los organizadores del acto convocaron en la Plaza de Toros a las once de la mañana y la marcha partió, finalmente, media hora después de lo convenido. A ella se sumaron los estudiantes universitarios, entre los que se destacó un grupo de unos quinientos jóvenes de la Universidad Nacional que aprovecharon la oportunidad para vincular a los espectadores con su proceso en contra de la reforma al estatuto estudiantil. También se vieron los rostros de hombres y mujeres de avanzada edad, cuyas arengas daban cuenta de haber sido protagonistas del momento histórico que se pretendía conmemorar: con mirada solemne y con dignidad se reunieron entorno a un arreglo floral con la figura del caudillo, ubicada a la altura de la Avenida Jiménez con Carrera Séptima, punto de llegada, elegido por ser el espacio en el cual se efectuó el atentado contra Gaitán.
“A Gaitán lo mató Estados Unidos, la rosca liberal y conservadora”, gritaba uno de los mayores participantes. Una frase que no pasa muy desapercibida, especialmente cuando, a pesar de que las investigaciones sobre el caso no arrojaron avances concretos, presumir la realidad acerca de los verdaderos responsables no resulta tan complicado. Gaitán fue uno de los primeros en advertir la intromisión norteamericana en los asuntos internos de Colombia, situación que lo llevó a ser excluido de la IX Conferencia Panamericana, celebrada el de 30 de marzo de 1948 con el objetivo de persuadir a los gobiernos de los países convocados para declarar el comunismo como una actividad fuera de la ley, iniciativa directa de Estados Unidos. Así como también fue un duro crítico de los partidos que históricamente han dominado el panorama político colombiano, inclusive del Liberal donde inició su actividad política, precisamente porque no estaban formulando verdaderas estrategias de cambio sino superponiendo los intereses particulares de unos pocos sobre las verdaderas necesidades de la población. Un panorama que permite identificar varios enemigos y posibles beneficiarios de su muerte: no en vano en aquella conferencia se dio la puesta en marcha del Plan Marshal y el recrudecimiento de la represión que permitió la formulación de las reformas sociales que favorecieron exclusivamente a las clases dominantes colombianas y a los monopolios extranjeros.
En otro de los actos simbólicos que acompañaron la jornada llamó especial atención la intensa batalla de claveles que los participantes lanzaron ante la ofrenda a Gaitán, reivindicando el discurso como una forma de lucha.
Varias figuras públicas se hicieron presentes: congresistas del Polo Democrático Alternativo; el alcalde de Bogotá, Samuel Moreno; dirigentes del Partido Liberal; líderes sindicales y estudiantiles; y hasta el actor Edgardo Román, quien vistió como Gaitán, papel que interpreta en la obra teatral llamada “El caudillo” que se presentará en el marco de la conmemoración.
Desmitificar la figura del Caudillo y reconocerlo en su palabra, en su propuesta y en la enseñanza de lucha que su vida y hasta su misma muerte nos deja se hace hoy necesario: muchos de los problemas contra los que se enfrentaron Gaitán y sus seguidores siguen vigentes hoy en día y, para transformar la dura realidad que enfrenta el pueblo colombiano, la salida es la unidad popular. Las cargas no pueden depositarse en una sola persona, dependen de la fortaleza que ganen las mayorías en torno a un proyecto de país que permita que los procesos no se agoten con su partida.
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