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Por: Sara Wiederkehr González – abril 10 de 2009

El pasado 16 de febrero se inició un incendio en el único basurero de la isla, el Magic Garden, que fue controlado por el grupo aéreo del Caribe (Gacar), los cuerpos de bomberos de San Andrés y de Providencia, la Infantería de Marina, la Defensa Civil, la Cruz Roja Colombiana y la gobernación del archipiélago. El control del fuego se dificultó por los fuertes vientos que en esta temporada pasan por la zona –hace pocas semanas, un huracán casi destruyó las islas de Providencia y Santa Catalina–, el intenso calor durante el día y la acción de los gases, líquidos, plásticos y basura electrónica que permanentemente hacían combustión.

Los alrededores del Magic Garden se cubrieron de humo y ceniza durante dos semanas y el riesgo sigue aumentando, pues en los alrededores viven cerca de 60 familias, cuyas precarias condiciones económicas les obligan a vivir en este lugar y son beneficiarias del nivel uno del sistema subsidiado de salud (Sisben).

La amenaza de incendio ha estado latente durante muchos años por la ausencia de un manejo real y responsable de los residuos sólidos. Durante la temporada turística baja se producen entre 70 y 90 toneladas diarias de basura, cifra que asciende a 120 toneladas en temporada alta. Ya en 2000 se presentó un estudio que predecía el incendio, señalando que la deficiente ingeniería del relleno sanitario permite la contaminación del suelo y su corta vida útil, de tres años. Desde su construcción, la población ha insistido en su reubicación, dado que en la zona viven los isleños y raizales, y se encuentran los pozos naturales que abastecen de agua dulce a la población.

Ahora bien, el incendio del basurero no sólo se predijo sino que agrava los problemas de saneamiento básico de la población residente, ubicada en su mayoría (47%) en niveles de miseria y pobreza: el 12% de la población isleña y raizal viven en condiciones de extrema pobreza o miseria, mientras el 26% se encuentra en niveles intermedios.

Entre el humo, la Secretaría de Salud dispuso recursos humanos para mitigar los efectos de la emergencia por los problemas respiratorios, las enfermedades tropicales y la contaminación de aguas que el incendio traería. Sin embargo, las emergencias en salud no se atienden fácilmente, pues no existe un hospital que funcione de la forma como deberían funcionar normalmente los hospitales: atendiendo enfermos, diagnosticando enfermedades, mejorando las condiciones de los habitantes, manteniendo la calidad de vida en niveles altos. En el Archipiélago, a pesar de ser un destino turístico importante, el único hospital no funciona.

Emergencia hospitalaria: salud en crisis

El 14 de febrero de 2008 fue cerrado el Hospital ‘Timothy Britton’, de nivel uno, ubicado en el sector de Sarie Bay (North End), donde reside en su mayoría la población raizal. El hospital fue construido en 2005 con presupuesto mixto y era administrado estatalmente. Con el proceso de privatización del sistema de salud, el Estado inició la construcción del nuevo hospital ‘Amor de Patria’. La administración de éste se dio en concesión a la empresa privada, logrando que el departamento fuera el único donde no existe una oferta estatal de servicios de salud y que, en este momento, no haya personal médico contratado, acceso a medicamentos o a tratamientos.

El nuevo hospital cuenta con 60 camas, para una población de 60.000 personas y dos vuelos diarios desde el continente llenos de turistas, y puede prestar atención en los niveles dos y tres del sistema de salud colombiano, dependiendo de la necesidad. El equipo de telemedicina que permitía el diagnóstico y tratamiento de pacientes a larga distancia, con comunicación permanente con expertos alrededor del mundo, fue retirado por falta de uso, siendo necesario.

Es importante entender que la ubicación geográfica del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina es particular: se
encuentra a 450km de la costa colombiana. Por ello, el sistema de salud y atención médica es especial, según resolución emitida por la Corte Constitucional: las EPS y los puestos de salud atendidos conjuntamente por las Fuerzas Armadas y operadores privados cuentan con un presupuesto extra para atender a la población que, dado el caso, debe ser remitida al continente, tanto para tratamiento como para diagnóstico. Sin embargo, cada día es más difícil que la única EPS, Caprecom, emita el permiso y los tiquetes para el traslado de los enfermos.

El ‘paseo de la muerte’, que conocemos en las principales ciudades del país, existe también en la isla, pero no de hospital en hospital o de clínica en clínica. El trayecto de muerte en San Andrés va del hospital a la sede de la EPS en busca de un papel, de regreso al hospital y de nuevo a la EPS por otro papel, y de vuelta al Hospital, que ya no atiende porque los médicos están almorzando o la atención era hasta la 1:00pm, bajo un calor de 30oC a la sombra.

Salud diferencial

La población de la Isla se compone de isleños, raizales y turistas. Los isleños son nativos, descendientes de continentales o de familias que migraron en sus primeros años al archipiélago y construyeron en él su vida y familia.

Los raizales constituyen una comunidad étnica y están luchando por sus derechos como tal. Son descendientes de la población originaria, una raza negra con sangre inglesa, española, francesa y emparentada con los antillanos. Hablan creol como lengua materna, empleando el español y el inglés como segundo idioma y en la escuela.

Por su parte, los turistas provienen, en su mayoría, de Colombia continental, pero descienden de países diferentes y hablan muchos
idiomas. Llegan a San Andrés buscando rumba, acceso a mercancía libre de impuestos –como tradición, pues antes San Andrés fue durante muchos años el único puerto libre del país–, fiestas al lado del mar, tiempo vacacional. Y cuando se enferman son remitidos en el primer vuelo a su ciudad de origen para recibir atención de primer nivel. Están de paso, y lo saben, y los isleños y los raizales también lo saben.

El trato médico es diferencial, pero no como las comunidades étnicas o las minorías lo han exigido durante todos estos años. Dadas las condiciones de pobreza, la población raizal e isleña está vinculada al Sisben. Sin embargo, en este momento 11.000 personas no se encuentran afiliadas a ningún sistema de salud.

No obstante, la cobertura de acueducto y manejo de aguas residuales ha aumentado en un 44% y un 27%, respectivamente, únicamente en el sector turístico, mientras que en San Luis y La Loma estos servicios básicos todavía no llegan a los mínimos.

El agua sin rodeos: sin agua rodeados de agua

El incendio del Magic Garden no alcanzó a contaminar los pozos de agua dulce que se encuentran en los alrededores, pero sí logró poner en discusión el tema del acceso al agua.

El abastecimiento de agua es deficiente y empeora con el paso de los años; el aumento del turismo, a pesar de la crisis económica; y el ascendente nivel del mar, fruto del calentamiento global. A estos factores se suma la relación del departamento con el gobierno central, el interés de éste en ofrecerlo como joya de patrimonio turístico, la condición de la mayoría de sus habitantes y la lucha por la autonomía, si no la independencia, del archipiélago.

Se calcula que, en los próximos cuatro o cinco años, analizando la proyección de la subida del nivel del mar, los pozos naturales se
salinizarán y sus aguas deberán ser tratadas. El carrotanque que abastece de agua a numerosos hogares pasa una vez cada quince días. Es normal, entonces, que las familias llenen todos los baldes que tengan con el fin de poder cocinar diariamente. Pero, en temperaturas altas, el agua empozada atrae mosquitos que pueden transmitir enfermedades tropicales. Los casos de tuberculosis han aumentado, a pesar de ser una enfermedad prevenible: durante este año van 12 casos, en 2008 fueron 28. No existen estadísticas frente a los pacientes con dengue, pues en muchos casos se automedican por la desconfianza existente frente a los médicos blancos.

Población enferma sin médico

El plato típico de la isla es el rondón: una comida que los ancestros raizales consumían en ocasiones especiales y mezcla en un solo plato caracoles, cola de cerdo –enlatado, made in USA–, plátano, ñame, yuca, batata, frutopan, leche de coco y arroz. Hoy se consume diariamente, por lo general en el almuerzo antes de la siesta. En un principio, no traeríamos a discusión esta costumbre de no tratarse de una población que vive del turismo y del comercio que éste genera, impidiendo el desarrollo de la agricultura, el trabajo físico y el consumo de frutas y verduras frescas, pues éstas son importadas de Centro y Norteamérica, aumentando la ingesta de calorías provenientes de carbohidratos, los índices de colesterol y azúcar en la sangre.

Los niveles de obesidad de la población son extremadamente altos, causando problemas de hipertensión, daño de las articulaciones y la columna vertebral, diabetes, cáncer, etc. Sin embargo, nuevamente, no hay acceso a tratamiento médico por la privatización del sistema de salud.

Teniendo en cuenta todos estos factores, dejando de lado unos cuantos, y resaltando el interés del gobierno central en vender a San Andrés, Providencia y Santa Catalina como destino turístico nacional e internacional, la forma en la que se ha manejado la cuestión de salud pública en el archipiélago no es asunto a tratarse únicamente por la noticia del incendio del basurero de San Andrés. La privatización del sistema de salud, el trato discriminado y no diferencial de la población residente de la isla, el abastecimiento insuficiente de agua, la precaria prestación de servicios públicos, la poca vigilancia a la entrada de turismo en una isla superpoblada –cuya densidad se eleva a 8.485 habitantes por km2–, la migración de la población raizal hacia el exterior por la
falta de empleo para profesionales e, incluso, los problemas de deserción escolar son variables que tejen una red que agudiza el principal problema de la población del archipiélago: la salud.

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