Por Luis Alfonso Mena S.* – febrero 26 de 2015
Además del deplorable salario mínimo que la burguesía colombiana decreta año a año a través de sus gobiernos, el sistema laboral que ha dejado el neoliberalismo en Colombia ha deteriorado de manera aterradora la situación de los trabajadores. Esto viene ocurriendo con mayor gravedad desde 1990, cuando empezó el mandato de Gaviria, y tuvo su clímax durante los nefastos gobiernos de Uribe (2002 – 2010), que arrasaron conquistas obreras históricas para que el empresariado voraz engulla cada vez más capital, llene sus arcas y acreciente sus ganancias.
En el gobierno de Santos no ha habido mejoría. Por el contrario, todo tiende a empeorar, como lo demuestra, para dar solo un ejemplo coyuntural, la nueva burla para más de 1’200.000 trabajadores, cuyo salario mínimo solo será aumentado en un 4,6% en 2015, a pesar del alto costo de la vida y de la pauperización del empleo.
Hoy, en el país, es difícil encontrar contratos de trabajo: éstos son disfrazados de contratos de prestación de servicios para que los patronos burlen las prestaciones sociales y no tengan que correr con el pago de pensión, ni de salud ni de riesgos profesionales; para que no reconozcan primas de mitad de año, ni la de navidad ni tampoco dotación; para que no deban sufragar horas extras, ni recargos nocturnos, ni dominicales ni festivos; para que no les toque pagar cesantías, ni intereses a las cesantías, ni subsidio de transporte ni tampoco el familiar; y, además, para que se libren de indemnizaciones.
Por el contrario, ahora son los trabajadores quienes, mediante los leoninos contratos de prestación de servicios, deben cumplir con el pago de la totalidad de las cuotas pensionales, de salud y de riesgos profesionales antes de iniciar la ejecución de la obra contratada, con el agravante de que a los honorarios les descuentan retención en la fuente, ¡la cual oscila entre 10% y 16% del valor total!
De igual manera, imperan los contratos a destajo, por semanas o meses, lo cual redunda en permanente inestabilidad laboral y precariedad para las familias de los trabajadores, que difícilmente pueden hacer planes de educación, vivienda o salud. Son contratos basura, de hambre, indignos.
Y, para completar el cuadro, toda esta pauperización del empleo tiene en el fondo el propósito de evitar la sindicalización de los trabajadores, de frenar sus justos reclamos, de torpedear las normas internacionales que protegen el derecho a la organización gremial. Hoy impera toda clase de negocios para esquilmar los derechos laborales: se llaman cooperativas, agencias de empleo, SAS, todas ellas maquinarias de tercerización laboral.
Frente a este oscuro panorama, los trabajadores colombianos tendrán que tomar las calles para exigir empleos y salarios dignos. Ésa debe ser una de las tareas fundamentales de las centrales obreras, de manera especial del sindicalismo clasista: una de sus consignas medulares de lucha en 2015.
El incremento en el salario mínimo para 2015 de sólo un 4,6% ($28.350) debe ser otro motivo para la acción política de los trabajadores colombianos en el nuevo año: ninguna familia puede vivir con $644.350, monto que es consumido por el pago de un arriendo de vivienda y unos cuantos víveres. ¿Y para educación, salud, vestuario, recreación y cultura, qué?
El salario mínimo para 2015, decretado el 30 de diciembre por el gobierno de Santos, demuestra una vez más que cuando se trata de su bolsillo, no hay compromiso de ninguna naturaleza de parte del empresariado colombiano.
Y el gobierno de las élites burguesas obra en consecuencia: ¡$945 diarios de aumento! Así complació Santos el mandato de los patronos, a través de su emisario, el exlíder sindical y hoy manso burócrata Luis Eduardo Garzón, para que crezca la iniquidad.
La lucha espera al pueblo colombiano en 2015. Porque la paz con justicia social empieza con empleos y salarios dignos.
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* Publicado originalmente por el periódico Paréntesis.
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