Por: Aidén Salgado Cassiani – noviembre 17 de 2016
El 9 de noviembre de 2002 en la ciudad de Barranquilla acallaron la vida de Reinaldo Serna.
Con una familia de tres hijos y una esposa, fue un hombre que nos enseñó a luchar por la justicia social, por nuestros sueños. Él nunca se cansó de trabajar por los desposeídos denunciando la corrupción, el paramilitarismo, el clientelismo y otros males de la administración de la Universidad del Atlántico, desde mediados de la década de 1990 hasta el día de su muerte.
Era diciembre de 1997 cuando una camada de muchachos y muchachas recién graduados como bachilleres y con los puntajes suficientes en las pruebas de Estado para ingresar a la universidad pública pero no habíamos sido admitidos a la Universidad del Atlántico acudimos al llamado de la organización estudiantil Alma Máter y empezamos a asistir a clases en esa institución sin tener la calidad de estudiantes. En ese momento, allí no solo ingresaban los que se habían ganado ese derecho sino los ahijados y recomendados de los políticos tradicionales de la región, así como quienes tenían dinero suficiente para ‘comprar’ los cupos. Eso, en detrimento de un buen número de estudiantes que, como nosotros, contábamos con los méritos académicos pero no con la palanca o el dinero necesarios. En el marco de ese ejercicio fue que vi por primera vez a Serna López.
Después de 4 meses de ir a clase en calidad de asistentes fue que logramos oficializar nuestro ingreso a la universidad. Siendo estudiante de Contaduría Pública me vinculé a Alma Máter, tal como lo hizo un buen numero de mis compañeros y otros más. Así fue que realmente conocí a Reinaldo, quien tenía dos hijos en ese entonces, estudiaba Derecho y venía de una familia humilde de un barrio popular de Barranquilla: Rebolo.
Su segunda casa -o tal vez la primera- fue la Universidad del Atlántico, la misma que defendió a diario hasta ofrendar su vida por ella. Por esa defensa, el 9 de febrero de 2000, fue encarcelado durante seis meses, acusado de ser guerrillero y de propiciar una manifestación con su incansable compañero de lucha y también fundador de Alma Máter Humberto Contreras Sereno, quien demoro más tiempo encarcelado y, tiempo después, también fue asesinado por las balas de los paramilitares que actuaban en contubernio con la administración de la universidad de aquel entonces.
La explosión de un artefacto, el 4 de febrero de 2000, en la oficina del colectivo Alma Máter al interior de la sede centro de la Universidad del Atlántico todavía sigue sin esclarecerse. A pesar de esto, sin investigar, las autoridades señalaron que los estudiantes manipulaban material explosivo. Este hecho nos dejó el saldo de dos miembros de Alma Máter asesinados: José Luis Martínez Castro y Adolfo Altamar Lara. De allí en adelante, vinieron los encarcelamientos, las amenazas, la persecución, el desplazamiento, el exilio y las asesinatos para el resto de miembros de la organización.
Después que salió de la cárcel, Reinaldo se desplazó a Bogotá por las múltiples amenazas y de allí tuvo que salir al exilio en Chile. Nunca pudo sobrellevar estar lejos de los suyos. A razón de esto, decide regresar a Barranquilla para graduarse, continuar su defensa de la universidad y trabajar por los derechos de los vendedores ambulantes. Es entonces cuando las balas asesinas logran terminar con la vida de ese necio.
De Reinaldo puedo decir que fue él quien instauró una tutela para que le realizaran un trasplante de corazón a una joven amiga hija de palenqueros de muy bajos recursos económicos, fue él quien instauró más de cincuenta denuncias por la corrupción en la universidad, fue él quien coordino la propuesta de constituyente universitaria que realizó Alma Máter para democratizar la universidad, fué él quien coordinó la revista Picota Pública, órgano de difusión y denuncia de la organización, y fue él quien lideró otro sinnúmero de acciones en defensa de la universidad y de los derechos humanos ante la introducción del paramilitarismo en la universidad en contubernio con el desmantelado Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y la administración de la institución.
También fue quien nos guió en la lucha por un país más justo. De él aprendimos a vivir sin dejarnos poner un precio y a escuchar canciones como “Mujeres divinas” de Vicente Fernández o “El necio” de Silvio Rodríguez, pero fue él también quien me dijo una vez: “si me matan es el rector de la universidad en acuerdo con el DAS y este escolta que me pusieron, que antes que cuidarme me está es haciendo seguimiento”.
A Reinaldo Serna López miles de profesionales de la Universidad del Atlántico hoy le debemos que pudimos ingresar a la mejor universidad del Caribe en ese momento. Hoy, a 14 años de su vil asesinato, seguimos clamando por justicia, verdad y reparación para Reinaldo y para todas las víctimas de la Universidad del Atlántico, en especial para las víctimas que hacían parte de Alma Máter y sus familiares, quienes decimos que los responsables intelectuales siguen en la calle como si nada.
Reinaldo Serna López fue ese necio que vivió sin tener precio. Hoy seguimos su ejemplo.
Desde el Palenque, un cimarrón todavía.
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