Por: Álvaro Cuadra – enero 27 de 2017
Una semana antes de que el presidente mexicano arribara a Washington para dialogar con el flamante presidente de los Estados Unidos ha recibido una bofetada diplomática: Trump ha firmado ya la orden ejecutiva que da luz verde a la construcción del muro fronterizo con su vecino del sur. Este insulto debiera hacer reflexionar a todos las cancillerías latinoamericanos sobre cómo serán las relaciones con su vecino del norte en los próximos años.
Este bochornoso capítulo se suma a las imprudentes declaraciones del actual mandatario frente al gobierno chino, para no mencionar las actitudes hostiles hacia los palestinos o los acuerdos sobre el calentamiento global alcanzados en París.
La era Trump augura un tiempo de turbulencias a nivel global. Es claro que no se trata tan solo de la ineptitud y falta de experiencia del señor presidente: estamos más bien ante un nuevo diseño geoestratégico que echa por tierra las tesis de una globalización neoliberal consolidadas por Reagan y Thatcher en la década de los ochenta del siglo pasado.
La era Trump se caracteriza por su marcado acento antiglobalización. Ante el riesgo que supone una potencia emergente como China, los Estados Unidos van a imponer políticas proteccionistas, fortaleciendo su industria manufacturera, restringiendo la entrada de productos importados a su mercado, revisando sus tratados de libre comercio vigentes -como el Tlcan– y renunciando del todo a otros nuevos -como el TPP-. De este modo, se espera satisfacer la demanda de empleos y asegurar el crecimiento económico, imponiendo de paso una rígida disciplina migratoria y fiscal.
La primera víctima de los nuevos vientos que corren en la Casa Blanca ha sido México, el eslabón más visible, inmediato y relativamente débil de la cadena globalizadora. Después de todo, Trump eligió a México como su blanco favorito durante su campaña electoral. Al firmar la autorización para la construcción del muro y pisotear la dignidad de su vecino no hace sino consumar el sacrificio simbólico que exigen sus votantes. La verdad sea dicha, el margen de maniobra de México para resistir la embestida del nuevo gobierno estadounidense es muy escaso, y Donald Trump lo sabe de sobra.
Habrá que ver, en los próximos meses, si la actual administración es capaz de medirse –con la misma arrogancia y decisión– con un adversario de la envergadura de China, cuyos recursos y posibilidades son infinitamente más amplios que las de cualquier país latinoamericano, incluido México. Hasta aquí, el gobierno de Beijing ha sido extremadamente cauteloso, aunque algunos de sus voceros han dejado muy claro que la soberanía China no es negociable y que ese país está dispuesto a asumir un liderazgo económico y político global ante la ausencia de los Estados Unidos.
En los próximos meses habrá que ver si la era Trump es viable dentro y fuera de su país o si, más bien, se trata de un bullicioso paréntesis de cuatro años.
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* Álvaro Cuadra es Doctor de la Université Paris-Sorbonne. Publicado originalmente por la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI).
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