Por Álvaro Ramírez González – 29 de mayo de 2010
No es que el tema a mí me apasione, pero estoy sorprendido de ver la respuesta masiva que tuvo mi anterior artículo hablando del Deportivo Pereira. Mi amigo Bernardo Gómez, hoy presidente del equipo, me tendrá que perdonar y entender que no se trata de una agresión personal, pero deberá aceptar que esa institución tan querida por todos nosotros no es de él ni del alcalde Israel, que son efímeros y pasajeros de esta ciudad que estará aquí por siempre. Ojalá el alcalde y Bernardo tuvieran tiempo para leer algunos de los 4.700 correos electrónicos que recibí de gente de Pereira, lamentándose de la larga y crónica situación de nuestro amado equipo que, en vez de mejorar, cada vez se enferma y se deteriora más.
Cuando fui presidente del Deportivo Pereira, el fútbol en Colombia se manejaba desde Cali y, más concretamente, desde el escritorio de Miguel Rodríguez Orejuela. Nada importante se movía en el fútbol colombiano que don Miguel no lo ordenara, lo aceptara o lo supiera. Juan Bernardo Botero, presidente del Once Caldas; Carlos Arcesio Paz, presidente del Cali, y yo éramos tres personas nadando contra la corriente, intentando mejorar el fútbol y defender nuestros equipos, pero nada era fácil pues don Miguel ponía y quitaba jugadores, ponía y quitaba árbitros, y, a través de un calanchín descaracterizado y servil como Juan José Bellini, daba las órdenes. Bellini terminó en la cárcel y don Miguel extraditado; Juan Bernardo, Carlos Arcesio y yo vivimos tranquilitos en Colombia, gozando los derechos de la libertad.
Pero, después de unos largos procesos legales y judiciales que mandaron a la cárcel y extraditaron tanta gente, el fútbol cambió, como el río que vuelve a su cauce.
El Atlético Nacional, con extraditados y mafiosos a bordo, terminó en manos del grupo Ardila Lülle, con un manejo empresarial; Independiente Medellín, después de pasar por las manos de veinte narcotraficantes, hoy lo manejan personas de bien; el Deportivo Cali no solamente tiene un club social y deportivo para 2.000 socios sino que acaba de construir un monumental estadio, no se podía esperar menos de Carlos Arcesio Paz, mi compañero de universidad, presidente del grupo Harinera del Valle y la gente que lo ha precedido en el gobierno de esta institución; Junior de Barranquilla hace muchos años funciona con el régimen de manejo del grupo Olímpica, de la familia Char, […] y ha jugado la final del torneo colombiano. Eso habla solo.
Santa Fe, que cayó hace veinte años en manos de bandidos como Arizabaleta, Villegas y Ramírez, unos fallecidos, otros asesinados y otros presos, regresó a manos de gente de bien y hoy es una institución organizada, consolida un patrimonio y crece en lo deportivo. Millonarios ha sufrido un largo calvario donde, después de Rodríguez Gacha, lo han manejado un grupo de personajes siniestros, vitrineros y corrompidos que lo llevaron a su ruina económica y deportiva, pero la voluntad de algunos socios llevó a José Roberto Arango, mi prestigioso amigo en temas empresariales, a hacerle una cirugía profunda y la nueva institución azul será empresarial y exitosa a no dudarlo.
Deportes Tolima, que fue toda la vida el colero de la tabla, lo compró el senador Gabriel Camargo, un hombre berraco, pantalonudo, gran empresario y desde hace diez años el Tolima figura entre los cinco primeros equipos, dobló el tamaño de su estadio y ha jugado tres copas Libertadores de América. ¡Qué envidia!
El Once Caldas que no ha tenido bandidos en su gobierno, lo ha dirigido un singular grupo de ejecutivos sin dinero, pero con mucha vocación de servicio y mucho amor por su camiseta, logrando tener una institución que hoy se ve gigante frente al raquítico, paliducho y limosnero Deportivo Pereira.
El Boyacá Chicó ha sido un equipo pequeño que tuvo que irse de Bogotá hacia la altiplanicie boyacense, pero allí encontró respaldo, hinchada y patrocinio. Eduardo Pimentel es un berraco, un hombre grosero y guerrero, pero a su equipo no le faltan las quincenas, le pone la cara a los problemas y es el mejor negociante de jugadores en todo Colombia. Por su parte, Envigado es un equipo pequeño, con dos presidentes asesinados por líos de la mafia, pero hoy es la fábrica de jugadores más importante del país.
Quindío, Cúcuta y el Deportivo Pereira son los parias del fútbol colombiano. Precisamente lo son porque están infectados de politiquería barata y a sus dirigentes no les ha dado la bendita gana de transformarlos en empresas e instituciones serias, pues, en ese nuevo esquema, ellos tendrían que desaparecer.
Se están preparando unas demandas penales por el delito de peculado, porque la Empresa de Energía y la de Aguas y Aguas de Pereira, que son dos monopolios, no pueden estar dilapidando la plata de los pobres, de los ricos y de todos en ese circo. ¿No les da vergüenza a Israel y a Bernardo ir al estadio a ver jugar a un equipo al que le deben cinco quincenas? ¿Han intentado ellos competir con hambre?
Algún día, que no será en este gobierno de Israel, llegará un alcalde que lidere la transformación de ese carro loco en una empresa, que cambie esos incompetentes y vitrineros por empresarios, y allí será la magia.
Hoy Corpereira y Deportivo Pereira se debaten en enredos, demandas, deudas y una administración tan mala, querido Bernardo y querido alcalde, que sencillamente basta que miren los balances y su posición en la tabla del fútbol colombiano.
¡Qué pesar del Deportivo Pereira! Es un problema de gobierno, de administración, de carácter y de tomar decisiones de fondo, pero no serán ni Israel ni Bernardo quienes las van a tomar: ellos son ciegos y sordos, y creen que las cosas van muy bien. Juzguen ustedes, queridos lectores.
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