Por: Nicole Pinzón – 11 de agosto de 2010
Las sonrisas fueron las protagonistas durante el recorrido de la enorme fila que avanzaba, el pasado 25 de julio, por los resbalosos, estrechos y empinados caminos que unen a los barrios Bello Oriente, La Cruz y La Honda de la Comuna Tres de Medellín: un grupo de desconectados de los servicios públicos, se reunió en el colegio Gente Unida y Jóvenes por la Paz de La Honda para realizar una serie de talleres de teatro y expresión corporal para niños y jóvenes del sector, una olla comunitaria y, por último, dar inicio a una comparsa que recorrería los tres barrios, llevando consignas por la vida digna y el derecho a la energía eléctrica y el agua potable.
Teatro del Oprimido para los desconectados:
Los más de 200.000 desconectados realizan con regularidad eventos culturales, ollas comunitarias, plantones, marchas, entre otros para intentar llamar la atención de las entidades estatales que puedan dar salida a ésta problemática. Ejemplo de esto fue la comparsa ya mencionada, que además contó con el apoyo y organización de la Red Juvenil de Medellín y la Plataforma Activista de Teatro de las Oprimidas (PATO), con motivo del vigésimo aniversario de la Red.
El Teatro del Oprimido, invención del brasilero Augusto Boal de finales de los 50, busca transformar el papel pasivo del espectador a través de ejercicios y juegos que producen interacción entre el espectador y el actor. Con esta actividad, se logró generar espacios de diálogo en las obras que desarrollaron los exponentes de esta técnica dramática venidos de Alemania, Argentina, España, Brasil, Ecuador y, por supuesto, Colombia, en diferentes comunas de Medellín, con temas como la desaparición forzada, los falsos positivos y el conflicto ambiental.
De ésta forma, las comunas de Medellín le sirvieron de escenario al Teatro del Oprimido para propiciar espacios en los que los espectadores, en su mayoría víctimas de algún tipo de violencia social, den testimonio de sus experiencias facilitando diferentes rumbos a las obras.
A oscuras y sin agua:
Al igual que cada día desde hace 16 años, la penumbra y la ausencia de agua potable fueron las indeseables compañías de las familias desconectadas, que además sufren constantes peligros y tragedias por su dura situación: Susana y Vanessa, dos niñas del barrio París, murieron el 17 de agosto de 2007, en medio de un incendio provocado por las velas que pretendían alejar la oscuridad de su improvisada vivienda.
Desde entonces, los movimientos sociales de la capital de Antioquia conmemoran en esa fecha el Día de la Dignidad y la Resistencia de los Desconectados, exigiendo los derechos de esta población ante una administración que no responde a las precarias condiciones de vida de los desconectados. En el caso de Empresas Publicas de Medellín, la entidad asegura que, por ser zona de alto riesgo y encontrarse por fuera del Plan de Ordenamiento Territorial, la instalación de redes de agua potable, alcantarillado y energía eléctrica es prácticamente imposible.
“Es absurdo ver éste desperdicio de luz y nosotros allá arriba a oscuras”, comenta una líder de los desconectados del barrio Bello Oriente, al contemplar indignada por la ventanilla del metro el Parque de Luz ubicado en la antigua plaza Cisneros de Medellín, que cuenta con 300 postes luminosos, 2.100 reflectores y 170 lámparas de piso, que consumen casi 16 millones de pesos mensuales en energía eléctrica.
En 1976 el cantautor brasileño Chico Buarque le escribió a su amigo Augusto Boal, exilado en París, una carta en la que le decía: “Aquí en la tierra están jugando y gritan gol. Hay mucha samba, mucho choro y rock’n’roll. A veces llueve y otros días brilla el sol. Mas yo quiero decirte que la cosa aquí está negra”, hoy después de 34 años y en Colombia, la situación es muy similar: en un ambiente de aparente calma, el escenario que se encuentra detrás del telón raya con lo inadmisible.
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