Por: Nicolás Camargo – marzo 3 de 2011
María Margareth Bonilla, fotógrafa, gestora cultural, catedrática universitaria y directora del Museo de Arte del Tolima, abrió el lente de su vida y nos contó cómo fue su proceso de formación profesional y artística, el cual le ha permitido posesionarse como una reconocida artista plástica y fotógrafa en el ámbito regional y nacional.
Desde pequeña tuvo vocación por el arte: “en el colegio me gustaba dibujar y echarle color a las imágenes, también me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con la parte de decoración”, cuenta Margareth mientras se le dibuja en su rostro una sutil sonrisa que evoca alegría y un poco de picardía. Luego, recuerda que cuando tenía ocho años de edad en el almacén ‘Medellín’, un negocio en el centro de Ibagué de ropa unisex que tenían sus padres, le gustaba mirar fotografías de desnudos en blanco y negro que venían en la chapas de unos cinturones.
La curiosidad por las imágenes en blanco y negro, el interés por el dibujo y el gusto por el diseño, como ella dice, “todo eso se juntó […] todo se fue dando” y resultó estudiando Diseño Publicitario en la extinta facultad de Bellas Artes de la Universidad del Tolima. Con el tiempo, su pasión e interés por la fotografía creció y tomó la decisión de irse a estudiar a Bogotá.
Una vez en Bogotá, inició sus estudios de fotografía y su carrera como docente en un colegio de bachillerato, dictando clases de dibujo, aunque antes renegara del oficio de docente: “a mí nunca me había gustado enseñar […] en mi vida jamás enseñaré, me parece terrible ser profesora”, comentó Margareth. Pero esto fue tan sólo el comienzo de su carrera como catedrática, pues trabajó en reconocidas universidades como la Jorge Tadeo Lozano, el Externado y la Javeriana, entre otras.
Al mismo tiempo que trabajaba como docente, seguía estudiando y forjaba su carrera. Según cuenta, ayudó a organizar y participó de varias exposiciones que la posicionaron como una importante gestora cultural en Bogotá. Sin embargo, tuvo que regresar a Ibagué a atender a sus padres, quienes habían recientemente vendido sus negocios: “fue en un junio de 1988 […] me dolió en el alma, pero no podía desatender a mis padres”, recuerda la artista. Lo que para ella sería “algo temporal, de uno o dos años”, resultó por convertirse en un momento determinante para su carrera.
El reconocimiento alcanzado en Bogotá le permitió a Margareth Bonilla empezar a trabajar a su llegada a Ibagué, con Leonisa, luego con la ANDI, en Moda Trópico, continuar su carrera de docente y consolidar su rol de gestora cultural.
Desde que llegó a Ibagué, recuerda Margareth, “empecé a organizar exposiciones y creé el Salón Tolimense de Fotografía. En el año 1998 hice un evento muy grande, que se llamó el Primer Encuentro Tolimense de Fotografía, al que vinieron reconocidos fotógrafos, amigos, de Asfoto”. Más tarde vendría el Salón Cunista de fotografía, del que se hicieron diecisiete versiones; diferentes exposiciones y talleres; la invitación a hacer parte de los socios fundadores del Museo de Arte del Tolima, de donde es su actual directora; y el actual Salón Tolimense de Fotografía y el Salón Universitario de Fotografía, eventos que le han valido reconocimientos a nivel nacional y regional.
El legado artístico y cultural de María Margareth Bonilla para la ciudad de Ibagué podría decirse que es incalculable, pues le dio vida a una ciudad que, como ella misma lo dice, “estaba muerta en lo cultural y eso no podía seguir así”, por eso lleva más de veinte años trabajando por construir algo que ahora es una realidad: una ciudad con un lenguaje fotográfico a través del cual se cuentan historias y con el que “alguien, sin moverse por el mundo puede volar por él a través de las imágenes”, concluye Bonilla.
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