Por: Catalina Carmona Ruiz – 23 de marzo de 2011
El día 11 de febrero, Hosni Mubarak, después de 30 años de dictadura, se retiró del gobierno de la República Árabe de Egipto presionado por el pueblo. Miles de mujeres y hombres de todas las edades salieron en masa a la emblemática Plaza Tahrir o Plaza de la Liberación, en El Cairo.
A consecuencia de las revueltas que pusieron fin a la dictadura, el sábado 19 de marzo se votó un referéndum de reforma a la Constitución egipcia y ganó el ‘sí’, con un 77%. Entre los puntos de la reforma se destaca la reducción del mandato presidencial a ocho años, pues antes era ilimitado. Además, se mejoran las condiciones para presentarse a las candidaturas parlamentarias y presidenciales.
Los partidarios por el ‘no’ al referéndum perdieron con un 22,8%. Quienes lo impulsaban eran personas como Mohamed El Baradei, Premio Novel de la Paz, y Amro Musa, secretario general de la Liga Árabe. Algunos partidarios del ‘no’ defendían un cambio completo de la carta magna.
Según Randa Achmawi, periodista egipcia del Al-Ahram Hebdo, la participación masiva de las mujeres ha sido decisiva tanto en el levantamiento que sacó del poder a Mubarak como en la realización de este histórico referéndum.
Catalina Carmona: –¿Randa, qué piensas sobre la participación de las mujeres en el referéndum?
Randa Achmawi: –La participación de las mujeres en el referéndum ha sido masiva, como lo esperábamos, porque las mujeres de Egipto demostraron desde los primeros días de la revolución que querían estar presentes a lo largo del proceso democrático.
El problema, como lo sabemos, es que los partidarios del ‘sí’ son los que tuvieron la mayoría de votos y esos votos son proclamados por los grupos extremistas, como es el ejemplo de los salafis, que consideran que la mujeres son seres que deben vivir bajo la tutela de los hombres. Esto es un problema evidente como desenlace de la revolución, sobre todo porque, el 25 de enero, mujeres y hombres estuvieron hombro a hombro trabajando por la caída de Mubarak y, en consecuencia, deben ser reconocidos como héroes de la revolución.
El mensaje lanzado por la revolución es la unidad nacional, el respeto a los principios de diversidad y la igualdad entre el hombre y la mujer. El referéndum va en sentido opuesto porque favorece y refuerza a los grupos que estaban en contra de la revolución desde un principio, cómo es el caso de los salafis, y favorece al grupo del islam político y a los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, de estos últimos podemos decir que aunque no fueron promotores directos de la revolución, al tomar distancia desde un principio, luego se adhirieron y se presentaron jóvenes de este grupo en la Plaza Tahrir.
CC: –¿Cómo se dieron los hechos en Egipto antes de la revolución? ¿Por qué se dio la respuesta masiva del pueblo?
RA: –Algo muy simple. Antes de la revolución, Egipto estaba a punto de caer en la destrucción y habíamos llegado a una situación absolutamente insostenible en todos los puntos: ausencia de trasparencia, falta de derechos y bases democráticas, dominación, etc.
La gota que llenó el vaso llegó en noviembre del año pasado. Tuvimos elecciones parlamentarias y había una esperanza de que pudieran llevarse de una manera justa, pero los mafiosos del Partido Nacional Democrático (PND) lo evitaron y no permitieron votar por otra colectividad que no fuera la de ellos.
El resultado de las elecciones fue el siguiente: el PND ganó las elecciones de forma absoluta. Aunque hay que tener en cuenta que hasta ese momento sí había otros partidos, dado que en 2005 los hermanos musulmanes habían obtenido el 20% de escaños en el Parlamento. De nuevo, dimos un paso atrás en materia democrática. Muchos en Egipto, yo entre ellos, hemos considerado que era un Parlamento sin ninguna legitimidad.
CC: –¿Qué factores impulsaron la revolución?
RA: –Al principio de enero hubo un ataque atroz en una Iglesia de Alejandría y 25 personas inocentes murieron. Ninguna persona supo por qué había pasado esto en Egipto. El gobierno vino con la siguiente explicación: ‘fue Hamás’ (Movimiento de Resistencia Islámico), el responsable del ataque.
La gente tuvo miedo, se resignó, no se hicieron grandes preguntas. Pero, finalmente, nos dimos cuenta de que esto fue una maniobra del gobierno para evitar las preguntas y discusiones de las personas sobre las elecciones parlamentarias y hacer que tuvieran más miedo y se dijeran: ‘es mejor que continuemos bajo la protección de un dictador que llegar a un caos en el que nos convirtamos en un segundo Irak’.
El sentimiento de resignación continuó los días siguientes. Paralelamente estaba lo de Túnez, por la autoinmolación de Mohamed Bouazizi. Desde Egipto nos decíamos que iban a masacrar a los jóvenes y a los manifestantes y que éste sería, otra vez, el escenario que bien conocemos en el mundo árabe.
Finalmente, el 14 de enero tuvimos una sorpresa absolutamente conmovedora y por una vez saltamos de felicidad: Zine El Abidine Ben Ali se marchaba de Túnez. Nos dijimos: ‘¿Qué ha pasado?’ No nos imaginábamos que algo así podría pasar en el mundo árabe, dominado por dictaduras y por dirigentes que no tienen ninguna legitimidad.
Todas las miradas se volcaron hacia Túnez, con la admiración más profunda, porque veíamos que era la situación que nosotros vivíamos. En materia económica tenían una situación mejor –el nivel de vida en Túnez es más elevado que el de Egipto–, pero en materia de libertad un poco menos.
Los gobiernos árabes miraban la situación incrédulos, tuvieron miedo. Entonces, el régimen de Egipto se movilizó, su maquinaria mediática decía que no llegaría nunca Egipto a una situación como la de Túnez y todos los intelectuales afirmaban que ‘Túnez es otro caso, la situación social de Túnez es más difícil, no llegará nunca a Egipto’.
Personalmente, yo hice un artículo diciendo lo contrario. Escribí: “será una cuestión de tiempo, estoy segura de que llegará a Egipto […] no habrá pasos hacia atrás, es la reforma o la confrontación”.
CC: –¿Las condiciones de la población egipcia eran diferentes a la de Túnez en términos de acceso a la salud y demás garantías sociales?
RA: –Las condiciones en Egipto eran deplorables y motivaban más a las personas a movilizarse, la gente no tiene nada, entonces, no tenía nada que perder.
Es verdad que hay una juventud calificada e inteligente que lidera este movimiento, pero la gente que les sigue no podía más, no podía seguir en las mismas condiciones. Además, hay que tener en cuenta que existían varios grupos activos anteriormente en Internet.
Sobre estos grupos de Internet, tengo que regresar a 2010. Un joven egipcio de clase media fue asesinado por la policía y le deformaron la cara totalmente. Su nombre era Khaled Said y sus fotos dieron la vuelta al mundo en Facebook, a través de un grupo que se llamaba “Todos somos Khaled Said”. Este grupo, después de la revuelta en Túnez, organizó una gran manifestación en Egipto a partir del 14 de enero, advirtiendo que el 25 de enero los jóvenes irían a una manifestación que tenía el objetivo de presionar al gobierno. No pensaban aún en sacar a Mubarak, pero sí en seguir la lógica de los manifestantes en Túnez.
CC: –En el encuentro de Roma de la Red Mediterránea de Periodistas con Perspectiva de Género, realizado a principios de marzo, se puso en evidencia que los medios de comunicación no mostraron la participación de las mujeres, pero sabemos que hubo muchas mujeres que lucharon por la caída de Mubarak, como lo demostraste tú misma en el encuentro.
RA: –Las mujeres se organizaron, habían varias mujeres en el grupo de Khaled Said que se colocaban como personas anónimas, por el miedo a la policía o a la seguridad. También hubo muchas que estaban siendo perseguidas por el Ministerio del Interior, pues se preguntaban quiénes integran esos grupos que propagan información tan peligrosa.
CC: –Se difundió un manifiesto de la cineasta Amal Rasis sobre el 25 de enero En aquél se demuestra la participación de las mujeres en la Plaza Tahrir.
RA: –Hubo muchas mujeres presentes en la plaza Tahrir, mujeres que se enfrentaban conra sus familias y la tradición. Una de las heroínas de la revolución es Sally Zahran, que murió luchando. Ella se cayó del balcón de su casa porque quería bajar a la manifestación y su familia no la dejaba ir: murió queriendo defender los ideales de la revolución.
Las mujeres estaban implicadas exactamente de la misma manera que los hombres. ¡No fue una revolución de los hombres! También estaban participando todas las mujeres intelectuales, las pioneras con las no pioneras. Yo tengo muchas amigas que asistieron y que estuvieron en la Plaza Tahrir.
Muchas mujeres, sobre todo las jóvenes, fueron a la Plaza Tahrir y se presentaron a sus familiares con una frase: vamos a acompañarlos. No pueden decir que es la revolución de los hombres, estamos aquí porque es nuestro país y estamos aquí para hacer la revolución por nuestro país.
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