Por: Gaudi Calvo – septiembre 16 de 2019
La resistencia yemení dirigida por el frente Ansarolá (Partidarios de Dios), o hutíes como también se los conoce, sigue con su demoledora ofensiva contra Arabia Saudita, que no encuentra la manera de apagar la hoguera que encendió en marzo de 2015 y ahora amenaza con consumir a la familia real, como el fuego que consume dos de sus más importantes yacimientos.
El sábado se conoció que, en el marco de la operación ‘Equilibrio disuasorio II’, una escuadrilla de diez drones yemeníes atacó las instalaciones de la petrolera Saudi Aramco en Abqaiq, la mayor planta de procesamiento de petróleo del mundo a unos 450 km de la capital saudita, y al complejo de Khurais en la Provincia Oriental (Ash-Sharqiyah), a unos 160 km de Riad, la capital del reino, que tiene reservas estimadas de más de 20.000 millones de barriles de petróleo. Con estos ataques, la resistencia yemení le propicia el golpe más demoledor desde el inicio de la guerra. Un alto mando yemení, el general Yahya Saree, advirtió a Riad de más y mayores operaciones.
Los ataques, que se desarrollaron a partir de informes de inteligencia recibidos desde el interior del mismo reino, demuestran los alcances de la resistencia que, desde hace ya un año, pasó claramente a la ofensiva.
Las autoridades sauditas reconocieron que se registraron una serie de explosiones en la madrugada del sábado, que han provocado grandes incendios en las instalaciones mencionadas, los cuales se han llegado a ver a varios kilómetros, por lo que se ha interrumpido la producción y las exportaciones.
Por su parte, la agencia oficial de prensa saudita informó que las llamas en las instalaciones de Abqaiq y de Khurais ya estaban bajo control, sin mencionar si se habían producido bajas entre el personal, donde también trabajan muchos extranjeros particularmente norteamericanos.
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La resistencia yemení, en los últimos meses, ha llevado a cabo operaciones con drones y misiles contra diferentes objetivos dentro del territorio saudita, como bases aéreas y otro tipo de instalaciones. En mayo, en los distritos de Dawadmi y Afif, al oeste de Riad, drones hutíes atacaron un importante gasoducto que recorre de este a oeste el reino y conecta el mar Rojo con el golfo Pérsico. En agosto, otro ataque provocó un gran incendio en las instalaciones de licuefacción de gas natural en Shaybah, también de la compañía nacional Saudi Aramco.
Con este ataque, el reino dejará de producir aproximadamente 5,7 millones de barriles por día, lo que significa el cinco por ciento del suministro mundial de petróleo, más de la mitad de la producción de Arabia Saudita, el mayor exportador mundial de crudo.
Dado que el ataque se produjo en la madrugada del sábado no hubo un efecto inmediato en los precios mundiales del petróleo, aunque los expertos creen que será un gran golpe para la producción […] El viernes el Brent, el crudo de referencia, había cerrado a USD 60,15 por barril.
El posible apremio petrolero que estos ataques han producido obligó al Departamento de Energía de Estados Unidos a anunciar el mismo sábado, apenas conocida la noticia, que estaba preparado para liberar petróleo de su reserva estratégica si fuera necesario.
El portavoz de la coalición encabezada por Riad, que cuenta con el total apoyo de Estados Unidos y sus aliados occidentales, el coronel Turki al-Malki informó que “se están llevando a cabo investigaciones para determinar las partes responsables de planificar y ejecutar estos ataques terroristas”, agregando que la coalición tomaría las medidas necesarias para “salvaguardar los activos nacionales, la seguridad energética internacional y garantizar la estabilidad de la economía mundial”, aunque todavía es muy temprano para evaluar los daños producidos a las instalaciones y en cuánto pueda afectar a la producción petrolera. En esta dirección, Amin Nasser, un alto ejecutivo de la Saudi Aramco, comunicó que en 48 horas la compañía tendría más información para establecer el nivel de producción perdido.
Recordemos que Riad inició el conflicto contra Yemen cuando, tras su renuncia, el entonces presidente yemení, Abd-Rabbu Mansour Hadi, se exilió en Arabia Saudita, abandonando a su país en medio de una guerra civil, por lo que fue obligado por los propios saudíes a dar marcha atrás con su renuncia, violando todas las leyes y dando así un marco ‘legal’ para justificar la avanzada de la coalición que ha generado un verdadero genocidio contra el pueblo yemení: los bombardeos han provocado cerca de 110.000 muertos, pero también la hambruna afecta a más de 13 millones de personas y las diferentes epidemias siguen sumando miles de muertos más, por lo que Naciones Unidas ha definido este conflicto como la peor crisis humanitaria de la actualidad.
El sospechoso de siempre
El secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, rápidamente salió a acusar a Teherán de los ataques del sábado contra Abqaiq y Khurais. Si bien el frente Ansarolá es de mayoría chiita, al igual que Irán, en los 4 años y 7 meses que lleva esta guerra ni Estados Unidos ni agencia de inteligencia internacional alguna han podido demostrar algún elemento que los conecte. Aunque, a decir verdad, sí es ampliamente conocida que la coalición de Arabia Saudita y una docena de países árabes es apoyada por Estados Unidos, Israel y varias naciones occidentales, ¿por qué razón la República Islámica de Irán no podría apoyar a sus hermanos chiíes?
Pompeo, en su mensaje de Twitter, acusa directamente a Teherán diciendo que “no había evidencia de que los ataques vinieran de Yemen, por lo que tuvo que provenir de Irán”. El exdirector de la CIA de Trump, además, sube la apuesta y agrega: “En medio de todos los llamados a la reducción de la escala, Irán ha lanzado un ataque sin precedentes contra el suministro de energía del mundo”.
El gobierno estadounidense ha responsabilizado a Teherán de por lo menos cien ataques contra Arabia Saudita sin aportar pruebas. Esta obsesión se inscribe en la campaña de hostigamiento que ha desarrollado la política exterior de Donald Trump prácticamente desde su inicio de mandato en enero de 2016.
Donald Trump, en una comunicación con el príncipe heredero, Mohámed bin Salmán, el hombre fuerte del régimen saudita, ofreció su apoyo a la autodefensa del reino, por lo que podría estar abriendo la puerta a la intensificación del conflicto.
Este ataque y las nuevas acusaciones de Washington a Irán se producen en un momento crucial de la difícil relación entre los gobiernos de Trump y Hasán Rohaní: en mayo de 2018 Estados Unidos se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear con Irán, conocido como G5+1, restableciendo también las sanciones económicas contra el país persa que, liberado de las obligaciones que le imponían acotar sus investigaciones nucleares, volvió a sus trabajos de enriquecimiento de uranio, superando hace más de un mes la cota establecida en los acuerdos de 2015.
Estos ataques también se producen en momentos en que Trump, muy disimuladamente, había dejado entrever que estaría dispuesto a iniciar conversaciones con Irán, fuera del marco de la próxima Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, que se producirían a finales de septiembre, lo que ahora podría estar en duda.
El senador republicano de Carolina del Sur, Lindsey Graham, un importante aliado de Trump, escribió en su cuenta de Twitter que: “Este es el momento para que Estados Unidos ponga sobre la mesa un ataque contra las refinerías iraníes si continúan sus provocaciones o aumentan el enriquecimiento nuclear”.
La situación tras los ataques del sábado hace mucho más confuso el panorama, lo que podría precipitar un conflicto abierto entre Irán y Estados Unidos en el que jugadores muy interesados en que esto suceda, fundamentalmente Israel, podrían ejecutar alguna acción para que finalmente sus deseos se cumplan, más allá de las miles de muertes que sus intereses podrían producir.
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* Guadi Calvo es escritor y periodista argentino, y analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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