Niño con tapabocas. Foto: Manuel Darío Fuentes Hernandez.
Esta crisis eventualmente terminará y volveremos a vernos, nos juntará la calle y la necesidad de soñar juntos y afrontar el mundo que nos deje la pandemia.

Esta crisis eventualmente terminará y volveremos a vernos, nos juntará la calle y la necesidad de soñar juntos y afrontar el mundo que nos deje la pandemia.

No debemos olvidarlo: aunque el miedo nos empuje hoy de vuelta a la caverna, como muchas otras veces en la historia, este mal momento pasará y debemos estar preparados para afrontar lo que resulte de esta crisis. Por ahora, nos corresponde cuidar de nosotros mismos y de otros, hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitar el contagio de la COVID-19 y apoyarnos entre familiares, amigos, vecinos, compañeros o simples extraños para sobrellevar una situación que golpea nuestra salud, nuestros bolsillos, nuestras emociones y nuestras posibilidades de construir un mundo mejor.

El momento es propicio para crear, leer, construir nuevos lazos para luchar y hacer ruido juntos. La gente sigue haciéndose sentir, cacerola en mano o a través de balcones y ventanas, para rechazar el manejo que Duque le ha dado a la situación sanitaria y la forma oportunista en que ha aprovechado la crisis para tapar tanto el genocidio a cuentagotas en contra de los líderes sociales como el escándalo de la ‘ñeñepolítica’, es decir, la compra de votos por el narcotráfico para su campaña a la presidencia en 2018 a plena vista de todo el mundo y por instrucciones de su jefe político, el autocrático senador Álvaro Uribe Vélez, de acuerdo con las denuncias.

Mientras pasa la cuarentena, debemos aprovechar los recursos a nuestro alcance para pasar factura al minúsculo pero poderoso grupo que controla nuestro país por la tardanza en declarar la emergencia y su falta de voluntad para garantizar el pleno cumplimiento de las medidas sanitarias. Es un momento crucial. A pesar de la cuarentena acatada por la mayoría de la población, el índice de contagio en Colombia no ha disminuido significativamente y la situación tiende a agravarse toda vez que una buena parte de los colombianos estaría saliendo a la calle obligada por su trabajo, la desbocada pobreza o la pérdida masiva de empleos –que había empezado mucho antes de la actual situación– sin que se vean acciones claras del Gobierno Nacional para garantizar el mínimo vital de las mayorías y condiciones reales para que los más pobres puedan acatar las medidas de aislamiento social.

Mientras tanto, el subregistro de los casos de la COVID-19 se hace evidente toda vez que las autoridades sanitarias no han garantizado una cantidad apropiada de pruebas diagnósticas ni maquinaria adecuada para procesarlas –rechazando incluso una donación del gobierno de Venezuela–, los precios de los alimentos y medicamentos están desbordados sin que se vean medidas efectivas de la Superintendecia de Industria y Comercio y la Fiscalía para sancionar y judicializar a acaparadores y especuladores, y la repartición de subsidios y mercados por parte del Estado, además de absolutamente insuficiente para las necesidades reales de una población empobrecida, ha generado grandes aglomeraciones y filas en las principales ciudades de parte de quienes deben reclamar esos recursos para poder afrontar el aislamento preventivo.

Bajo las actuales circunstancias y teniendo en cuenta que no nos encontramos en una situación ideal, cuidarnos entre todos implica acatar la cuarentena y prestarnos mutuo apoyo. A la vez, plantea el reto de exigir al Estado que atienda las necesidades de esa nada despreciable porción de la población que más sufre la desigualdad y solo logra conseguir su sustento del día a día a través del rebusque. Esto conlleva que Duque, hoy revestido de poderes especiales por el estado de emergencia, no levante las restricciones sanitarias después del 13 de abril, pues esto no solo va claramente en contra de las recomendaciones de la comunidad científica sino que beneficia exclusivamente a los grandes empresarios, especuladores, banqueros y comerciantes, sectores que presionan para que millones de personas regresen al trabajo y vuelvan a poner en marcha la economía de los más ricos entre los ricos de Colombia, aún poniendo en riesgo la propia vida del pueblo ante la posibilidad de contagio en empresas y sistemas de transporte atestados de gente. El credo de los poderosos ante la COVID-19 es simple y lo repiten sin parar Trump, Bolsonaro y ahora veladamente Duque: no importa que varios miles se mueran, mientras los demás produzcan.

Ahora que nos quedamos en casa, aunque no podamos juntarnos en las calles y plazas, debemos unirnos, claro está, pero para exigir al Estado colombiano que cumpla con su obligación de cuidar de todas las personas que hoy habitan el territorio nacional en medio de la cuarentena generalizada, pero también para denunciar la manera en que se descarga toda la responsabilidad por la salud en cada persona eludiendo la responsabilidad del Estado y el sector financiero en la crisis de la salud en la que nos hundió la Ley 100 de 1993, de la que Uribe –el poder detrás del poder– fue ponente como senador: Colombia apenas tiene 1,5 camas de hospital por cada 1.000 habitantes, ocupando el lugar 124 entre 178 países estudiados en el mundo, un índice extremadamente bajo para afrontar esta pandemia.

Al mismo tiempo, es necesario rechazar el uso que la extrema derecha le está dando a la emergencia para promover el pánico social, el paternalismo y las relaciones clientelares de dependencia de una buena parte de la población a cambio de unos cuantos pesos o un mercado. Entre todos nos cuidamos si no le entregamos el control de nuestra vida al fascismo y defendemos lo poco que queda de nuestra democracia.

Asimismo, debemos unirnos para rechazar el avance de la extrema derecha mundial en medio de la pandemia, salirle al paso a las medidas draconianas que los gobiernos están tomando contra sus ciudadanos y oponernos a la guerra imperialista contra Venezuela que Trump y sus aliados parecen estar dispuestos a iniciar en medio de la emergencia mundial.

Hay que valernos de las redes sociales, de nuestros círculos de amigos, familiares y amigos, de los grupos de solidaridad que formemos, de nuestras ventanas y balcones, de nuestras voces y nuestro ingenio. El mundo que quede después de la crisis dependerá de ello.

Mientras tanto, cuidémonos entre todos, proveamos cuidado mutuo donde sea que nos encontremos y aprovechemos este momento de recogimiento para prepararnos: al final de esta crisis vendrá la lucha por nuestra dignidad y solo dándonos la mano, así sea en sentido figurado por ahora, podremos salir adelante.

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