Sembrando vida - Foto: Reserva Natural Los Gualpantes

Por: Andrés Gómez

En medio de la realidad del narcotráfico, el conflicto armado y los diálogos de la Paz Total en Nariño, existe la “Reserva Natural los Gualpantes” que se encarga de restaurar parte del bosque del piedemonte andino nariñense que comunica a la costa pacífica con la sierra. Los Gualpantes sueñan con ser una organización que promueva un corredor biológico entre Nariño , la Amazonía y el Pacífico a través de los Andes.

El Turbión visitó la Reserva Natural ubicada a 150 kilómetros de Pasto, en la vereda San Francisco, en el municipio de Ricaurte, y conoció a las personas que dan vida a este proyecto que empezó hace 15 años, cuando Harold Mariano decidió hacer una fundación que terminó convirtiéndose en la “Reserva Natural los Gualpantes”. La principal motivación de Mariano fue el secamiento de nacimientos de agua y riachuelos en la parte alta de las montañas, causado por la deforestación que había ocasionado la ganadería,

“había muchas problemáticas de agua en éste sitio en los veranos, y pues teníamos mucho ganado y sabíamos la problemática que había (…) por lo cual hemos decidido abandonar el manejo del ganado, y nos dedicamos a hacer una restauración, y nos formamos como asociación y como reserva”.

En Ricaurte, la caña, la panela, el cultivo de coca para uso ilícito y la ganadería son las economías que mueven el municipio, y particularmente en San Francisco, la ganadería es uno de los renglones más importantes, por lo que Harold tiene razón cuando sostiene que esta economía estaba impactando el ecosistema de la vereda. El artículo: “Impacto de la actividad ganadera sobre el suelo en Colombia” asegura que la ganadería impacta no solo erosionando las tierras sino contaminando las fuentes de agua:

“la ganadería extensiva proporciona cambios negativos debido a la aridez del suelo, ya sea como producto de la deforestación en la creación de pastizales, al igual que por el pisoteo del ganado, que producen cambios estructurales, provocando detonantes erosivos, escasez de nutrientes, hasta la pérdida de diversidad de los mismos (…) debido a los desechos animales entre ellos (estiércol y orines), se pierde la calidad del agua, conllevando a su polución y degeneración”.

En la vereda no había problemas perceptibles con la calidad de las aguas pero si con su cantidad, la reducción era consecuencia de la pérdida de la biodiversidad que había traído la deforestación, sin embargo, los vecinos de Harold miraron con incredulidad que él dejara la ganadería y empezara a restaurar el bosque, afortunadamente decenas de mujeres y jóvenes creyeron en el proyecto y los cambios en el territorio no se hicieron esperar y rápidamente les dieron la razón, así lo cuenta Sofía Garrido, indígena Awá, arquitecta y activista de Los Gualpantes:

“No puede ser que talen una montaña para llenarlo de ganado (…) igual ya nos dimos cuenta de las afectaciones que tiene eso, porque esta reserva surge por la falta de agua, esa sequía que se presentaba en el acueducto, que era por talar en la parte alta de la montaña para meter ganado, y después los directamente afectados pues éramos toda la comunidad de acá de San Francisco (…) Entonces, al ver que ahora pues tienen una afluencia constante en su acueducto de agua, entonces pues ellos han reconocido esa labor que venimos realizando”.

Alíso, Arrayán, Caimito, Cedro, Chachafruto, Guamo Macheto, Gualpante, Guandera, Guayaba, Guayavilla, Guayacán, Huevo de gallo, Madroño, Matapalo, Nacedera, Yarumo, Zapote, y palmas de: Chalar, Gualte, e Inguanul, son algunos de las especies forestales que se resembraron y habitaron de nuevo la montaña e hicieron brotar más que agua, y la Reserva fue ganando reconocimiento más allá de la vereda y Ricaurte.

Sofía cuenta con orgullo que el municipio de Mallama (aledaño a Ricaurte) puso al cuidado de la Reserva 10 hectáreas en un área vital para abastecer la cabecera municipal del Municipio de Ricaurte:

“tenemos, una un lote que era del municipio que nos donó el municipio, dijo: ‘Gualpantes, tenga les dono 10 hectáreas para que ustedes se empoderen y lo cuiden’, y precisamente en esas 10 hectáreas tenemos un tanque de abastecimiento que abastece la cabecera municipal del municipio”.

Mujeres que retornan al territorio para restaurar

Mujeres de la Reserva Natural los Gualpantes reparando predios que fueron potreros de ganado -Foto: Los Gualpantes

En la reserva de 150 hectáreas participan 80 mujeres, y son en total 94 personas, entre voluntarias, sabedoras y profesionales. Harold, quien fundó la asociación, nunca imaginó que serían mujeres y jóvenes el grueso de la organización cuando convocó a las personas de la vereda y del municipio a ser parte activa de la misma:

“En esta reserva las que se empoderaron fueron las mujeres, y ellas son las que manejan todo este tema social y ambiental”.

Stefany Legarda, socióloga y activista de la reserva, asegura que la participación de las mujeres, en la recuperación ambiental, se debe a una mezcla entre, el compromiso con el cuidado de la vida y el convocar a las mujeres que han salido del territorio para estudiar, a retornar y quedarse para mejorar las condiciones de las comunidades.

“Tenemos una conexión muy especial con la naturaleza: la de proteger. Al igual que la tierra, la que nos alimenta, así también es la mujer, la que alimenta sus hijos, la que alimenta su hogar (…) y como nosotros nos hemos ido relacionando con otro tipo de mujeres que han hecho sus estudios en las universidades, y han retornado acá a nuestro territorio, hemos tratado de invitarlas para que apoyen en estos procesos, para que nos apoyen y nos ayuden a generar todo este tema de conciencia ambiental, de reconocer la riqueza natural que tenemos en nuestro territorio, y de mejorar esa relación que tiene el ser humano con la naturaleza”.

No son pocas las mujeres profesionales que ahora hacen parte de la reserva y que aportan su conocimiento a las personas y al territorio. Ingenieras agroforestales y ambientales, arquitectas, psicólogas, enfermeras y sociólogas, son parte de las 80 mujeres que proyectan e implementan acciones con las que han logrado restaurar 6 hectáreas en las que hoy hay más de 7.000 árboles de 174 especies diferentes. Otras cuatro hectáreas no las están restaurando con sus manos sino que aprenden de cómo el bosque del piedemonte andino costero recupera los potreros:

“Se la deja libremente [naturaleza], solamente se monitorea qué especies están haciendo, cuáles no”.

El volver para restaurar la vida no sólo enriqueció la vida del bosque andino costero, también fortaleció la voz de las mujeres que participan de la iniciativa, de las cuales muchas son jóvenes.

“[Antes] Nos daba temor tomar la palabra, dar nuestras ideas, pero aquí en la reserva (…) ha permitido que adquiramos esa fortaleza, que adquirimos ese empoderamiento de poder decir en voz alta lo que pensamos, como nos soñamos nuestro territorio, cómo pensamos; que podemos afrontar las diferentes problemáticas que se presentan en el mismo. Entonces pienso que este trabajo ha permitido enriquecerme, tanto en conocimientos, tanto en fortaleza para manifestar lo que pensamos, y trabajar por esos sueños que tenemos”.

Observar, escuchar y sembrar

Talleres de reparación ambiental – Foto: Reserva Natural los Gualpantes

Convertir los bosques de niebla en potreros fue una de las causas de la deforestación pero no la única, el derribar árboles de madera fina para la construcción y fabricación de muebles aportó su cuota en la destrucción; así como la tala de árboles usados como carburantes, como el Gualpante, apetecido por propietarios de alambiques para hervir el jugo de la caña panelera y hacer panela o el licor conocido como chapil.

La deforestación causó que empezaran a escasear no solo los árboles, la gente no vio más la grácil figura de los venados, ni la astucia felina de los jaguares o los tigrillos, y vieron como velozmente los armadillos y las zarigüeyas se iban del territorio, también dejaron de escuchar el canto de decenas de aves diferentes y del colorido de los Tucanes azules de montaña o de los Colibríes.

Al restaurar la parte alta de las montañas, la Reserva los Gualpantes, no sólo sembró árboles y agua, también atrajo de nuevo las aves y grandes mamíferos, así lo asegura con emoción Stefany Legarda:

“aquí escasamente a 10 – 20 minutos encontramos los venados, ya los encontramos. Entonces es una experiencia muy bonita que se está dando a conocer y el trabajo que estamos haciendo es contundente”

Harold cuenta que el nombre de la reserva es por el árbol de Gualpante, el cual tiene frutos comestibles para pájaros y roedores, y es vital para el ecosistema, sin embargo, a pesar de la reforestación las consecuencias de lo sucedido se siguen enfrentando, Stefany Legarda lo comentó: “hay una problemática bien grave en nuestros territorios [es] que las aves se están volviendo migratorias”.

Estas palabras muestran la gravedad de la deforestación, teniendo en cuenta que, de acuerdo a la página de Biodiversidad en Cifras, los municipios de Ricaurte, Barbacoas y Tumaco son los más biodiversos de Colombia, con casi 3.000 especies en cada municipio. Y según el Sistema Global de Información sobre Biodiversidad (GBIF):

“[Nariño] sobresale como un centro importante para la conservación de las aves en Colombia dado su alto número de especies endémicas y con rango restringido y por el hecho de ser considerado por algunos autores como centro de especiación, especialmente para el grupo de los colibríes”.

Stefany cuenta que en esta restauración del territorio ha sido vital escuchar a los y las sabedoras, y considerar los saberes de los diferentes pueblos para entender cómo atraer la fauna de nuevo al bosque de niebla:

“A través de las [y] de los sabedores, de las personas mayores, de las comunidades indígenas que tradicionalmente han estado en este territorio y conocen muy bien la utilidad de cada una de las plantas (…) charlamos con ellos. Nos comentan qué tipo de especies habían acá en esta zona, la importancia que tienen los animales que se alimentan de ellas, cuáles son buenas para restaurar esas fuentes hídricas que fueron deterioradas (…) comunicarnos con las personas de nuestro entorno, preguntarles cómo era ese paisaje, que ellos nos orienten, cómo es el proceso de siembra, cómo es el proceso de recolección de esas semillas, el tiempo que tardaría para el crecimiento de diferentes especies arbórea y arbustivas”.

Las mujeres que conforman la Reserva Natural Los Gualpantes nos enseñan que la restauración no es un asunto de sembrar árboles sino de considerar la sabiduría del otro, observar a la naturaleza y escuchar para incluir, y nos muestran que al pensar la restauración de la biodiversidad y actuar acorde se gesta vida:

“Se sembraron arbustos y árboles, como dijo mi compañera, de importancia ecológica, social y también pues cultural dentro del territorio, porque muchas de estas especies se las considera unas como maderas finas, otras como especies dentro energéticas y otras también para que fije el suelo y se evite la remoción. La otra importancia ecológica es porque sirve de alimentos para las aves, para los animales, mamíferos, hemos visto en las cámaras trampa [de monitoreo] zarigüeyas, incluso en estado de gestación. Hemos podido capturar esto con las cámaras trampa y todo esto pues nos ha devuelto el proceso de restauración ecológica que se hizo dentro de la zona”.

Restaurar en medio del conflicto armado

Cultivos de coca en Ricaurte – Foto: Andrés Gómez

En las montañas de Nariño indígenas, afrodescendientes y campesinos han vivido el conflicto armado desde hace poco más de dos décadas, al igual que las frustraciones de la nula implementación del acuerdo de paz durante la estadía de Duque en el Palacio de Nariño, y hoy tienen esperanza ante las negociaciones de Paz Total del presidente Gustavo Petro con la disidencia del ELN: “Comuneros del Sur”.

La expectativa no es infundada. Comuneros del Sur ha detonado su armamento y ha firmado compromisos con agencias del gobierno a principios de abril de 2025 en la ciudad de Pasto, y aunque el conflicto se vive con menos intensidad que en otras regiones del país como, Catatumbo o el Cauca, Nariño es disputado por al menos tres estructuras según Indepaz:

“El EMC, la Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano (disidencia de la Segunda Marquetalia) con sus socios locales, el Frente Comuneros del Sur, disidencia del ELN. Estas facciones operan en áreas como Tumaco, Barbacoas, Ricaurte y la zona de cordillera (…) la competencia entre estos grupos ha generado afectaciones directas a la población civil, como confinamientos, amenazas, asesinatos y reclutamiento forzado”.

Solo en Barbacoas hacen presencia 5 estructuras: Frente Comuneros del Sur; Frente Oliver Sinisterra; Frente Ariel Aldana; y Frente 21 Iván Ríos, los 3 últimos frentes hacen parte de las estructuras de la Coordinadora Nacional del Ejército Bolivariano; y por último está el enemigo común a los anteriores: el Frente Urias Rendón del Bloque Occidental Jacobo Arenas.

En Ricaurte, hacen presencia Comuneros del Sur; el Frente Iván Ríos de la Coordinadora Nacional del Ejército Bolivariano, y sus opositores: el Frente Urias Rendón del Bloque Occidental Jacobo Arenas.

¿Cómo afecta esto a la Reserva Los Gualpantes dado que, ser ambientalista en medio de la guerra es un riesgo?

En Colombia , entre enero de 2016 y octubre de 2025, Indepaz publicó que 631 líderes y defensores del medio ambiente fueron asesinados: 333 indígenas, 151 campesinos, 107 afros y 40 activistas ambientales. Los tipos de conflictos que Indepaz identifica como causas detrás de esta violencia son principalmente el de silenciar a los y las ambientalistas, imponer miedo y evitar que se luche en contra de la minería, el monocultivo agroindustrial y el petróleo. En el caso de La Reserva Los Gualpantes el monocultivo de coca, que afecta a varios municipios de Nariño, ha generado conflictos y riesgos para ellas y ellos, así lo asegura Harold:

“En ese tema sí hemos tenido compliques porque tenemos aledañas cultivos ilícitos. Yo he sido uno de los principales que he sido amenazado”, lo he denunciado ante las leyes competentes del Estado, pero no hemos tenido ninguna respuesta”.

Cultivos de Coca entre Ricaurte y Barbacoas en Nariño, Colombia – Video Andrés Gómez

Las palabras de Harold hacen eco al informe de Indepaz, el cual repite el análisis de que el Estado colombiano firma acuerdos que no cumple.

“El gobierno ha adoptado algunas medidas, como la firma del Acuerdo de Escazú, que tiene como objetivo proteger a los defensores de los derechos ambientales. No obstante, su implementación ha sido limitada, y la falta de voluntad política ha impedido que las medidas de protección lleguen a las zonas más afectadas”.

Sofía Garrido sostiene que ante los conflictos con los actores armados la Reserva no ha visto limitada su capacidad para llevar a cabo su trabajo de conservación, y afirma que esto es posible gracias a pensarse de forma diferente y sembrar.

“[el conflicto] no es un limitante porque nosotros no pensamos a través de ese conflicto existente, pensamos a través de la construcción. Por ejemplo, trabajo con los niños que son parte y de las comunidades indígenas (…) con la reserva, también es muy bonito dejarles no solo la semilla del árbol, sino dejarles la semilla del saber. Pasa la semilla a ellos para que ellos también aprendan a ver desde otra visual nuestro territorio, no solamente del conflicto (…) creo que el trabajo que se hace en Gualpantes es fundamental para construir una semilla diferente para muchísimos niños, jóvenes y universitarios, que es el paso también que damos nosotros al participar acá en construcción de la reserva”.

Sofia, Stefany, Elizabeth, Harold, y todas las personas que participan de la organización saben que el conflicto con la ganadería y los cultivos de coca no van a desaparecer pronto, pero apuestan a la creación y la inclusión como forma de solución, enfrentando no solo las adversidades del territorio, sino los retos personales, y vinculando a las personas de otros municipios que se han quedado, como el caso de Elizabeth que nació en Consacá, otro municipio del Departamento de Nariño, y luego de trabajar como contratista y quedar embarazada se quedó en Ricaurte.

A Elizabeth le impresionó la realidad de los cultivos de coca y el conflicto armado: “estaba en una burbuja porque no es la misma realidad en todos los pueblos”. Pero lo que más la impactó fue que la gente no cultivaba.

“Aquí se puede dar tomate, se puede dar lulo, se puede dar maíz, se puede dar ají, se puede dar pimentón. Todo lo sembré y todo produce. Pero aquí no me encontré con nadie que me impulse esa idea. Todos decían, ‘No, eso no se da’. ‘Usted, ¿qué es que le pasa?’, ‘usted está perdiendo su tiempo experimentando con eso’. Llegado al caso en una reunión que hicieron aquí, me encontré con el equipo de Gualpantes, empecé mi voluntariado con ellos porque tenían el mismo sueño que yo. Entonces, yo dije: ¡No estoy sola, no estoy loca, las cosas se pueden hacer! y eso es lo que me ha mantenido en el equipo de Gualpantes. Tenemos las mismas expectativas de trabajar con la comunidad”.

Desafíos

El punto naranja es la Reserva Natural los Gualpantes, ubicada en medio de potreros de ganado y algunos de coca – Foto: Imagen Satelital descargada de Copernicus

Además del conflicto armado y las economías ilícitas la falta de titularidad en la propiedad rural ha dificultado que se amplíe legalmente la reserva, esta situación se refleja en los casos de falsa tradición, situaciones en las que la persona no tiene el pleno dominio o la propiedad. El sitio Ámbito Jurídico explica que ésto sucede en casos de “enajenación de cosa ajena, transferencia de derechos incompletos o sin antecedente propio” y en Nariño, para 2018, había 69.326 casos. Sobre esto, Stefany Legarda cuenta:

“para ser reconocidos como reservas de la sociedad civil, todavía nos hace falta contar con un plan de manejo ambiental, tener cartografiada nuestras zonas de conservación, hacer como un inventario. Reconocer esa importancia de esas zonas de conservación (…) también nos hace falta este tema de la legalización de los predios, porque muchas de las escrituras están en una figura que se denominan como de falsa tradición”.

La Reserva había proyectado abordar esta situación con un proyecto financiado por la USAID, pero con la aniquilación de la agencia por parte de Elon Musk, la iniciativa esta postergada y con ello, el proyecto que consolidaría que en el municipio varias personas contribuyeran a constituir una red de reservas naturales,

“(…) nuestra propuesta era crear el sistema municipal de áreas protegidas del municipio de Ricaurte. Ya estábamos en el proceso de co-creación, habíamos sido seleccionados y queríamos consolidar este proceso de las reservas de la sociedad civil, ayudar a consolidar y a legalizar esas nuevas iniciativas que se estaban creando acá en nuestro municipio. Íbamos a hacer todo ese tema de cartografía, de identificación de esos potenciales ecológicos de esas zonas (…). También pensábamos hacer una ruta turística, y todo un proceso de gestión de riesgo frente al cambio climático (…) y la verdad sí nos ha dolido muchísimo como organización, teníamos muchísimas esperanzas en esa iniciativa, además porque no iba a ser un beneficio solo para las 90 personas que hacen parte de la reserva, diríamos 90 personas directamente, pero indirectamente pues son muchas más, se pensaba para el beneficio de todo el municipio”

Además, el proyecto facilitaría un diálogo entre indígenas, campesinos, comunidades negras y consolidar iniciativas de conservación que incluirían los municipios de Mallama, Ricaurte, Barbacoas y Tumaco. Por ahora, el equipo de Los Gualpantes, sigue buscando otras posibilidades para llevar el sueño a la realidad.

Otro desafío que enfrenta cualquier organización es el relevo generacional y para quienes participan en la Reserva es vital involucrar a las personas jóvenes en temas ambientales para que al empoderarse en los esfuerzos de conservación sean los futuros líderes ambientales, y repliquen sus aprendizajes para enseñar a otros. Y en este aspecto no se han quedado quietos, así lo sostiene Sofía Garrido:

“En el proceso de restauración que comentaba mi compañera Elizabeth, estuvo acompañada de unos procesos formativos en las instituciones educativas, la institución educativa en el municipio de Ricaurte, la institución educativa Ospina Pérez, que también hace parte de Ricaurte, en la institución educativa del Palmar, y también la institución educativa de Barbacoas, donde nosotros les fuimos a enseñar todos estos temas de cambio climático, temas de biodiversidad, temas de restauración ecológica y también incursionamos en temas de eco feminismo”.

La reserva incentiva a los y las jóvenes a conocer y valorar la biodiversidad de su territorio, para Harold con esta acción, logran uno de sus objetivos: “queremos robar los niños, los jóvenes a la guerra, que los niños no se los lleven a la guerra, queremos tenerlos acá, porque ese es uno de los sueños más grandes”.

Las palabras de Harold hablan de la cruda realidad del reclutamiento de menores en Nariño, según la Defensoría del Pueblo, solo en 2024, al menos 11 menores fueron reclutados, esta cifra es muy inferior teniendo en cuenta el subregistro, y no tiene en cuenta la deserción escolar para trabajar como raspachínes, y por ello Sofía Garrido manifiesta que se debe mostrar que en la vida hay más:

“Que ellos miren que hay otras opciones aparte, pues, de lo que muestra la cruda realidad del conflicto ¿no? Que hay otras posibilidades, que ellos pueden ser los futuros ingenieros, ambientales, forestales, biólogos, humanistas, bueno, como ellos quieran soñar”

La Reserva Natural Los Gualpantes están convencidos que es a través de la restauración ecológica, el empoderamiento de las mujeres y la educación ambiental, que se pueden transformar las economías que devastan y erosionan, no solo el suelo, sino la vida misma, y creen en construir otra realidad: una en la que los árboles atraigan más vida y las comunidades se unan, enseñando a las nuevas generaciones que su futuro no está en los monocultivos, ni en la explotación desmedida del suelo y de animales, y mucho menos en la guerra, sino en la protección de la vida y la existencia.


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