Por: Natalia Margarita Parada – febrero 4 de 2012
Al cumplirse un año del histórico 25 de enero egipcio, fecha que en 2011 marcó el inicio de las movilizaciones que terminaron en la salida del poder de Hosni Mubarak, miles de manifestantes volvieron a llenar la emblemática Plaza Tahrir (Plaza de la Liberación) en una jornada de conmemoración en la que los ánimos de protesta predominaron sobre los festejos. “Esto es una revolución no una celebración” arengaban las multitudes congregadas para rechazar, una vez más, al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF, por su sigla en inglés) y exigir la transferencia del poder a una autoridad civil. “Sólo seremos libres hasta que la Junta Militar y el General se vayan”, sugerían varios carteles.
Durante la manifestación se honró a las víctimas, pero ante todo se exigió que los responsables sean llevados ante la justicia, recordando que ni un solo policía o militar ha sido convicto por el asesinato de los más de 800 manifestantes en el último año y que, en contraste, han sido cerca de 12.000 los civiles que, debido a su participación en las movilizaciones, han sido puestos ante tribunales militares. Por ello, poner fin a los juicios militares de civiles ha sido una de las demandas en las que más insisten los luchadores egipcios.
Las exigencias elevadas en ocasión al aniversario no son nuevas y han hecho parte de la agenda de movilizaciones que el pueblo egipcio ha sostenido a lo largo de un año. Así, lo que se puso de presente el pasado 25 de enero es que el camino a recorrer es largo y que los ánimos todavía no están para celebrar, especialmente después de que miembros de la Hermandad Musulmana, organización que ahora controla las mayorías en el Parlamento, intentaron convertir las manifestaciones por el aniversario en una celebración de sus triunfos electorales, lo cual no fue bienvenido en medio del ambiente de protesta.
La fisura con la Hermandad Musulmana se profundizó el viernes siguiente al aniversario, durante la acostumbrada jornada de rezo y protesta en la Plaza Tahrir, cuando el clérigo musulmán Mazhar Shaheen confrontó el regocijo de la Hermandad Musulmana a través de un sermón en el que, con tono firme, aseveró que “yo no vine a celebrar, a cantar o a bailar, vine a exigir retribución para los asesinos de los mártires de la revolución”.
Las arengas utilizadas tradicionalmente para rechazar a la Junta Militar empezaron, entonces, a ser redirigidas en contra de la Hermandad Musulmana, cuya reciente actitud ha sido interpretada como una muestra de distanciamiento de la agrupación hacia el movimiento de protesta. Así los ánimos, la confrontación directa fue solo una cuestión de tiempo: “Vendiste la revolución, vendiste la revolución, Badie” fue el canto que, en referencia al Guía de la Hermandad Musulmana, Mohamed Badie, miles de manifestantes vociferaron con furia en una marcha que esta vez no sería reprimida por la policía o los militares sino por un bloque de la Hermandad Musulmana que impidió la llegada de los manifestantes al Parlamento, generando así enfrentamientos menores.
Lo que los manifestantes y miembros de decenas de organizaciones políticas se proponían era hacer entrega a los parlamentarios de una propuesta de transferencia del poder por parte de la Junta Militar, pues pasado casi un año desde que se hicieron al control del país no se siente que los militares tengan intención distinta a la de asegurar, de una u otra forma, su permanencia en el poder. La apuesta de distintos sectores es la de garantizar que la elaboración de la nueva Constitución y las elecciones presidenciales sean procesos netamente civiles, libres de supervisión e interferencia militar.
El rechazo y prevención hacia la Junta Militar no es injustificado. El estancado proceso en contra del expresidente Hosni Mubarak y de las personas vinculadas a su administración, la impunidad en las muertes del último año y la reiterada violencia militar contra manifestantes son los motivos que han conducido a la generalizada conclusión de que sigue al mando el mismo régimen bajo distintas caras. Es ése el sentir en el que coinciden las más diversas agrupaciones y la razón de las constantes movilizaciones tras la salida de Mubarak.
Las imágenes del aniversario han recordado las de hace un año, no sólo por la multitudinaria concurrencia en las calles sino también por el descontento y determinación con la que los manifestantes, al igual que en 2011, han salido en los últimos días a protestar. Por otro lado, es relevante preguntarse si la Hermandad Musulmana, históricamente abanderada de la justicia social, perseguida y asediada durante más de ocho décadas, y ahora en el Parlamento, mantendrá su discurso de lealtad y compromiso hacia el movimiento popular que le permitió escalar políticamente hasta su posición actual, pues sólo tras la salida de Mubarak del poder esa agrupación pudo salir de la clandestinidad y conformar un partido político, el Partido de la Libertad y Justicia (FJP), con el que ahora controla la mayorías parlamentarias.
A un año del levantamiento, los manifestantes de Egipto continúan luchando por una revolución profunda y exigiendo principalmente la salida de los militares del poder, esperando que quienes hoy ocupan lugares en el Parlamento no olviden que la lucha por un Egipto libre, digno y democrático no se ha completado aún y que fue en las calles donde el pueblo libró la batalla que expulsó a Mubarak después de 30 años.
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