Febrero 22 de 2008
La marcha del cuatro de febrero ha sido una movilización particular por la manera como fue convocada desde los monopolios de comunicación, por el momento en que se llamó a marchar a las calles, por la forma en que fue asumida por la gente y por las repercusiones que ha tenido la misma. Es convocada, en principio, por un grupo de jóvenes que en favor de los secuestrados promueve una movilización. Dicho grupo pasa sospechosamente de escribir correos, a hacerse responsable de una movilización en la que se desplegaron recursos nunca antes vistos y en la que los grandes medios de comunicación tuvieron gran responsabilidad en cuanto a la convocatoria.
La marcha, desde su preparación, es usada para dispersar de la opinión pública otros temas como los de la relación de Mario Uribe, primo del presidente de la República, con la parapolítica y la demanda por calumnia de Álvaro Uribe contra el presidente de la Corte Suprema de Justicia, César Julio Valencia Copete, cuando éste sostiene que el presidente abogó por su primo en relación con el proceso penal que se le imputa.
Por otra parte, la marcha desató emociones viscerales que nublan a la población en sentimientos supuestamente nacionalistas a favor de una paz intolerante y armamentista, actos que deben ser tomados con sensatez por parte de organizaciones que promuevan la organización civil y la defensa de libertades democráticas.
La preparación de la marcha no solo se enfocó en el hecho mismo de salir a las calles: la campaña de convocatoria, que incluyó millonarios contratos a prestigiosas agencias de publicidad, motivó también un ambiente de estigmatización y señalamiento contra la oposición, a la que empieza a señalarse como enemigos de la ‘paz uribista’. De esta manera, después de la entrega de Clara Rojas y Consuelo González por parte de las FARC, gracias a la mediación de la senadora Piedad Córdoba y el presidente Chávez, la dirigente liberal fue agredida en aeropuertos del país y señalada de “apátrida” y aliada de la subversión. A la vez, la marcha cambiaba de sentido: de mediar por los secuestrados y el intercambio humanitario pasó, por obra y gracia de los monopolios de comunicación y el gobierno, a enfocarse en un rechazo a la guerrilla de las FARC manipulado por los intereses dominantes en el país.
Parece, entonces, que lo pretendido con esta movilización es utilizarla para adelantar una arremetida internacional en contra de la imagen del grupo guerrillero y que se busca hacer lo mismo con los opositores al gobierno actual, con el objeto de robustecer la opinión pública respecto a las medidas económicas, los acuerdos con los narcoparamilitares y la llamada ‘seguridad democrática’ del Jefe de Estado. Muestra de ello fue el despliegue mediático, la convocatoria desde Facebook –que, por un momento, dejó de ser un sitio para averiguar chismes y ser visto–, el apoyo de algunas universidades y el soporte del sector empresarial al dar el día libre y gastar en camisetas, banderines y otros accesorios alusivos a la paz sectaria de Uribe.
De esta manera, las personas que asistieron a la marcha fueron convocados por organizaciones políticas y partidos del círculo inmediato del presidente, estructuras que apoyaron la iniciativa desde un comienzo. Por otra parte, las personas que apuestan a la paz sin detenerse a pensar un poco en el tipo de paz que les es propuesta también se lanzaron a las calles en pos del sentimiento supuestamente patriótico que flotaba en el ambiente. Además, algunas acciones guerrilleras, que resultan de un cálculo político erróneo, han generado importantes rechazos desde diversos sectores por sus cruentos resultados y por el aprovechamiento que de ellas hacen los sectores más proclives al gobierno, a través de los grandes medios de comunicación, que las emplean para sustentar el discurso que señala a la insurgencia armada como el origen y causa de todos los problemas del país, acrecentando el número de asistentes a la marcha.
Sin embargo, lo importante no es la cantidad de gente que asistió, como tratan de hacer ver los medios, ni el estrato o la difusión mediática desesperada y bien organizada, sino los síntomas de una creciente manipulación y de una intolerancia política que favorece a quienes se benefician del poder: llegar a acallar con golpes e injurias las voces que recordaban el acuerdo humanitario, a las personas que denunciaban los nexos que tiene el paramilitarismo con el gobierno de Uribe y lanzar arengas para catalogar al Polo Democrático Alternativo como guerrilleros sólo beneficia a la paranoia generalizada con la cual se recupera la debilitada legitimidad del régimen y se justifica que libertades democráticas fundamentales, como la de expresión, se vean coartadas.
Pasada la marcha que, con fines generosos, organizaron y concluyeron un grupo de jóvenes patriotas, la paz al estilo de Uribe se ha capitalizado. Muestra de ello es la recolecta de firmas que se inició pasada la marcha por una nueva reelección presidencial y que busca enterrar el tema de las relaciones del presidente con la parapolítica, los problemas económicos que enfrenta el país, el aumento de la pobreza y la miseria, la crisis en materia de derechos humanos y la violencia generalizada por unos narcoparamilitares en proceso de reingeniería.
Es por ello que se debe actuar de forma responsable desde quienes buscan salidas políticas al conflicto y quienes se oponen al guerrerismo descarnado que se ha impuesto en Colombia. El análisis juicioso sobre las posturas en contienda, sobre la población que se ve afectada por la guerra, sobre las condiciones que la generan, sobre el respeto al Derecho Internacional Humanitario por las partes en confrontación, sobre los intereses que guían el accionar de las guerrillas y el gobierno, y sobre el rumbo político que ha asumido el país se imponen en la agenda para buscar propuestas concretas que transformen al país. Si la respuestas no conllevan madurez suficiente, se ofrecerá a las personas más cortinas de humo, más enemigos absolutos y perfeccionados por un discurso gobiernista en el que se señala a toda oposición como enemiga, más beneficios a la imagen de un supuesto Mesías que dice “trabajar, trabajar y trabajar” para que le crean que lo hace por el pueblo.
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