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Febrero 22 de 2008

En agosto de 2007 se conoció la noticia de las graves dificultades por las que se encuentra atravesando el sector hipotecario en Estados Unidos. Los impactos de esta situación se han presentado principalmente en la deuda privada, donde miles de estadounidenses que tenían créditos han caído en la quiebra. Luego, para enero de este año, se comenzaron a ver repercusiones en otros sectores como el de servicios, actividad que bajó más de 10 puntos porcentuales, perturbando también el empleo en las empresas, que se ha derrumbado a niveles del 5%, afectando de forma más aguda la crisis crediticia y de los inmuebles.

Ligado a lo anterior, se encuentra el gran déficit fiscal de Estados Unidos, que superó este año los 400.000 millones de dólares, afectado por el aumento de los gastos militares y las reducciones tributarias a los ricos. El resultado: una deuda pública que supera los 7,4 billones de dólares, el 67 % del PBI, unos 25 mil dólares por habitante. Desde hace un año, el ritmo de aumento diario de esta deuda es del orden de los 1.700 millones de dólares, donde el principal acreedor es la China, una gran potencia imperialista en surgimiento. Pero hoy el problema estadounidense se está pareciendo al de los países del Tercer Mundo: consume más de lo que produce y lo hace tomando dinero prestado.

Además, la economía que ha promovido Estados Unidos se ha caracterizado por potenciar el sector no real de la economía, el de los servicios y las finanzas, invirtiendo grandes cantidades de dinero en los países que tienen altas tasas de interés para engrosar sus finanzas, caso contrario al de otras potencias que han invertido en el sector de la industria y la tecnología.

Muchos de los expertos indican que el Producto Interno Bruto de ese país sufrirá una contracción este año. El dólar, como en Colombia, continúa cayendo en el mundo y, de continuar esta tendencia de debilitamiento, los grandes inversionistas retirarán sus dineros, precipitando aun más su caída, como un círculo vicioso.

Por otro lado, el modelo de crecimiento gringo se ha basado en los movimientos estratégicos para la alta explotación de los países del Sur, que poseen gran potencial de materias primas como petróleo, agua y otros minerales, garantizando mantener su dominio con brutales guerras de invasión y entrgando esas economías a las grandes multinacionales, las clases gobernantes nacionales y los especuladores locales.

Las aventuras militares de EEUU en el mundo han incluido el entrenamiento de diferentes ejércitos privados en África, América Central y del Sur para el control de zonas estratégicas; la invasión a Irak para apropiarse de una de las mayores reservas petroleras del mundo y los planes de invasión a Irán, Corea del Norte y Venezuela, con el fin de controlar geopolíticamente regiones estratégicas del mundo y de apropiarse de cuantiosos recursos naturales; y, fundamentalmente, la generación de una gigantesca industria armamentista que domina, incluso, la agenda pública de Bush –quien no duda en visitar a sus aliados en Medio Oriente para llenar arsenales de países violadores de los derechos humanos, como Israel o Arabia Saudita– y los grandes planes de gasto público: la Potencia del Norte ha gastado grandes recursos en armas y en guerras que no le han arrojado los resultados esperados ni el control total de los recursos que buscaba.

Aunque después de la segunda guerra mundial fueron creados el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para contener las posibles crisis, su actual agonía es muestra de que dichas instituciones multilaterales no hicieron nada por prevenir este problema y no son parte de la solución tampoco, sino que hacen parte de la irresponsabilidad fiscal del gobierno gringo.

Para empeorar su panorama, en Latinoamérica, su patio trasero, se vienen desarrollando procesos de independencia económica, como en Venezuela que lo amenaza con no venderle mas petróleo y cerrar la economía a sus importaciones.

Lo cierto es que un 25% de la economía mundial se encuentra hoy manejada por los Estados Unidos. En este sentido, muchas de las economías de América Latina se verían seriamente afectadas, dada la excesiva dependencia que por décadas se ha consolidado en nuestros países. En Colombia se prevé un aumento del déficit fiscal, de la inflación, de las altas tasas de interés y el empeoramiento del desbalance entre los dólares que se gastan y los que se pueden generar.

Entre los efectos también se encuentran la reducción de las exportaciones, sobre todo de las mercancías dependientes; la precipitada fuga de capitales de los grandes inversionistas, dejando ilíquido al país, y, muy posiblemente, la quiebra de poderosas multinacionales.

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