Por: David Bernal y Omar Vera – septiembre 5 de 2012
Son 167 los días que han completado los trabajadores de la Vidriera de Caldas en un cese de actividades que ellos no decidieron: desde el 23 de marzo pasado, las directivas de la empresa decidieron declararla en iliquidez y parar la producción, lo que les permitiría eludir las obligaciones que traería consigo la definición de quiebra, especialmente en cuanto a sus obligaciones laborales. Desde entonces, en la carrera 6 con calle 39 de Pereira (Risaralda), los obreros organizados en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria del Vidrio y Afines (Sintravidricol) han instalado su carpa de la solidaridad, un espacio que, aunque modesto en recursos, ha servido para reunir en torno a los alimentos que comparten a los afectados por el cierre de la compañía, fortalecer su resistencia y evitar que la administración y los dueños de la vidriera sustraigan equipos, herramientas y mercancías de la planta.
Hasta el cese de operaciones de la Vidriera de Caldas, sus 216 obreros sostenían una producción de primera calidad, a pesar de las limitaciones técnicas y el atraso tecnológico de la planta. Todos ellos son expertos en vidrio soplado y sus manufacturas se exportaban a 7 países y se distribuían por toda Colombia. Hoy, en las bodegas de la vidriera y su punto de ventas reposan los frutos del esfuerzo de quienes están luchando por defender sus puestos de trabajo, sus derechos y su dignidad: cientos de vasos, jarrones, lámparas y otros objetos de gran belleza que han sido testigos mudos de repetidos intentos de las directivas de la empresa por sustraer en secreto estas mercancías de la planta, junto con los moldes en los que se vacía el vidrio fundido, las herramientas y algunos otros equipos para su venta por fuera de los inventarios que deben reportarse ante los entes de control. Ante esto, los afiliados a Sintravidricol han tenido que convertirse en guardianes de los bienes de la empresa, pasando del cumplimiento de sus turnos habituales a mantenerse 24 horas al día en la carpa de solidaridad para evitar que los verdaderos responsables de la actual situación se lleven los únicos elementos con los que pueden pagarles sus salarios atrasados.
Con el paso de los días las dificultades siguen creciendo y quienes llevaron a esta situación a la vidriera con malas prácticas administrativas han recurrido a engaños para no resolver las demandas de los trabajadores, esperando que los días, la pobreza y el hambre fueran acabando con este movimiento. Mientras pedían paciencia al sindicato mientras se reabría la planta y aseguraban estar buscando nuevos inversionistas, los directivos venían cocinando en secreto un acuerdo de restructuración y liquidación que, con varias estratagemas legales, busca dejar a los trabajadores sin el pago que merecen por su trabajo ni las prestaciones de Ley a las que tienen derecho, como se conoció el 14 de julio, cuando se declaró la huelga en la Vidriera de Caldas.
Contra todo pronóstico, los trabajadores han mantenido su movimiento gracias a la solidaridad de otros sindicatos, organizaciones sociales y los propios pobladores de Pereira, que los proveen a diario de alimentos y recursos económicos para la carpa de la solidaridad y para su propio sostenimiento, pues la mayoría de ellos atraviesa graves dificultades económicas. Gracias a esto, la comida no ha faltado en ningún día de este largo movimiento y, al calor del fogón, los obreros y obreras comparten el desayuno, el almuerzo y la cena para ellos y sus familias, al tiempo que conversan, escuchan sus problemas, se educan y se apoyan mutuamente para mantenerse en pie por sus derechos.
Las voces de los trabajadores de Sintravidricol Pereira, que presentamos a continuación, cuentan esta historia de esperanzas y dura resistencia.
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