En Marmato (Caldas), los mineros tradicionales y artesanales ven amenazado su trabajo y sustento por la entrada de las grandes trasnacionales que buscan hacer extracción de oro a cielo abierto - Foto: Natalia Margarita Parada

En Marmato (Caldas), los mineros tradicionales y artesanales ven amenazado su trabajo y sustento por la entrada de las grandes trasnacionales que buscan hacer extracción de oro a cielo abierto - Foto: Natalia Margarita Parada

Por: Natalia Margarita Parada – octubre 10 de 2012

La incertidumbre en Marmato inició hacia 2004, cuando varias minas de oro que empleaban a decenas de trabajadores fueron vendidas. Como la mayoría de marmateños, Alex Álvarez vive de la minería. Al quedar sin trabajo tuvo que marcharse en busca de un sustento para él y su familia. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el arraigo a su tierra y a su trabajo lo trajera de regreso al ‘Pesebre de Oro’, nombre con el que los habitantes denominan a este pueblo minero que yace en la cima de una montaña del departamento de Caldas.

Alex, quien a sus 37 años asegura ser “minero y marmateño de cuna”, cuenta su historia y, con ella, retrata su experiencia y la de cientos de mineros tradicionales que, como él, han tenido que salir en defensa del territorio que les da el trabajo y la comida. Según los habitantes, son muchos los intereses puestos sobre Marmato debido a la alta concentración del metal amarillo.

“Ella me va a comprar la mina mijo: esto es muy duro y la quiero vender” fueron las palabras de Manuel Álvarez, padre de Alex, al anunciar la decisión de venderle la mina a Oselia Bejarano. De esta última, Alex llegó a presumir que se trataba de una ‘mocita de su padre’, pero en realidad era la futura compradora de la mina. “Yo me preocupé porque yo era un trabajador”, comenta.

Cuenta que la señora Bejarano llegó a Marmato como trabajadora social, a presentar los proyectos de un multinacional y a comprar las minas. “Nos dijeron [a los mineros]: tranquilos, no va a pasar nada, todo va ser igual”, comenta Alex. Sin embargo, luego de comprar las minas, las cerraron y pusieron vigilantes. Entonces, “empieza Marmato a verse en un problema social tremendo, [con] todos los mineros desempleados, sin plata para comprar alimentos”, relata.

Junto con su esposa e hijos, Alex emprendió camino hacia Irra, un pueblo a orillas del río Cauca donde también se extrae oro. Explica que este tipo de minería es de mucha incertidumbre, pues “cuando el río crece no se saca nada […] Me fui a aguantar hambre. Tras 3 días de barequear en el río lograba ganarme sólo $8.000”, recuerda este minero a quien la necesidad no le dio espera: “cuando vi a mi esposa e hijos pidiéndome comida, yo me devolví para Marmato”.

Patacón es una de aquellas minas en Marmato que fue vendida y en la que solían trabajar alrededor de 25 mineros, incluido Alex. “Recuerdo que Patacón tenía muchas entradas, 7 por la montaña, como una casa en la que la puerta está cerrada pero tiene varias ventanas”, recuerda. A su regreso a Marmato, Alex ingresó una noche por una de esas ‘ventanas’.

“Fue muy verraco porque todas las noches me asustaban. Las minas asustan, el oro habla, asusta para que usted se vaya y no lo saque”, cuenta Alex, y agrega que “tenía miedo, me quería salir [de la mina], pero me acordaba de mis hijos y de mi esposa pidiéndome el agua de panela, y yo no me podía ir […] A lo último ya me vuelvo fuerte, el oro me silba y yo le silbo, me murmura y yo le murmuro, me grita y yo le grito, y yo le hablo. Me volví familia de él, ya no sentía miedo”.

Luego de sacar clandestinamente 6 bultos de carga, Alex se dirigió a los molinos donde se procesa la roca para extraer el oro. “Bajé al molino y me encontré con un poco de mineros desempleados y les digo: muchachos me metí a tal mina, si quieren mañana vuelvo y los llevo”, relata. Así, varios mineros empezaron a concurrir a las minas, pagándole a los vigilantes: “les dábamos $50.000 por entrada, para que no le dijeran a Oselia”.

“Hicimos una reunión en la mina y decidimos no pagarles más a los vigilantes”, cuenta Alex, asegurando que estos últimos empezaron a “ganar mucha plata a costa de los mineros que pagaban la entrada”. Pasados los días, los mineros ya no sacaban la carga ‘a escondidas’ sino que la dejaban en la puerta de las minas y “hasta a los vigilantes les tocó cargar para que no los pillaran”. Sin embargo, Oselia, al darse cuenta de la situación, resolvió quitar la vigilancia.

“Llevamos a mucha gente desempleada, hasta que nos apoderamos de nuevo de las minas”, cuenta Alex, quien, al cuestionarlo sobre la legalidad de la retoma de minas por parte de los mineros, explica que Oselia “compra una mina y la cierra, pero resulta que un título minero dice que después de un tiempo de no trabajar una mina, se pierde”, y agrega que “las minas están para trabajarlas y generar empleo, no para cerrarlas. Esta señora viene las cierra y quita empleo. Nosotros no nos podemos dejar morir de hambre”.

Desde entonces, Alex es el líder de Patacón: “mi situación es resistencia civil, yo de esa mina no me retiro, los muchachos tampoco se retiran. En estos momentos estamos en la mina y somos los dueños”.

Según los habitantes, a través de personas como Oselia, las multinacionales que operan allí busca cerrar las minas para que los trabajadores, al verse en situación de desempleo, se marchen con sus familias del pueblo, pues mientras los marmateños permanezcan allí asentados no podrán ejecutarse los proyectos de minería a gran escala y a cielo abierto. Varios mineros afirman que las multinacionales intentan cambiarles la mentalidad para que abandonen la minería y se dediquen a otras actividades, como la agricultura, y que, incluso, les han ofrecido la capacitación y los terrenos para ello. Sin embargo, la actividad minera está incrustada en el carácter de los habitantes de Marmato, donde desde hace 475 años se practica minería tradicional. “Yo soy minero y quiero seguir siendo minero”, afirma decididamente Alex.

Si bien es cierto que a Alex le preocupa que con la minería a cielo abierto se quiera agotar en unos pocos años el oro que en Marmato se viene extrayendo desde hace casi 5 siglos, también le preocupa la suerte de los trabajadores, pues “la idea de ellos [las multinacionales] es de hacer una minería a cielo abierto, donde van a emplear solo maquinas. Nosotros ahí no existimos. Entonces, ¿qué va ser de nosotros? […] Para llenar una volqueta sólo necesitan una persona que maneje una maquina, mientras nosotros una volqueta la llenamos entre 4 personas”, menciona como ejemplo.

Llegando al lugar de trabajo de Alex, la mina Patacón, vemos una bandera blanca izada en lo alto. Al preguntarle si era ésa la forma de marcar las minas, Alex responde que “la bandera blanca significa que nosotros queremos paz, pero si nos declaran la guerra ponemos la negra”.

Y es que para el minero marmateño el asunto es de trabajo y comida, es un tema de subsistencia. Alex lo explica de manera simple: “Si me voy a quedar sin trabajo, yo prefiero pelear. Si me voy a morir peleando, de todas formas muerto ya no voy a sentir hambre”.

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