Por: Lenin Cardozo – julio 23 de 2012
Alrededor de 10.000 niños, entre los 10 y 15 años de edad, trabajan filtrando con pala y tamices las sobras, desechos de piedras y lodo provenientes de las minas de esmeraldas en el municipio de Muzo (Boyacá), ubicado 90 kilómetros al norte de Bogotá (Colombia). El trabajo consiste en buscar minúsculas esmeraldas o polvo de ellas escapado del filtro de la mina. Son piedras de un intenso verde, consideradas por los gemólogos como las de mayor calidad del mundo. También utilizan a los niños para picar en túneles demasiado angostos.
La vida en ese municipio gira alrededor de la explotación de esmeraldas y para esa comunidad minera ‘cada uno practica la minería donde quiere, sin apoyarse en la comunidad’ y ‘cada uno trabaja por su cuenta, sin depender de otras familias o asociarse con ellas’. Y, por supuesto, son los propios padres quienes inducen a sus hijos, aún bien menores, a la faena de la extracción de la esmeralda, convirtiéndose así en uno de los municipios de Colombia con mayor índice de población analfabeta: el estímulo a la escuela simplemente no existe. Así mismo, pobreza y hacinamiento es el común denominador en Muzo, donde llegan a vivir 10 personas por cuarto y donde el abuso sexual entre hermanos o de padres a hijos está a la orden del día.
La explotación de esmeraldas exige a los niños y niñas un gran esfuerzo físico y los somete a diferentes riesgos para su integridad física y psicológica. Se exponen a temperaturas extremas, olores tóxicos, la presencia de polvo en el ambiente, picaduras de insectos, mordeduras de animales, además de ruidos y vibraciones permanentes, situaciones que violan sus derechos humanos, al ser menores de edad.
En Colombia, los niños y niñas mineras de ese municipio baten record en enfermedades respiratorias: es la localidad con el más alto número de menores enfermos. Pocas oportunidades hay para esos niños. Allí, quienes definen su porvenir son la codicia, la ignorancia, la impunidad, los intereses y la complicidad colectiva de los habitantes de Muzo.
Cuando veamos un zarcillo, collar o anillo con esmeraldas, tratemos de observar bien esas piezas: seguro que en la parte más densa, más intima de esa piedra, descubriremos la silueta del rostro de uno de esos niños que se quedó sin futuro.
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