Por: Hernán Payome Villoria – noviembre 7 de 2012
Pasan y pasan los años, y seguimos alimentando el viejo cuento de que todo es un proceso, de que hay que darle tiempo al tiempo, de que el mundo no se hizo en un día y de que Matusalén necesitó más de 100 años para aparecer en Wikipedia. Y, como en todo matrimonio, el ‘bobo’ que más aplaude a la novia es el que más torta come. En el ciclismo colombiano sucede lo mismo, pero la torta se está acabando.
En un abrir y cerrar de ojos, la organización de carreras de países como Argentina y Guatemala va pasando de largo, sin dejarse coger rueda del ciclismo de nuestro país. Argentina, con un Tour de San Luis que trajo a figuras como Contador, Nibali y Leipheimer, y Guatemala, con una vuelta transmitida por seis cadenas radiales, señal de televisión y con asistencia multitudinaria de público antes, durante y después de cada una de las etapas.
¿Y en Colombia? Un ciclismo cubierto por un único medio de comunicación, lo que de hecho conlleva un solo punto de vista, una sola opinión y una sola sentencia. Pero, lo cierto es que nadie se entera de qué está pasando en las carreteras y, aún más, nadie se entera de lo que pasa tras bambalinas.
La gran labor que desempeñan Rigoberto Urán, Sergio Luis Henao, Carlos Alberto Betancourt, Nairo Quintana, Cayetano Sarmiento, Miguel Ángel Rubiano y Winner Anacona en territorio europeo ha servido para intentar ocultar una realidad de por sí inocultable, y es la de que el ciclismo colombiano está muriendo ante la desidia de la dirigencia deportiva y del monopolio de los medios de comunicación, que intentan hacer creer que todo marcha bajo control y, literalmente, sobre ruedas.
Por eso, muchos de nuestros deportistas tienen que abrirse camino solos o ayudados por el mecenas de turno. Es el caso de Winner Anacona, Miguel Ángel Rubiano y Rigoberto Urán, quien desde los 19 años atravesó el Atlántico. Otros, como Mariana Pajón, Carlos Alberto Betancourt y Cayetano Sarmiento, apoyados tímidamente. La primera, después de haber madurado deportivamente con el apoyo de su familia y de las empresas privadas nacionales e internacionales; Betancourt y Sarmiento, respaldados por el Orgullo Paisa y Boyacá Orgullo de América, respectivamente, encontraron la oportunidad de correr el Bio Giro italiano; y Nairo Quintana, catapultado siendo Sub 23, por Boyacá Orgullo de América y Colombia es Pasión. Y si se quiere hablar de juveniles, de todos es sabido que son los mismos padres de familia los que asumen una responsabilidad económica y logística que no les corresponde.
No puede andar todo bajo control cuando quienes ganan las carreras superan los 36 y 40 años de edad. No puede estar todo bajo control cuando las jóvenes promesas del ciclismo colombiano ven pasar los días, meses y años, alcanzando caramañolas a quienes ya lo han corrido todo.
No todo está bajo control si al hablar de doping muchos se sonrojan, agachan la cabeza o, simplemente, cambian de tema. No puede estar todo bajo control cuando, ante la ausencia de un auténtico respaldo, miles de ciclistas ven morir sus ilusiones y quedan relegados en sus vidas al grupo que persigue. Esto desamina y hace apartar del camino a decenas de patrocinadores y personal logístico, quienes se cansan de luchar y luchar contra un sistema parcializado, egoísta, centralizado, de exclusividades, payolas y palancas.
En la radio sucede lo mismo: desde hace cuarenta años estamos escuchando las mismas voces y los mismos conceptos. Nada cambia. Todo es igual. Nos quedamos haciendo rodillos y no nos dimos cuenta que el mundo evolucionó, cambió, avanzó, ¡que ahora es otro!
Estamos en mora de comprender que ya no son las épocas de Cochise ni de Rafael Antonio Niño. Que no sólo de radio vive el hombre, que ya nadie soporta una transmisión de siete horas de cuñas, que hay que abarcar otros medios, tanto digitales como televisivos. Que el público no es el mismo que hace 30 años ‘comía entero’ cuanta mentira se decía a través de las ondas hertzianas. Que la valiosa inmediatez de la radio debe ser respaldada con diversidad de conceptos, sana competencia, libre opinión, libertad de prensa e imparcialidad de los entes reguladores del deporte a la hora de elegir quién transmite sus eventos.
También estamos en mora de comprender que si no hay transmisión de televisión por los canales públicos y privados, jamás saldremos del abismo en el que estamos cayendo. Si nos jactamos de tener uno de los mejores ciclismos del mundo, debemos respaldar nuestra arrogancia con una impecable transmisión de televisión, aunque ésta sea aportada por otros países.
La torta se está acabando y llegará el día en que nadie quiera invertir un solo peso en un ciclismo empobrecido, en una Vuelta a Colombia aplanada, en una juventud talentosa que envejece en espera de una oportunidad, en unas clásicas regionales que nadie voltea a mirar ni confundiendo flagrantemente las palabras ‘aficionado’ y ‘espectador’. Porque una cosa es el ‘aficionado’, aquel que sufre y goza con el ciclismo, conoce sus deportistas y vive y muere por ellos, y otra muy diferente el ‘espectador’, aquel que se vio obligado a ver pasar una carrera de ciclistas porque quedó en medio de un monumental trancón o aquel que no pudo cruzar la calle porque alguien le alertó sobre la presencia de ciclistas en la vía. Una cosa es un aficionado que sabe cuál es el desarrollo de la carrera y otra es el público circunstancial que aprovechó el día cívico otorgado por la alcaldía de su municipio.
¡No nos engañemos más! Muchos serán los empresarios que, tarde o temprano, tomarán la sana decisión de retirar sus equipos del concierto ciclístico nacional. Otros optarán por retirar la pauta publicitaria y el apoyo al deporte, al ver que todo sigue en lo mismo y no encuentran auténticas garantías para el ejercicio de una gestión empresarial a través del ciclismo. No es nada extraño escuchar marcas de bicicletas en transmisiones de fútbol, pero jamás volveremos a escuchar marcas de balones en carreras de ciclismo.
Los grandes medios de información, de manera irresponsable, se han dejado vencer en una lucha de monopolios. Quedaron circunscritas a las hemerotecas de los principales diarios del país aquellas crónicas, reportajes y entrevistas de ilustres personajes que, mediante un análisis crítico, daban una nueva luz y abrían nuevos horizontes, lo que finalmente se traducía en una mayor afición que no tenía que conformarse sólo con resultados. El periodismo deportivo en Colombia está en crisis hace décadas, al haber perdido de manera infantil la batalla con el fútbol. El mayor problema no está en los analistas del fútbol: el problema está en los analistas del atletismo, del baloncesto, del ciclismo, de la natación, del boxeo, etc., quienes, si acaso, han alzado tímidamente su voz de protesta. No menos responsable es el aficionado, quien a veces critica, pero jamás hace respetar su derecho a recibir una información objetiva e imparcial de su deporte favorito.
Hace tres años alertábamos sobre la responsabilidad de los medios. Tres años después, éste parece ser un vulgar ‘copie y pegue’ por una sencilla razón: nada ha cambiado. Nos quedamos haciendo rodillos. Cada vez más agotados, más sudorosos, pero con la plena convicción de que de seguir así, no vamos a llegar a ninguna parte.
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* Director de la Revista Sólo Ciclismo .com
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