Por: Gearóid Ó Loingsigh – mayo 29 de 2015
El viernes 22 de mayo, Irlanda se convirtió en el primer país del mundo en aprobar el matrimonio igualitario mediante un referendo popular. El ‘sí’ ganó con una victoria apabullante: 62%, con una participación de 60,5% del electorado, bastante alta en comparación con otros referendos donde participó apenas un 30% de los ciudadanos inscritos para votar. La Constitución de Irlanda definía el matrimonio como un acto entre hombre y mujer, y la única forma en se podía cambiar esto era mediante referendo.
Inicialmente, se temía que ganara el ‘no’, pues algunos grupos evangélicos de los EE.UU. financiaron ilegalmente dicha campaña, la que a su vez recurrió a todos los viejos trucos de generar miedo entre la población, sacando temas como la adopción por parte de parejas del mismo sexo, que ya es legal hace tiempo en Irlanda. Pero no les funcionó, como tampoco les funcionó en los noventa, cuando el divorcio fue aprobado por menos del 1% de diferencia y cuando sacaron la tendenciosa campaña “Hola divorcio, adiós papá”. Esta vez se temía que algo parecido pasara y de cierta manera sucedió, pues lanzaron el lema “Todo niño tiene derecho al amor de una madre”, aunque esto tampoco les significó la victoria.
Sin embargo, al final, sólo una circunscripción rural votó por el ‘no’ y esta opción ganó allí por un escaso margen: apenas el 51.4%. De otra parte, los barrios populares de Dublín, la ciudad capital, votaron masivamente a favor del matrimonio igualitario, superaba el 70% de apoyo al ‘sí’ en la mayoría de los casos. De hecho, hubo mayor votación a favor en esos barrios que en los barrios de clase media considerados como ‘liberales’.
Adicionalmente, el apoyo al matrimonio igualitario ganó una gran atención por parte de quienes habían emigrado de Irlanda en busca de trabajo aún siendo jóvenes y volvieron al país a votar, ya que los irlandeses no tienen derecho a votar desde el exterior. Por ello, se hizo una campaña entre las comunidades irlandesas de Inglaterra y hasta hubo casos de personas regresando desde Australia para votar por el ‘sí’. Al final, esta opción logró movilizar a una amplia franja de la población, particularmente a los jóvenes.
El resultado ha sido una gran derrota para la Iglesia Católica, que ha visto menguar su poder e influencia en el país a raíz de los escándalos de abuso sexual por parte de miembros del clero. Entre 1950 y el final de los 80, 150.000 niños fueron abusados por curas, mientras la jerarquía católica encubría la totalidad de los casos moviendo a los abusadores de una parroquia a la otra. Siempre los trasladaban de un barrio popular a otro y casi nunca fueron traslados a barrios de la clase media o de ricos.
Una nueva Irlanda nace con esta votación. Los políticos nunca se atrevieron a desafiar a la Iglesia Católica y, hasta hoy, ésta controla la inmensa mayoría de las escuelas y los colegios públicos, y se ha negado a entregarlos al Estado. Tampoco ha pagado su parte de las indemnizaciones a las víctimas de abuso. Puede que esto cambie en el futuro, puesto que la participación en las votaciones fue parecida a la de las elecciones generales y esto demuestra que el hecho de que un político desafíe a la Iglesia Católica ya no significa su muerte política.
En los ochenta hubo un referendo para prohibir el aborto, aprobando una enmienda constitucional, y el primer referendo sobre el divorcio en los ochenta se perdió. La legalización de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo sólo fue aprobada en 1993 por la Corte y el Parlamento. Ningún político se atrevía a desafiar a la Iglesia Católica y hay varios casos de políticos que perdieron sus curules por desafiarla en temas como el aborto. Esto parece ser algo del pasado.
Sin embargo, queda mucho por hacer: los curas aún controlan las escuelas públicas y tienen derecho a despedir a los profesores pagados por el Estado por razones de moralidad, y lo han hecho al sacar de sus cargos a profesoras que optaron por criar sus hijos solas o sin casarse con sus parejas. También hay que quitarles de las manos el sistema de salud y echar a los curas de los comités de ética en los hospitales, pues suelen tomar decisiones médicas en los temas de aborto que valoran más la viabilidad del feto que la vida de la madre, lo cual ya ha causado muertes.
Ya no hay excusas. El pueblo ha dicho claramente que no quiere ser gobernado por esa institución medieval.
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* Periodista e investigador irlandés radicado en Colombia.
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