Por: Natalia Munévar – junio 3 de 2015
En las elecciones locales de la capital española de este 24 de mayo se pudo ver en las calles algo similar a lo que sienten los aficionados del fútbol en una final de copa: a muchos les consumía la ansiedad y la gente apostaba por la victoria Ahora Madrid.
La red llevaba varias semanas invadida de imágenes de Manuela Carmena y fue, sin duda alguna, la campaña política más bonita que he visto en la vida. Toda la creatividad e imaginación que volcaron las personas con sus aportes en carteles, música, poemas y manualidades fue una demostración de toda la ilusión que se despertó el 15 de mayo de 2011 en la plaza de Sol de Madrid. Esa ilusión se ha mantenido durante estos 4 años y se volcó a esa apuesta institucional que desde la calle y las plazas siempre se rechazó, pero que con el tiempo muchos pensaron transformar para poder dar otro paso: tomarse el poder, total la calle ya era suya.
Al final del día, la victoria era evidente y los indignados ganaron en Madrid. ¿Pero por qué en las calles no se sentía la misma alegría que deberían sentir los hinchas del equipo de fútbol que se lleva la copa? Definitivamente, el escenario político es mucho más complicado que un partido de fútbol. Para tener la alcaldía de Madrid, Ahora Madrid debió realizar alianzas estratégicas y la principal es pactar con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Desde esta perspectiva, la felicidad no era completa, a pesar de ver a Manuela como alcaldesa, puesto que eso implicó romper el principio fundamental que llevó a miles a la plaza del Sol, la base del movimiento de indignados o 15M y la razón por la cual permanecieron unidos trabajando en la calle: se quiere una democracia real, decirle adiós al bipartidismo y a la política tradicional que encabezan el Partido Popular y el PSOE, por lo cual este pacto descoloca.
Entonces, la nueva izquierda en España entra en la encrucijada: se pueden mantener los principios intactos y seguir trabajando en la calle, fortaleciendo el movimiento y construyendo poder popular para apostarle todo a las elecciones generales y permitir que el Partido Popular siga gobernando Madrid, imponiendo sus políticas austeras que tienen a las mayorías con el agua en el cuello, o se da el paso y se juega por ser pragmáticos, pactando con el PSOE, vendiendo sus principios y empezando a trabajar desde las instituciones, esperando que el pacto no les salga caro para que la gente siga confiando y, de esa forma, se pueda trabajar para las generales.
Ahora mismo, los resultados y las portadas de algunos periódicos le dan la victoria a la izquierda, pero en la letra pequeña hablan de los pactos que se deben hacer. La derecha perdió con la bandera del PP, la izquierda venció al bipartidismo y fortaleció el movimiento social, que demostró que organizados y juntos pueden mucho más. Así, logré entender la frase que tanto se mencionaba en la Acampada Sol: “vamos lento porque vamos lejos”. Si no fuera por el trabajo que se ha realizado en estos 4 años hoy no estaríamos hablando de esto, pero no es posible decir que la izquierda ganó esas alcaldías si tiene que hacer estos pactos que minan sus bases.
Hoy en día, España sale en las noticias internacionales por el buen fútbol que tienen y porque movimientos como el de los indignados y Podemos están dándole un revolcón a la política tradicional. Lo ocurrido el pasado 24 de mayo es histórico: las esperanzas de llevar el poder popular a las instituciones se hacen realidad y esto le demuestra a todos los movimientos sociales en el mundo que trabajando juntos en la calle constantemente se puede vencer la política tradicional y llevar al 99%, a los de abajo, al poder.
Aún falta mucho camino por recorrer, por lo cual estos pactos para ganar las alcaldías son sólo el principio de este complicado juego de tronos. Por más que Podemos logre ganar las elecciones generales con la cara de Pablo Iglesias, le espera una batalla titánica contra el más grande enemigo: el imperio capitalista. Sólo tenemos que ver lo que está sucediendo con Grecia para hacernos una idea de ello.
El mundo enfrenta ahora mismo una crisis a todo nivel: de valores, religiosa, familiar, política, ecológica y económica. En este momento, las mayorías ya no tienen nada más que perder, sólo nos tenemos a nosotras mismas y la solución sigue siendo el poder popular, el cual debe seguir construyéndose en las calles, las plazas, los centros sociales y las asambleas de barrio. Ahora sólo me queda decirles a las personas que mantienen la ilusión de la ‘Spanish Revolution’: gracias por permitirnos soñar que es posible un mundo mejor.
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