Por: Juan Diego Restrepo – junio 30 de 2009
Algo tiene que estar pasando en Antioquia para que uno de los principales periódicos del departamento separe de su planta de columnistas, con argumentos poco creíbles e inconsistentes, a Javier Darío Restrepo, maestro del periodismo colombiano y latinoamericano.
Tuve la oportunidad de conocerlo, de recibir sus enseñanzas, de solicitar sus conceptos cuando los necesité, de llevar sus reflexiones sobre la ética periodística a mis cátedras universitarias y de intentar ponerlas en práctica. Creo no equivocarme al señalar que no hay en el país un hombre más íntegro, claro, transparente, independiente y responsable en materia periodística que él.
Repito: algo debe estar pasando en Antioquia para que un periódico, después de 17 años, le comunique a un periodista como Javier Darío Restrepo que ya no va más como columnista. Es preocupante que aquellos de su talante, cuyo punto de vista no se une al coro de voces homogeneizantes, carentes de perspectiva histórica y de dignidad, sean excluidos de las páginas de un diario.
Me temo que esta exclusión evidencie la manera como se prepara ese diario, con casi 100 años de historia, de origen conservador y con uno de sus propietarios en el servicio diplomático, para afrontar el debate electoral que se avecina y ofrecer, a partir de las páginas de opinión, la misma interpretación absolutista y unidireccional de la realidad que se promueve desde la Casa de Nariño.
No me cabe duda de que quienes perdieron con la salida de Javier Darío Restrepo son los lectores. Respetando a unos cuantos columnistas de los que allí escriben, entre ellos al maestro Juan José Hoyos, el periodista Carlos Alberto Giraldo y los analistas León Valencia, Juan Camilo Restrepo y Hernando Gómez Buendía, creo que cada vez este diario pierde pluralidad y transita por el túnel oscuro que ha impuesto en este país el bloque dominante en el poder político.
Desde el 7 de agosto de 2002, se posesionó en el país no sólo un presidente sino un proyecto autoritario que permeó algunas salas de redacción e impuso criterios informativos y de opinión selectivos y dañinos para la democracia. Su presión ideológica orienta la mentalidad de los periodistas que cubren el día a día. Algunos columnistas, tal como lo demuestra el caso de Javier Darío Restrepo, experimentan esas mismas presiones, pero procuran mantener su independencia pese a los costos impuestos. En materia de libertad de prensa y opinión, el país sigue retrocediendo.
La homogeneización ideológica se ha vuelto determinante para que los medios de información sean menos democráticos en sus espacios periodísticos. Quizás eso explique la imposibilidad de superar la intolerancia política en nuestro país. Hoy nos hallamos en un punto crítico, donde todo aquel periodista o columnista que incomode con sus propuestas informativas independientes, sus juicios de valor, sus interpretaciones y sus particulares maneras de leer la realidad nacional, regional o local, sea visto como sospechoso de conspiración y confabulado con la oposición política o armada para atentar contra los poderes de turno. Por eso, si persiste en sus ideas es sometido a sanción moral y hasta persecución judicial, mecanismos que apuntan a la eliminación simbólica.
Debo insistir en una idea: cuando se presiona a los medios de información desde las altas esferas políticas o económicas, sea en los escenarios nacional, regional o local, no sólo pierde la libertad de prensa sino que se lesiona la democracia. En un país donde el nivel de educación aún es bajo, las mayorías se convierten en sujetos manipulables, maleables y proclives a las consignas ideológicas promovidas por los bloques dominantes. Allí donde hay ignorancia se impone fácilmente el autoritarismo.
Sin libertad de prensa se configura un escenario donde la ciudadanía sale perdiendo, pues no recibe la información necesaria para tomar decisiones democráticas, vitales para allanar los caminos que nos conduzcan a una solución negociada de los conflictos armados, sociales y políticos.
La expresión libre e independiente de la prensa, consagrada en la Constitución Política de 1991, está en juego en el país. Salvo contadas excepciones, los medios de información nacionales, regionales y locales niegan de manera reiterada los preceptos consagrados en nuestra Carta Magna, tal como lo hace el actual Gobierno Nacional, para ajustar sus lineamientos editoriales a los que imponen los bloques dominantes.
Con sus decisiones, arropadas bajo el concepto de empresa privada, algunos medios de información en nuestro país modifican el espíritu constitucional y, haciéndole el juego a las posturas del presidente Álvaro Uribe Vélez y su cohorte ideológica, acallan las voces disonantes. Esta vez le ocurrió a Javier Darío Restrepo y eso es un irrespeto no sólo para él sino para todos aquellos que pensamos que el periodismo debe aportar argumentos e información diversa, que permita que los ciudadanos construyan su propio juicio sobre la base de la contrastación y la pluralidad.
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