Por: Hugo Forero R. * – septiembre 12 de 2012
Voces disonantes se han escuchado a propósito de la decisión de la alcaldía del Distrito Capital de no aceptar la venta de agua en bloque a nuevos proyectos y solicitudes por parte de los municipios de la Sabana de Bogotá. Una de ellas, la del alcalde mayor, quien argumenta que no se puede seguir pauperizando la existencia de nuestros páramos aledaños y abastecedores, en especial de Chingaza.
La ciudad cuenta con una capacidad instalada de tratamiento y distribución de 29 m³ y consume 14 m³. Además, Bogotá genera alrededor del 26% del PIB de la nación, índice que obliga a garantizar sus existencias del preciado líquido para aportar al sostenimiento de las arcas del Estado. Como se denota y de acuerdo con los cálculos del crecimiento poblacional, Bogotá tiene garantizado su abastecimiento hídrico para los próximos 30 años, siempre y cuando promueva la implementación de esquemas socioambientales sanos y reduzca ostensiblemente los niveles de corrupción que hoy la corroen.
Enrique Peñalosa, con su perverso ideal de convertir el agua en un negocio a costa de las necesidades de los más pobres y de la sobreexplotación de nuestros páramos, no sólo causó daño a flora y fauna endémica de los páramos sino que trajo el inusitado aumento de la corrupción al interior de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB-ESP) y de las malas relaciones entre Bogotá y los municipios cercanos.
Por su parte, el gobernador de Cundinamarca, Álvaro Cruz Vargas, y varios alcaldes municipales del departamento han pegado el grito en el cielo y anuncian demandas y roces en los pactos Bogotá Región, todo por defender intereses privados de constructores y urbanizadores a costa de los intereses de la nación, de Bogotá y de nuestro medio ambiente. Estas autoridades regionales constantemente olvidan que, según el Artículo 61 de la Ley 99 de 1993, la Sabana de Bogotá fue declarada despensa agrícola del centro del país y que sus mezquinos intereses ponen en riesgo la seguridad alimentaria de alrededor de 20’000.000 de habitantes.
Sólo a estos politiqueros se les ocurre que los escasos suelos fértiles y productivos de la región sean utilizados para construir casas y usar el agua de los páramos para ello. Los últimos gobiernos de Cundinamarca encarnizadamente han deprimido la vida de sus habitantes. Sus obtusas decisiones, como la que analizamos, han aumentado el área efectiva desértica del departamento, el déficit hídrico es evidente y eso que no hablamos de lo que han hecho con el río Bogotá.
Las manifestaciones públicas del gobernador y sus posiciones antiambientales nos muestran de primera mano por qué las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) están como están: no son más que focos de corrupción y politiquería, y tienen 100% de responsabilidad en el desplazamiento ambiental que padece la nación. Los gobernadores, como el de Cundinamarca, son los presidentes de los consejos directivos de las CAR y nos consta que dictan a su acomodo directrices, decisiones e inversiones, así como imponen directores en estos entes ambientales.
Es necesario apoyar a Diego Bravo, gerente de la EAAB-ESP, en esta desigual lucha porque, por su experiencia, conoce la forma en que unos se quieren enriquecer con el agua y en que a la clase política le gusta hacer su agosto a costa de nuestros páramos y de los más necesitados. Pero lo más grave de este asunto es que las decisiones de Enrique Peñalosa y los últimos gobernadores de Cundinamarca han logrado, eso sí con mucho esfuerzo, que algunos de los municipios de la Sabana de Bogotá hayan perdido su soberanía ambiental, volviéndose dependientes de empresas como la EAAB-ESP, y abandonen sus prácticas, compromisos y responsabilidades ambientales, dejándolas en mano de terceros privados. Hoy reciben las consecuencias de sus nefastos actos.
Nos queda hacerle una llamado al gobernador de Cundinamarca para que deje de llorar sobre la leche derramada y, en lugar de malgastar su tiempo en defender los mezquinos intereses de los urbanizadores y su sueño de convertir la Sabana de Bogotá en un gran conjunto cerrado habitacional, se esfuerce en garantizar este único territorio como la despensa agrícola que tanto requiere la nación, además de establecer, por primera vez, una Secretaría de ambiente seria y competente que, junto con la CAR y los municipios, se ponga en la tarea de construir entes territoriales autosostenibles hídrica y ambientalmente. Es mejor que abandone esa vieja manía de pronunciar discursos en defensa del ambiente mientras firma acuerdos en contra del desarrollo sostenible.
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* Geólogo e investigador socioambiental.
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Estoy de acuerdo en lo general (aunque no sé hasta donde debo apoyar al gerente de la EAAB y otras afirmaciones puntuales), solo queria dejar unos comentarios adicionales.
Los problemas de escasez en los municipios de Cundinamarca, en general, tienen como origenes comunes la poca o nula planeación de la urbanización, la pobreza técnica del área de servicios públicos en las administraciones municipales, el caracter burocrático y politiquero de los entes regionales, la desinformación y desarticulación de los actores en las cuencas, la improvisación y oportunismo en la adjudicación de recursos, la corrupción, la debilidad de las asociaciones de usuarios, el total desinterés por el manejo de aguas residuarias, la contaminación creciente, y muchos otros etc etc, dentro de los cuales NO está la falta de fuentes de agua: hay fuentes pero resultan insuficientes o indisponibles (por razones de calidad, cantidad o limitaciones de acceso) debido a todos los problemas anteriores.
Así, la compra de agua de Bogotá para los municipios no soluciona ninguna de las serias necesidades de la región, al contrario llama a abandonar la discución sobre esos problemas reales para optar por una salida inmediatista y absurda, aunque muy lucrativa para unos pocos. Sin embargo Bogotá sí tiene un compromiso muy grande con el agua para los otros municipios, su aporte a la economía nacional no puede darle derecho a ser la única beneficiaria de los recursos de los páramos, aunque para garantizar su abastecimiento no ha titubenado en hechar mano de los nacimientos de varias cuencas que se extienden hasta regiones lejanas; Bogotá no puede desconocer la entrega de água a otros municipios, pero no dentro de un conducto, y si permitiendo la llegada del recurso a través de la protección o restitución de los sistemas naturales. Ningún ejemplo más evidente que el Rio Bogotá, un gran caudal de aguas residuales inutilizables que envía la ciudad a sus vecinos, y que para la visión de algunos podría seguir corriendo por el departamento con su pésimo olor mientras paralelo a él un gran conducto lleva água tratada para vender a quien pueda pagarla (bien protegido para evitar ilegales, obviamente).