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Por: Johanna Cassaleth – octubre 21 de 2009

Humedales como La Conejera y Capellanía están en riesgo de desaparecer o ser contaminados por la construcción de la nueva Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) o Avenida Cundinamarca, en Bogotá.

Esta avenida, que se propuso en 1974, fue trazada finalmente en 1998 y se buscaba que fuera financiada con ayuda del Gobierno Nacional, la Gobernación de Cundinamarca, el Distrito Capital y entidades privadas. El propósito de este proyecto era que tanto vehículos de viajeros como de carga que necesitaran atravesar la capital de norte a sur, o viceversa, no pasaran por las calles bogotanas y se disminuyera así el transito de vehículos pesados.

Fue hasta 2006 que se formalizó el proyecto, dando inicio a las obras para junio de 2008, aunque se dice que se iniciaron antes. Sin embargo, la falta de dinero y la oposicións por parte de grupos ambientalistas han retrasado la avenida, por el riesgo que trae a los humedales y ecosistemas hídricos de Bogotá.

Durante los últimos tres años, se ha buscado la forma de financiar este proyecto sin la necesidad de depender de los recursos de la Nación y del Distrito –sometidos a las disposiciones ambientales contempladas por la Ley–, así que, desde 2008 se inició el proceso de concesión de la obra a una empresa privada.

La concesión Bogotá-Girardot SA (CABG) es la única interesada en construir la ALO, puesto que se uniría con la vía que administra este consorcio, a la altura de Chusacá, donde los peajes de Chinauta y Chusacá generarían los recursos faltantes para completar la obra. A través de dicha carretera transitan más de nueve millones de vehículos al año y, para recuperar dicha inversión, se cobrará un peaje de $200 por kilómetro, un equivalente a $10.000 para carros particulares, lo que solucionaría la falta de capital.

Lo que no se ha tenido en cuenta son los humedales, que se verán afectados directamente por la construcción de esta vía: muchos de estos ecosistemas hídricos se verán reducidos y las especies que habitan en ellos no sobrevivirán al concreto y a la deforestación que requerirá la ALO.

Aunque el IDU asegura que ninguno de estos humedales se verá afectado, dado que el diseño de la vía se habría trazado a una distancia prudente y que se construirán puentes para que no sean tocados, hay un riesgo enorme de que estos espejos de agua sean contaminados. Además, la Secretaría Distrital de Ambiente dio una licencia única, en la cual se dice que las obras no afectarán el medio ambiente de la ciudad. La falta de cultura ciudadana sería uno de los factores que podrían acabar con estos importantes ecosistemas.

La ALO tiene un trayecto de 50 km y necesita de la compra de 1.109 predios para su construcción, de los cuales el IDU ya tiene 391. Está dividida en tres tramos: en el sector sur, que va desde Chusacá hasta entrar a la cuidad por la localidad de Bosa, donde ya se están terminando las obras; en el sector centro, que va desde la calle 13 hasta la calle 26; y en el sector norte, que va desde la Avenida Medellín hasta la Autopista Norte, en la parte de Torca.

En este trazado, los humedales afectados serían: en el sector norte, Torca, Guaymaral, La Conejera y Tibabuyes; en el sector central, Juan Amarillo y Jacobe; y, en el sector sur, Tibanica y Capellanía, además del río Bogotá.

Cabe agregar que este proyecto hace parte del Plan de Ordenamiento Territorial del Distrito Capital y busca que, con el tiempo, esta Avenida se una con Transmilenio y el Tren de Cercanías, según la Administración Distrital, para ayudar a las personas de bajos recursos, por medio de la generación de empleos, y para mejorar la movilidad.

Pero, con la destrucción, reducción y contaminación del sistema hídrico de Bogotá, además de las constantes lluvias en la capital, cabe el riesgo de inundación en los puntos donde se ubican los humedales, como pasó en la Autopista Norte hace una semana, cuando se inundó por la inestabilidad del terreno a causa del humedal Torca, que está debajo de esta avenida.

También, cientos de especies que viven en estos cuerpos de agua podrían morir a causa de las obras, por la contaminación auditiva, el concreto, la deforestación y los gases emitidos por los vehículos, en especial los de carga pesada y la maquinaria que se empleará en los trabajos. Entre los animales más afectados estarán las aves migratorias que llegan a reproducirse a la Sabana de Bogotá, porque se acabaría con su ciclo migratorio y, como consecuencia, se extinguirían.

Aunque algunos humedales son parques ecológicos y están protegidos por las autoridades y la misma comunidad, la construcción de esta vía pone en riesgo los delicados ecosistemas de los humedales, fundamentales para mantener un equilibrio en épocas de lluvias, ya que drenan y evitan inundaciones. Además, albergan fauna y flora de la sabana que se encuentra en peligro de extinción, por la reducción de los mismos.

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