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Por: Manuel Navarrete – enero 15 de 2010

El pasado martes sucedió un terremoto de magnitud descomunal, en un país con una pobreza desmesurada y absolutamente desprotegido. Haití sufrió un sismo de siete grados en la escala de Richter y a solo 8 kilómetros de profundidad, lo que causó la peor catástrofe natural sucedida en América. Se estiman más de 100.000 muertos y más de tres millones de damnificados. La capital, Puerto Príncipe, quedó arrasada, y las consecuencias sociales y políticas son aún impredecibles.

El sismo parece ser la continuación de la desafortunada historia del pueblo haitiano, plagada de desastres naturales y de un continuo desastre político y social. Después de la dominación española vino la dominación francesa, luego sucesivas crisis políticas, corrupción y miseria bajo un Estado gobernado por 23 tiranos.

Hasta 1915 se contaban ya 17 incursiones militares de los Estados Unidos en Haití. Vino entonces la invasión norteamericana, que duró 19 años; en 1934, la tiranía imperial fue reemplazada por la saga de los Duvalier y otros títeres que empobrecieron aún más a la nación; en 2004, el descontento y desesperación del pueblo haitiano, junto con la intervención norteamericana y la acción de fuerzas criminales de la nación antillana, llevaron al derrocamiento de Jean Bertrand Aristide, desde entonces, la isla ha estado ocupada por una misión de más de 7.000 cascos azules y centenares de funcionarios civiles, bajo la figura de un protectorado de Naciones Unidas.

Países de todo el mundo han enviado todo tipo de ayuda: alimentos, medicamentos, mantas, hospitales, médicos socorristas, etc. Todo es necesario en esta nación, desde siempre hundida en la miseria y desde hace una semana arrasada por la naturaleza.

En medio de la tragedia y de la avalancha de ayuda humanitaria proveniente de todo el mundo, la actitud de las fuerzas militares de los EEUU no es mas que cínica y oportunista: antes que enviar ayuda humanitaria, el Pentágono aprovechó la oportunidad para enviar tropas masivamente a Haití. Después del golpe de Estado de 2004, con la llegada de la Misión de Naciones Unidas, bajo el mando de Brasil, no se había permitido a la potencia del norte llevar sus tropas a la isla.

Para el general Douglas Fraser, jefe del Comando Sur de EEUU, mantener la seguridad es una preocupación ‘significativa’. Hasta el sábado eran ya mil los militares norteamericanos en territorio haitiano. El presidente Obama anunció que, en los siguientes días, esta cifra se elevaría a 10.000 hombres. Además, un comunicado del Pentágono indicó que, además de los barcos y aeronaves enviadas con ayuda humanitaria, “otras unidades que patrullan el área están en alerta de la situación y listas para dar asistencia, según sea necesario”.

El gobierno colombiano, además de enviar ayuda humanitaria, trata de sacar provecho político a la tragedia. Los viajes programados a Haití por Uribe Vélez y el ministro Valencia Cossio en nada benefician al pueblo de Haití y, en cambio, sí a la popularidad del presidente. Igual está sucediendo con los viajes de altos funcionarios del gobierno norteamericano.

Ya son seis días y aún quedan esperanzas de rescatar vidas, pero en pocos días estas esperanzas serán cosa del pasado: habrá que pensar en la reconstrucción. Será la oportunidad de reconstruir esta nación, será necesaria la solidaridad, ojalá desinteresada, de la comunidad internacional.

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