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3 de febrero de 2010

La señora Idalí Garcera Valdés, una de las madres de Soacha, cuenta la historia de su hijo, Diego Alberto Tamayo Garcera, y expresa su frustración al ver que salieron por vencimiento de términos y en libertad condicional los militares acusados del crimen de lesa humanidad contra su hijo y diez jóvenes más, crímenes de Estado cometidos en el marco de la política de ‘seguridad democrática’.

El Turbión: –¿Cómo se llevaron a su hijo?

Idalí Garcera: –Mi hijo, el 22 de agosto de 2008, me dijo: “me invitaron a conocer la costa”, y yo le dije que cómo así que lo invitaron a conocer la costa, que uno no se va yendo así, sin plata y sin nada. Él cumplió años el 2 de julio, tenía 26 años, no estaba trabajando en ese momento porque estuvo enfermo entre julio y agosto: tenía ulcera y gastroenteritis, orinaba y defecaba sangre.

Ese 22 de agosto me dijo eso, que lo habían invitado, y el 23 me dice: “mamita ya no me voy, me arrepentí”. Entonces yo me puse feliz, pero él no me dijo quiénes se lo llevaban, quiénes lo habían invitado. De todas maneras, ese sábado se lo llevaron con otros dos muchachos amigos de él. Siempre le habían hecho caso a quienes los habían invitado: les habían propuesto trabajo y quién sabe si dinero. Ese sábado por la noche, se fueron con ellos por la propuesta que les hicieron. Llegan el día 24 a las 10 am a Ocaña (Norte de Santander), los tienen todo el día domingo encerrados y los matan entre el 24 y 25, al amanecer. Según como dicen, el reclutador los lleva a la Brigada [Móvil] XV , para que los altos rangos los ascendieran.

ET: –¿En qué fecha pusieron la denuncia?

IG: –Eso fue rapidito. El 26 de agosto salió la primera noticia de que, en Ocaña, tres supuestos integrantes de las Águilas Negras fueron dados de baja por el Ejército, eso dice el periódico. En esos días me manda ese periódico la familia, lo sacan en Internet y me mandan esa hojita a mí, lo habían sacado del periódico El Tiempo. Fue por eso que nos empezamos a enterar de todo. Se habla en Medicina Legal y comprueban el 29 de septiembre que sí era Diego y que los otros dos muchachos que estaban muertos eran los amigos.

ET: –¿Qué decían los militares implicados?

IG: –Esos no pueden decir nada. Los sacaron a todos por vencimiento de términos, a todos los dejaron libres, y eso no debió haber sido así. Por dilatar tanto en las audiencias, por la demora en cada proceso se vencieron los términos.

ET: –¿Cree que esa demora fue planeada?

IG: –No sabemos. Para mí, todo eso fue como estrategia: ellos se encargaban de demorar con cualquier disculpa las audiencias.

ET: –¿Cómo se comportaban los militares en las audiencias?

IG: –Nosotros muchas veces hemos servido de burla cuando llegamos a las salas de audiencia, sobre todo de esos abogados defensores: ellos se secretean, se burlan mucho de uno. Es para ver si uno es grosero, pero no, ahí los dejamos. Ellos gozan con nosotros, se ríen, se han burlado mucho de nosotros. Y ahora la felicidad de salir y de quedar libres… el coronel que quedó libre era una felicidad y se reía el descarado en la audiencia. Todo eso nosotros hemos aguantado, todo lo que nos ha sucedido en cada audiencia y toca comernos todo lo que vemos, porque, ¿qué más?

ET: –¿El gobierno les ha prometido algo?

IG: –No. ¡Y que no nos vayan a hacer promesas! Porque, de todas maneras, a mi hijo por lo menos ni con el mayor dinero del mundo me lo pagan. Me quedé sola… Algún día habrá reparación, no sabemos, puede que demore cuatro años o más. Nosotras no
estamos esperanzadas en eso, lo que nos queda es trabajar y luchar por la vida y cuidar a las personas que nos quedan.

ET: –¿Desde cuándo empezaron las amenazas?

IG: –No hay que comer miedo de las amenazas. Ha habido amenazas, pero la última fue hace dos meses y no a mí. Hay que esperar a ver si siguen con las amenazas.

ET: –¿Usted llevará su caso a la Corte Penal Internacional?

IG: –Es posible. Sí no hay justicia por un lado, será por otro.

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