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Por: Alexander Gamba Trimiño – febrero 15 de 2009

El pasado 23 de enero se entregaron en Bucaramanga cinco cuerpos de los desparecidos de la masacre del 16 de mayo de 1998. Las familias y las organizaciones sociales les rindieron un homenaje a lo largo de dos días: el 23 fueron a Bucaramanga a recibirlos, llegaron ese día a Barrancabermeja y allí hicieron una vigilia en la cancha de El Campín, lugar donde se perpetró el atroz crimen; el acto culminó el 24, con una misa oficiada por Jaime  Prieto, obispo de Barranca, y que contó con la presencia de Francisco de Roux, delegados de la ONU y de distintas organizaciones sociales. En la tarde fueron sepultados Ricky Nelson García, Ender González, Oswaldo Enrique Vásquez, Óscar Leonel Barrera y Wilson Pacheco en el cementerio Jardines del Silencio. Todavía hay 20 desparecidos de la noche en la que el paramilitarismo, en complicidad con las Fuerzas Militares, asesinó a siete vecinos de los barrios María Eugenia y El Campin, desapareciendo a otros 25. Estos hechos siguen en la impunidad.

La familia de Ricky Nelson García se acercó hacia las dos de la mañana al pequeño féretro en donde yacía el cuerpo de su ser querido. Acercaron una foto y un poncho, que depositaron al interior de la urna fúnebre. Era la vigilia de los familiares de cinco de los desaparecidos de la masacre del 16 de mayo de 1998 en Barrancabermeja. Allí trascurrió la noche, repleta de velas, silencios y muchos recuerdos que se mezclaron con las fotos y los cinco féretros, en medio de flores, pancartas y vecinos.

Fue el momento de despedir a cinco hermanos, vecinos, amigos, y de volver a exigir una justicia que no llega. Durante el entierro, una madre mezclaba el dolor con la rabia, sus palabras no podían ser más  dicientes: ¿por qué los militares dieron la orden de asesinar a su hijo? ¿por qué los engañaron tantos años? ¿por qué hasta ahora aparecensus cuerpos? ¿por qué no se sabe qué pasó con los otros veinte desparecidos de esa noche? ¿por qué ella tiene que enterrar a su hijo y los responsables siguen en libertad? ¿por qué?

Una vecina cuenta que este crimen no sólo afectó a  las familias sino que conmovió a todo el barrio y a toda la ciudad de Barrancabermeja. Su objetivo era claro: asustar, amedrentar, desanimar,  controlar a una población entera. “Recuerdo que el 16 llegaron las camionetas; los paras se iban llevando a los jóvenes, mi hijo se metió en la casa de su novia y de milagro estaba la puerta abierta; si bien ese día mi hijo se salvó, los otros muchachos eran como mis hijos: comían en la casa, los veía correr por el colegio, la cancha, el barrio”, relata la madre de familia.

Cuentan en el barrio que hay familias que conservan intactas las prendas de sus hijos desparecidos, que están a la expectativa de que vuelvan con vida. Sus rostros siguen intactos en las casas de las familias, de los amigos. Los vecinos nos cuentan que ellos tienen las fotos de esos jóvenes, que sus caras nunca serán olvidadas y que sus sueños perduran en la comuna.

El drama de las familias de estos veinticinco desaparecidos demuestra como la desaparición prolonga el dolor y plaga la vida de incertidumbre. La familia de Ricky finalmente pudo entregarle sus recuerdos, después de más de diez años de esperar su regreso, una noticia o que volviera con vida. Ahora tienen la certeza de que se ha ido. No es así para quienes aún lloran a las otras veinte víctimas que, pese a todos los indicios, aún guardan la esperanza de ver a sus hijos, hermanos y hermanas entrar en la casa, colocarse la ropa de antaño y departir con los amigos.

Mientras esto ocurre, el olvido no llegó a la cancha de El Campín en Barranca: los sueños siguen intactos y la memoria se hace vida, lucha y fuerza, desde donde se construirá tarde o tempano justicia. Hoy reina la impunidad, pero ésta también será vencida tarde o temprano, mientras persista la memoria, la dignidad y los sueños que deambulan por estas calles existe la esperanza de que los hechos del 16 de mayo no quedarán en el olvido ni en la injusticia. Ya las organizaciones sociales de esta ciudad y sus pobladores lo saben: será desde el pueblo digno desde donde se construya la otra historia y ésa será la mejor manera de no dejar impunes estos crímenes, de enfrentar el dolor que sigue presente en las calles del ferrocarril, en la refinería, en el puente, en las barriadas y en toda Colombia.

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