Por: Aiden Salgado Cassiani – abril 12 de 2016
Zulia Mena García es graduada en Trabajo Social, con especialización en Gestión Territorial y Comunitaria. Ha sido la primera persona en inaugurar las, otrora, curules del pueblo afrocolombiano en 1994, cuando, apoyada por el presidente Ernesto Samper, obtuvo más de 37.000 históricos votos. El año pasado terminó su periodo como alcaldesa de Quibdó, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo, el cual desempeñó de manera impecable. De hecho, su gestión en la alcaldía de la capital chocoana fue catalogada como una de las mejores entre las principales ciudades colombianas.
Entre otros cargos, Zulia Mena tuvo incidencia en la elaboración de la Constitución de 1991 e hizo parte por Chocó de la comisión especial en el desarrollo del Artículo Transitorio 55 de la carta magna, la cual aportó en la preparación de la Ley 70 de 1993 o ley de las comunidades negras. Gracias a su liderazgo, ha sido invitada a participar en conferencias y eventos en diferentes países del mundo. Todo lo anterior da pie para considerarla como una persona preparada para ocupar cargos de alto nivel.
El nombramiento de Zulia Mena García como viceministra de Cultura la coloca en esa ontología de la cual nos habló Frantz Fanon, en esa ‘dialéctica del qué hacer’, al ocupar un cargo donde debe responderle a su jefe y, al hacerlo, debe ir en contra de los intereses del pueblo al cual ella ha defendido.
Entonces, ocupar ese cargo la coloca en esa contradicción, que se agudiza al analizar la realidad de los puestos del gobierno sin presencia de gente afro. Por una parte, siente la necesidad de ocuparlo, pero en esa necesidad también va incluido el peso de representarnos frente a los ministros blancos encorbatados. Al ser la única mujer negra tiene la presión de responderle a ese pueblo negro, afrocolombiano, palenquero y raizal que ella ha defendido. Entonces, debemos entender esta dialéctica que coloca a Zulia en una posición de muchas dualidades.
¿Por qué se nombra a Zulia Mena?
El presidente Juan Manuel Santos ha buscado la manera de dar un giro a su imagen en relación con los pueblos afros, después del bochornoso evento de su comitiva racista en Estados Unidos, la cual no tuvo presencia de gente negra, omisión que el mismísimo presidente Obama hizo evidente, como también los parlamentarios afroamericanos, dejando al descubierto su racismo.
Al interior del pueblo afro hay un gran sector exigiéndole participación de esta comunidad en espacios y altos cargos de dirección del país. Por otro lado, ha sido una exigencia al unísono la necesidad de la presencia del pueblo afro en la mesa de negociación de La Habana. Todas estas condiciones se juntaron para que el presidente se vea en la obligación de nombrar afros en cargos importantes, pero este gobierno mezquino no iba a nombrar afros en algún puesto sin antes pensar en sacar tajadas o ventajas de dicho asunto.
No hay que olvidar que del 31 de marzo al 2 de abril, el gobierno estuvo convocando a la primera sesión del espacio nacional de consulta previa de medidas legislativas y administrativas susceptibles de afectar a la población afrocolombiana. El Ejecutivo necesita de este espacio para legitimar dos grandes iniciativas: el Plan Nacional de Desarrollo, con los puntos que hacen referencia al pueblo afrocolombiano, y el Tratado de Libre Comercio del Pacífico. Para llevar a cabo esas dos iniciativas necesita tener el aval del principal órgano de decisión legal de las comunidades. Es así que busca también tener de su lado a las personas que van en representación afro a la mesa de La Habana. Para ello, ¿qué más jugarreta que la de mover sus fichas y lograr sentarse a negociar con el pueblo afro? Es aquí donde toma importancia la figura de Zulia Mena, pues la viceministra para la Participación e Igualdad de Derechos, Carmen Vásquez, ya está desgastada.
En este orden de ideas, la función de Mena será, tarde o temprano, la de contenedora y alineadora del pueblo afro. Con esta movida de ajedrez, Santos aspira resolver el problema de invisibilidad del pueblo afro en su gobierno y, con ello, mandar la señal de que este es ‘incluyente’, imagen que le facilitaría la solicitud de recursos en Estados Unidos. Por otro lado, asume que con este nombramiento le cumple al pueblo afrocolombiano.
Las contradicciones del poder
Es claro que el nombramiento de una mujer de este talante tiene la intención arriba mencionada. Se le nombró para un viceministerio que, de hecho, es el más pobre del país y que no tiene posibilidad real de manejar recursos, de hacer incidencia en la política concreta, sin lo cual no puede ayudar realmente al pueblo afro. Se demuestra, entonces, el desprecio de Santos hacia los afrocolombianos, ya que si tuviera buenas intenciones nombraría en lo que resta de su gobierno a esta mujer como ministra de una cartera importante o en un viceministerio de peso que tenga relevancia en los temas de decisión, como por ejemplo, el viceministerio de Agricultura, de Defensa, de Hacienda, espacios donde realmente se puede jugar un papel importante para el pueblo afrocolombiano.
Una contradicción más es que el único espacio donde realmente se debería ejercer la política de defensa de derecho de las comunidades negras, la Dirección de Asuntos para Comunidades Negras, Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras del Ministerio de Interior lleva más de un año sin director en propiedad. De hecho, antes que servir para lo que fue creado, este espacio es una bolsa de empleo donde se pagan favores a los parlamentarios. Alrededor del 80% de los funcionarios que allí se encuentran han logrado sus puestos gracias a padrinos políticos y, por tanto, no hay funcionarios en propiedad o hay pocos.
El otro espacio de representación afro son las dos curules que le corresponden a nuestras comunidades en la Cámara y están siendo utilizadas, una, por alguien que nada tiene que ver con la gente negra; y, la otra, por un negro, pero gracias a que murió la impostora María del Socorro Bustamante. Ante la usurpación de las curules, el Gobierno Nacional había dicho que no se involucraba hasta que no se posesionaran. Sin embargo, luego de la posesión Santos no ha dicho nada de nada.
¿Qué hacer ahora?
Ya que Zulia se montó en un caballo que le ensillaron, le toca tratar de manejar su bestia. Como dice un amigo del pueblo, el que cortó su tronco redondo que se lo eche al hombro.
Ante este contexto, el pueblo afro, representado en su movimiento social, debe tener claro que así venga Zulia Mena García de su seno, ella no es la responsable de dirigirle su agenda. Tampoco lo puede hacer todo aquel que ingrese al gobierno, ni mucho menos al Estado con su lógica y modo de operar racista y clasista, que va en contra del pueblo afrocolombiano, dejándonos sin espacios relevantes. En este sentido, debemos entender que este nombramiento es una afromermelada para que nos alineemos en las pretensiones del gobierno. El espacio de consulta previa y otras medidas legislativas no se pueden ceñir a estas dádivas.
Por su parte, Estados Unidos felicita el nombramiento, ya que son gobiernos con la misma política.
Termino diciendo: allá los que se quieran comer esa afromermelada. Ni diría ChocQuibTown: ‘esa afromermelada no la como yo’.
Desde el palenque, un cimarrón todavía.
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