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El 'nuevo' docente - Foto: Tim Ellis

Por: Carlos Fajardo Fajardo – junio 22 de 2011

Hijos del neoliberalismo, en realidad neoconservadores, han sido educados para obedecer, aceptar y aplicar las ordenanzas de un capitalismo mordaz. Alabar y no rechazar son sus eslóganes. Con tales actitudes aspiran a fortalecer los regímenes antes que a mostrar sus debilidades. Son los nuevos técnicos del pensamiento. Alfabetizados en las tecnologías, han hecho de éstas un tótem supremo desde el cual creen conocer en profundidad el mundo, la realidad del mismo. Despolitizados, des-socializados, individualistas y tecnócratas, se estremecen ante la palabra confrontación. Seguidores del pensamiento utensiliar, son monaguillos que vuelven cultos los reglamentos autoritarios de la educación. Son los baby teachers de las universidades: eficaces, eficientes, autómatas bilingües, ‘todo terreno’, choferes de las tecnologías. Gestionan sin queja la dictadura normativa de las llamadas investigaciones universitarias. Hijos del neoliberalismo, baby teachers de las instituciones.

En Colombia existen grandes laboratorios que los producen en serie y se reproducen exponencialmente. Todos han egresado de universidades a las que les tocó sufrir el azote de la Ley 30, la cual no sólo impulsó una agresiva privatización sino que las ahogó en su misma sustancia, al obligarlas a llevar un plan acelerado de acreditación acorde a las exigencias del mercado global. Como consecuencia, se desmontaron currículos, se ajustaron los planes de estudio a nefastos objetivos y se desterró todo proyecto de una pedagogía crítica y renovadora.

En varios aspectos, los discursos doctrinales, religiosos, moralistas y políticos de esta primera década del siglo XXI se asemejan a los de la llamada Regeneración, propios de la República Conservadora impuesta en el país desde 1880 hasta 1930: servidumbre hacendaria y partidista, maniqueísmos religiosos y morales, conservadurismo, ideología imperial y papal, controles a la educación, censura camuflada, obstáculos a la modernidad crítica y creativa, centralismo intelectual y rechazo a la autonomía del intelectual disidente.

Todas las pocas conquistas de autonomía universitaria, docente, estudiantil e intelectual lograda desde los años sesenta hasta mediados de los ochenta fueron diluyéndose y cambiándose por una adaptación servicial e integrada al ‘nuevo orden global’. La consolidación de la economía de mercado, del poder de los medios masivos de comunicación, de las tecnologías digitales, la urbanización e inmigración masiva, la privatización en serie y en serio, y la banalización de la cultura son algunos contextos sobre los cuales se desarrolló y se llevó a cabo el pensamiento neoconservador de última hora. Como consecuencias observamos el paso de los intelectuales críticos a los baby teachers adaptados al son que les toquen.

Aproximadamente desde 1990, un cambio radical ha impactado en las estructuras universitarias: todos sus estamentos han sido lentamente transformados, a la vez que el neoliberalismo atrapó las libertades colectivas e individuales que todavía eran posibles en las instituciones tanto públicas como privadas. Así, los profesores, estudiantes e intelectuales entraron a un espacio de mayor control. Se impuso un lenguaje administrativo y ecónomo. Con ello, se pasó de una activa reflexión a la sumisión de la gestión. Entonces, conceptos tales como eficiencia, eficacia, competitividad, flexibilización, administración e insumos entraron a formar parte del lenguaje en los ámbitos educativos.

Como resultado tenemos un nuevo tipo de intelectual: el docente eficiente con lenguaje ecónomo. El denominado ‘relevo generacional’, es decir, jóvenes profesores que reemplazan a los viejos intelectuales de vanguardia crítica, y el nombramiento de economistas y de administradores en los mandos medios de dirección académica garantizan las reformas curriculares acorde con las demandas neoliberales. Golpe bajo al trabajo crítico y humanista; ganancia para el trabajo administrativo. Burócratas contra intelectuales.

De esta manera, la universidad se adapta a las exigencias del mercado edificando el llamado, por algunos teóricos, ‘capitalismo académico’: una ‘universidad emprendedora’, es decir, subordinada a la mercantilización de sus componentes. Este ‘capitalismo académico’ ha sido impuesto como política central por los países de elite, asumiendo la educación como industria, como fábrica, como business university. La universidad queda reducida a un bazar de servicios educativos y de bienes simbólicos y culturales, con clientes y accionistas, –los estudiantes–; con obreros y asalariados –los profesores–; con productos –los resultados de las investigaciones, los saberes y los conocimientos–; y con gerentes ecónomos y administradores –directivas–. En este bazar universitario, a los logros académicos de los profesores se les evalúa o controla de forma cuantitativa, es decir, por la cantidad de productos de investigación, de publicaciones, de cátedras, de participación en eventos. Al profesorado se le trata como a un insumo, como a un objeto consumible y consumidor. Las lógicas de la comercialización de la eficacia y de las competencias de rentabilidad dominan el territorio.

¿Dónde queda la autonomía crítica del docente intelectual? Los baby teachers dan la respuesta: son cosas del pasado –dicen–, peticiones de una historia muerta, enterrada. En su lenguaje dan un no a la memoria y un sí al ‘ahorismo’ consumible, adaptado. La instrucción y formación de docentes que hacen de la tecnocracia algo plenipotenciario, o bien, que asumen la modernización tecnológica, impuesta desde arriba, con preocupante ingenuidad es una de las más grandes heridas en el corazón de la academia. Ante la reflexión se propone la gestión, frente al debate político y cultural se irrumpe con una relajación pragmática, contra una actitud de confrontación y diferencia se establece una postura de adaptación, aceptación y confort académico. Es la ‘mercadización’ de lo social, de lo educativo, donde triunfan las dinámicas de lo administrativo, del ‘gerencialismo’. De esta forma, la paranoia, la autocensura y el conformismo se reivindican en estos escenarios empresariales de hipervigilancia y control competitivo.

El ascenso del pensamiento neoconservador y de la globalización económica neoliberal ha contribuido a crear este tipo de docente universitario adaptado y adaptable. De modo que al joven docente le han otorgado un papel de legitimador político, cultural y moral de los regímenes hegemónicos. Atrás quedaron los tiempos del intelectual disidente, de las posiciones libertarias. ¡Oh baby teachers, bienvenidos al futuro!

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