Por: Pablo Hanono – abril 14 de 2016
El gobierno de Mauricio Macri al mando de la presidencia de la República Argentina ya cumplió sus primeros 100 días y, sin dudas, demostró un fuerte aire de cambio para el país y para su pueblo. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿de qué se trata ese cambio?
Para aquellos que viven fuera de Argentina, pero también para aquellos que viven en el territorio, conocer la realidad se ha vuelto cada vez más difícil, por fuera de las experiencias cotidianas a la hora de pagar las cuentas, cobrar el sueldo y, en especial, ir al supermercado.
El mapa de medios del país se encuentra en una etapa de reconfiguración hacia un alineamiento casi total con el gobierno de Macri. Los diarios y multimedios más populares -los diarios Clarín y La Nación y canales de TV como El Trece, TN, entre otros- sostuvieron por largos años un enfrentamiento declarado con la anterior administración kirchnerista. Estos grupos, de forma conjunta con sectores políticos y empresariales, apalancaron la candidatura de Mauricio Macri y su nuevo partido, la alianza Cambiemos, para que lograra llegar al poder. Su influencia en el electorado y el creciente ‘odio’ y ‘hartazgo’ en ciertos sectores de la población tras 12 años del gobierno anterior han sido y son insoslayables. Estos mismos medios y grupos económicos han sido los primeros en ser beneficiados con las medidas iniciales del nuevo gobierno, que no ha escatimado en pagar todos los ‘favores’ con rapidez.
Pasados los primeros meses de Macri en el poder, se cumplieron algunas de las promesas de campaña y algunas otras que no estaban en la plataforma pública pero que podían preverse. En primer lugar, de forma inconstitucional, se anuló la Ley de Medios que obligaba al Grupo Clarín a desprenderse de algunos de sus activos -su tamaño desmesurado y cantidad de medios lo convirtieron casi en monopólico- y se le otorgaron nuevos beneficios como la habilitación de la compra de Telecom por parte de unos de sus accionistas mayoritarios, y también se le entregaron los derechos para televisar los partidos de River y Boca a un precio por debajo de los costos de mercado. La complicidad y soporte mutuo entre Clarín -junto al resto de los medios hegemónicos del país- y Macri es casi total, al tiempo que se presenta la realidad cotidiana de una forma matizada y poco crítica.
La primer medida del nuevo gobierno fue eliminar el llamado ‘cepo cambiario’, liberando la compra y venta del dólar y realizando una devaluación mayor al 50%, por lo que el billete verde saltó de los 10 pesos a los casi en 15 que cotiza hoy. Esta medida fue, sin dudas, la más polémica, ya que, a pesar de que los economistas mediáticos llenaran horas y páginas diciendo que era ‘inevitable’ y ‘necesaria’ una devaluación para sostener la competitividad, estas medidas han resultado en una creciente recesión e inflación en todos los productos de consumo masivo -tal vez cercana al 20% solo en los últimos 4 meses-, provocando un deterioro del salario y el poder adquisitivo de la población.
Al mismo tiempo, se realizaron miles de despidos en la administración pública, las tarifas del servicio eléctrico registraron aumentos entre el 400% y 700%, las de agua crecieron un 400%, mientras se eliminaron impuestos y retenciones a las exportaciones agrarias, de modo que el sector agroexportador vio de inmediato maximizada su ganancia. En paralelo, se concretó un inmediato acercamiento hacia los EE.UU. a partir de un principio de acuerdo con los denominados ‘fondos buitre’, aproximación que se vio afianzada con la presencia de Barack Obama en el país durante el 23 y 24 de marzo pasados.
La visita del presidente de EE.UU. abre las puertas a interrogantes más profundos que comienzan a ser visibles día a día. La coincidencia de este viaje con el 40° aniversario del golpe cívico militar más sangriento y despiadado que tuvo el país -entre 1976 y 1983, dictadura que culminó con más de 30.000 detenidos desaparecidos y múltiples delitos de lesa humanidad- no ha sido una simple casualidad, especialmente si consideramos que el gobierno estadounidense apoyó y promovió este mismo golpe de Estado. Años después, la visita en este aniversario ha sido considerada por muchos sectores y organismos de derechos humanos como una gran provocación.
Lo que sucede en la Argentina tras el primer trimestre macrista no se lee con claridad en los medios gráficos de mayor tirada, no se ve en los noticieros principales ni se escucha en las radios con mayor audiencia. Lo que sucede en la Argentina comienza a palparse de dos formas: la primera, a partir de las experiencias cotidianas en las que cada persona ve disminuido su poder de compra tras la devaluación y la inflación sostenida de los precios, y, por otro lado, como un lento ‘fantasma’ que comienza a pasearse por el país. No se trata simplemente del impacto directo que tiene la asunción al poder de un mandatario de ‘centro derecha’ y con una visión económica ciertamente cercana al neoliberalismo sino de cómo se inicia una etapa en la que sectores conservadores marcados por el revanchismo político vuelven a tomar el poder. El nuevo gobierno y sus medios basan su agenda en la llamada ‘herencia K’ y se multiplican las causas y persecuciones judiciales a los anteriores funcionarios. Con el cambio de gobierno, vuelven lentamente a escucharse aquellas voces que otrora no eran aceptables socialmente: antiguos militares que salen a hablar en público, policías que maltratan y reprimen a trabajadores o mujeres de alcurnia que se animan a decir en voz alta que ‘a los negros hay que matarlos a todos’.
El panorama no es nada alentador si marcamos que la alianza Cambiemos se alzó con la gobernación de los distritos más importantes del país, incluyendo la ciudad y la provincia de Buenos Aires, además de la presidencia. Además, posee ahora el monopolio de la Fuerza Pública y, en especial, el soporte explícito de los principales empresarios y medios de comunicación más populares del país. Estos sectores, que hace algunos años fueron bautizados como ‘el círculo rojo’, están ahora de tiempo completo al mando de la Argentina.
Sin embargo, a pesar de todas las circunstancias adversas para el pueblo y a los trabajadores, existen algunas señales que dejan abierta una rendija que permitiría balancear la ecuación de poder. El creciente malestar social ante el aumento generalizado de los precios de la canasta básica y los servicios públicos comienza, de a poco, a incorporar a la agenda de debate a nuevos actores, incluyendo a algunos dirigentes sindicales que ya no pueden seguir hablando en voz baja. De acuerdo a varios encuestadores, la imagen del nuevo presidente ha caído sostenidamente desde su asunción, a pesar de los esfuerzos mediáticos, principalmente por el impacto social de las medidas económicas más recientes que afectan de forma directa a la mayoría trabajadora del país.
Lo que sucede es que el bolsillo de los argentinos es y ha sido siempre uno de los fusibles sociales de nuestra democracia. Como ya sucedió en 2001, con el ‘corralito’ y la ‘pesificación asimétrica’ de los depósitos, que actuaron como el disparador para protestas en las calles y cacerolazos masivos que lograron torcer el destino de un gobierno incapaz como el de Fernando de la Rúa. El desafío de la política progresista es hoy lograr abrir los ojos a una sociedad enceguecida por los medios hegemónicos a 15 de años de ese momento crítico del país. Esperemos que la importancia del bolsillo también permita encender a tiempo las señales de alerta en la población sin llegar al triste desenlace de ese pasado reciente. Se trata de encender las señales necesarias para contrarrestar el cambio ideológico que proponen los medios y sectores dominantes, señales que enciendan una luz de resistencia en las cabezas y los espíritus de las mayorías pensantes que aún viven en Argentina.
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