"Brexit". Foto: Jeff Djevdet.
"Brexit". Foto: Jeff Djevdet.
“Brexit”. Foto: Jeff Djevdet.

Por: Paul Salgado – julio 19 de 2016

El voto británico a favor de salir de la Unión Europea es el resultado de la desigualdad inconcebible de ese país, de la destrucción de la clase obrera, de la glorificación de la élite financiera y del repudio a la condescendencia y el desprecio con los que la élite política y los medios de comunicación tratan a la gente del común. Ahora, nos corresponde a nosotros organizarnos y luchar por los derechos de las personas migrantes y trabajadoras.

Recordemos que el referendo tuvo lugar porque un hombre de la aristocracia, conservador y de mente cerrada, el exprimer ministro David Cameron, quería fortalecer su posición como líder de un partido increíblemente mezquino y racista para que pudiera conservar su posición privilegiada y estatus. Él quería ‘unir’ superficialmente a los conservadores antes de las elecciones de 2015 con la promesa de que permitiría esta votación.

El referendo se convirtió en una oportunidad para que otro hombre aristócrata, conservador y de mente cerrada, el exalcalde de Londres Boris Johnson, tratara de avanzar en su ambición mezquina y egoísta de tener los mismos privilegios y estatus de Cameron, su antiguo compañero de clase de una exclusiva y engreída escuela privada para la élite.

Johnson se unió a Nigel Farage, el líder político de la pequeña burguesía del Reino Unido, de una capa social de empresarios y estafadores blancos y racistas que odian a los sindicatos, que habían alcanzado un cierto grado de riqueza a costillas de los trabajadores británicos y cuya única preocupación era pagar menos impuestos y quebrantar los derechos que les quedaban a los obreros, aquellos a quienes los conservadores no pudieron reducir a cenizas.

Los medios de comunicación británicos e internacionales de la élite han estado totalmente obsesionados con el odio racista y anti inmigrante despotricado por extremistas como Farage. Sin embargo, es verdad que Cameron y los conservadores son responsables de permitir que la xenofobia, el autoritarismo, el racismo y el fascismo encuentren cabida en la lucha interna, irresponsable y narcisista para definir quién conducirá a su partido político.

Pero, satanizar e invalidar la opinión de diecisiete millones de británicos de clase obrera al tildarlos de ‘racistas’, ‘ignorantes’ o ‘sin educación’, como se han apresurado a decir los periodistas elitistas, revela más de las maniobras de los grandes medios de comunicación que de las razones por las cuales tantas personas rechazaron el consejo de sus supuestos ‘superiores’.

Ningún reportero es ‘independiente’ en los grandes medios de comunicación y nadie allí tiene capacidad alguna de informar sin favorecer una determinada opinión. Esto en ninguna parte es tan evidente como en la presentación de la información sobre esta votación: estos periodistas quieren que el statu quo continúe, pues este les da un sentido de superioridad del cual pueden presumir y que proviene de ser asociado a las élites financieras y políticas, y a las instituciones que protegen y perpetúan el orden imperante.

Esta identificación de los periodistas con las élites ha sido demostrada con más fuerza que nunca en los últimos días por la prensa al copiar los tuits con los que un puñado de políticos de la derecha del Partido Laborista atacan al líder de esa agrupación en un patético intento de golpe, sin tener en cuenta a los 250.000 militantes laboristas que votaron a favor de este dirigente. Esto ha dejado desesperados y sin entender por qué ellos están tan completamente fuera de contacto con millones y millones de personas en su propio país.

Los conservadores tomaron el poder hace 37 años y nunca lo han dejado. Incluso, cuando los líderes políticos supuestamente responsables afirmaron adhesión a otro partido, la destrucción de las comunidades obreras y de las industrias que en realidad producen algo continuó, como siguió adelante también la glorificación de una élite financiera que trata al Reino Unido como un casino no regulado.

Trabajadores del acero, estibadores, constructores de barcos, mineros, trabajadores de imprenta, trabajadores de las fábricas de automóviles y ferroviarios, al igual que sus sindicatos, sus comunidades, sus familias, su salud y su futuro, se hicieron añicos gracias a las mismas personas que exigían que los sobrevivientes de esta devastación votaran en apoyo de un statu quo marcado por una desigualdad inconcebible, un estado de cosas que beneficia únicamente a los ricos que han desmembrado esa sociedad y se han beneficiado de la miseria que han causado para luego enviar las ganancias a sus bancos en las islas del Caribe.

Yo era un niño en medio de esta destrucción. Los recuerdos que tengo no son de fútbol o de dibujos animados sino de regresar de la escuela para ver, todas las noches, noche tras noche, durante un año, la película granulada teñida de naranja proveniente de las farolas que iluminaban a las huelguistas en la madrugada en un pueblo minero. En mi memoria están las imágenes de los policías, uniformados de negro, golpeando en el suelo a hombres desarmados -iguales a mi abuelo y mi padre- sólo porque trataban de defender sus trabajos, sus familias y sus comunidades. Noche tras noche tras noche. Y mi abuelo y mi padre recibían en silencio la luz de la pantalla del televisor en sus rostros. Ellos no tenían que decirme ni una sola palabra para que yo supiera de qué lado estaba. Ni siquiera tenían que explicarme que existían dos partidos entre los cuales yo podía elegir.

Y ahora, cuando los banqueros, los jefes, el Financial Times, los presidentes y reyes, y una primera ministra del partido Tory exigen un voto para proteger su statu quo, no deberían sorprenderse cuando nuestra clase devuelve su condescendencia y desprecio por nosotros hacia ellos.

Noté que casi no he mencionado el tema migratorio y es que ese no es realmente el punto. Quisiera ser completamente claro: los trabajadores no tienen patria. No debería haber fronteras. Haitianos, bolivianos, afganos, angoleños, sudaneses, indios, indonesios, filipinos…  todo el mundo debería tener el derecho de venir a mi país. Las personas polacas, rumanas, alemanas, blancas y cristianas son bienvenidas en mi país y, por lo tanto, los son también las personas sirias, iraquíes, libias, árabes y musulmanas.

La migración de personas a través de continentes, océanos y fronteras no se puede detener, no importa lo que los racistas como Farage y Johnson reclamen. Los seres humanos siempre han migrado y siempre lo harán, no importa cuántos de nosotros, los militares, la policía y los gobiernos intenten matar al obligarlos a atravesar desiertos y mares, soportando coyotes, camiones sin aire y barcos sobrecargados.

Es una locura afirmar que la Unión Europea es una fuerza progresiva en pro de los derechos de los migrantes. Relativamente, son pocas las personas, en su mayoría blancos y cristianos, que actualmente pueden beneficiarse del derecho a la libre circulación: muchos de los trabajadores más pobres en cada Estado miembro simplemente no pueden permitírselo, a pesar de que tienen consignado este derecho en el papel.

Con el voto británico, tal vez quienes pueden darse ese lujo tendrán que obtener una visa después de 2019, cuando el Reino Unido deje legalmente la Unión Europea. Sin embargo, hay que recordar que es la ‘fortaleza Europa’ la que obliga, literalmente, a millones de migrantes, que no son tan blancos y, tal vez, tampoco cristianos, a soportar peores situaciones que hacer una cola para obtener una visa. La ‘fortaleza Europa’ obliga a estos migrantes a arriesgar sus vidas en el mar y deporta a los que sobreviven. La promesa de un derecho a la libre circulación no aplica a aquellos que más lo necesitan: los más pobres, los que huyen de la guerra y la persecución.

Además, los líderes racistas de las supuestas ‘democracias’ dentro de la Unión Europea pueden romper esta promesa de libre movilidad a su voluntad y volver a imponer controles fronterizos en un intento de detener a los migrantes que estimen ‘indeseables’. Esto, claro, sin consultarle a sus propios ciudadanos.

La lucha por los derechos de los migrantes no comenzó con el referendo del 23 de junio sino que se ha dado con tenacidad y valentía durante décadas. Los sindicatos han organizado a los trabajadores documentados e indocumentados, los defensores de derechos humanos han apoyado y defendido a los migrantes contra los jueces y los políticos, y las comunidades se han enfrentado a los racistas, fascistas y nazis en las calles, todo durante el tiempo que Gran Bretaña ha estado en la Unión Europea.

En este sentido, nada va a cambiar con el voto de salida. Depende de nosotros, como siempre ha sido, luchar por leyes y actitudes más progresistas hacia los migrantes. No podemos seguir dependiendo de la fantasía de que los gobiernos de derecha de la Unión Europea promulgarán leyes un poco más favorables para los refugiados y migrantes. Si la opción ganadora hubiese sido permanecer en la Unión Europea, esto habría sido visto por las élites financieras, los políticos y los medios de comunicación como una reivindicación de su desprecio hacia nosotros, los trabajadores y migrantes. Los ataques a nuestra clase, los intentos de dividirnos con la profundización de la desigualdad y con restricciones cada vez más violentas contra los migrantes y los refugiados se habrían intensificado de todas maneras bajo un gobierno conservador fortalecido y firmemente posesionado en el poder hasta 2020.

La votación por la salida de la Unión Europea debe ser tomada como una decisión en contra de consentir esto y ahora tenemos la oportunidad de actuar. No somos pasivos: tenemos sindicatos, un partido Laborista y organizaciones comunitarias, entonces, ahora tenemos la oportunidad de utilizar nuestra imaginación para tomar ventaja de una élite dividida, dispersa y destrozada, y luchar por tolerancia, respeto y dignidad.

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