Muro entre Estados Unidos y México. Foto: Daniel Lobo.
De concretarse la propuesta de Trump, se construiría la muralla más larga del planeta después de la china.
Muro entre Estados Unidos y México. Foto: Daniel Lobo.
Muro entre Estados Unidos y México. Foto: Daniel Lobo.

Por: Fernando Del Corro – diciembre 18 de 2016

Cuando Donald Trump planteó, durante su reciente y exitosa campaña presidencial, la conveniencia de construir un muro contra ls inmigración entre México y los Estados Unidos de América, la mayor parte de los analistas y de los periodistas a los que ahora calificó como ‘mentirosos’ confió en que ello le garantizaba el masivo voto en contra de los latinos, cosa que no sucedió al calor de los resultados.

Y, como ‘negocios son negocios’, la empresa mexicana Cementos Chihuahua ya demostró su interés en llevar adelante la obra que complete el total de la frontera entre esos dos países desde el océano Atlántico hasta el Pacífico y a lo largo de 3.169 kilómetros. Si se concretara, esta sería la muralla más larga del planeta después de la construida por los chinos para separarse de sus belicosos vecinos, a lo largo de 7.300 kilómetros, hacia el año 221 ANE.

Claro que los ‘mentirosos’ y demás que deploraron, una y otra vez, las manifestaciones del excéntrico futuro presidente, olvidaron que ya en 1994, durante la gestión del demócrata William Jefferson Clinton, esposo de la recién derrotada Hillary Diane Rodham Clinton, se construyó un muro metálico entre ambos países, desde Tijuana (México) a San Diego (EE.UU.), que cubre un tercio de la frontera, complementado con una dura vigilancia militarizada que desde entonces lleva acumuladas unas 3.000 muertes de frustrados migrantes ilegales.

A ello debe agregarse que, durante la gestión del republicano George Walker Bush, el Congreso estadounidense sancionó, el 17 de mayo de 2006, por una contundente mayoría -que contó con un buen número de votos demócratas- una ley que aún no se hace efectiva para la construcción de un tramo adicional de muro de 595 kilómetros, con el agregado de 800 kilómetros de barreras destinadas a impedir el paso de automotores.

Hasta el presente, el muro más extenso construido -luego de la Gran Muralla China-, es el que instaló Marruecos sobre 2.720 kilómetros de la República Saharaui cuando, tras el retiro de las tropas coloniales españolas en 1976, invadiera buena parte del territorio de esta para lanzar la explotación minera de fosfatos, en acuerdo con empresas transnacionales y con el visto bueno de algunos gobiernos, lo que dio lugar a la creciente industria del glifosato, un herbicida para los cultivos transgénicos que, como se ha denunciado, viene causando graves daños en la salud de quienes consumen los mismos.

El muro en el Sahara Occidental representa un hecho de graves consecuencias contra los derechos humanos, como lo han denunciado numerosos organismos internacionales como la Unión Africana, de la que forma parte la República Saharaui, y diferentes países de los restantes continentes, como Brasil y Uruguay en América Latina.

De todos los muros construidos a lo largo de los siglos, incluidos el de China y el de los Lamentos en Palestina, ninguno tuvo la vigencia pública del erigido por la antigua República Democrática Alemana en 1961 para aislar en la ciudad de Berlín a las zonas oriental -comunista- y occidental -dependiente de la República Federal Alemana-, e impedir el libre paso entre ellas. Su demolición en 1989 fue un detonante clave del derrumbe del bloque del socialismo real liderado por la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Aunque carente de importancia edilicia, entre octubre y noviembre de 1940 los invasores nazis cercaron una zona de la capital polaca en el marco de la Segunda Guerra Mundial, creando lo que se conoce como el Gueto de Varsovia. Allí encerraron a unos 400.000 judíos, quienes fueron sometidos a diferentes atropellos contra los derechos humanos que generaron un levantamiento final entre el 19 de abril y el 16 de mayo de 1943, que fue reprimido con una brutal violencia que incluyó el incendio del conjunto de los edificios que lo constituían y que representaba el 2,4% del total geográfico de la ciudad.

Las Murallas del Kremlim tuvieron su origen en el año 1156, bajo el principado de Yuri Dolgoruki, quien muriera un año después. Comenzó como una empalizada de madera que fue convertida en un muro de piedra en 1367, durante el reinado de Dmitri Ivánovich Donskói, el vencedor de los tártaros, adquiriendo su actual fisonomía entre 1485 y 1495, bajo el reinado de Iván III Vasiliévich, ‘El Grande’ para unos y para otros ‘El Terrible’, hijo de Basilio II Vasiliévich, en cuyo homenaje hizo edificar la Catedral de San Basilio, frente al propio Kremlin, cuyo mismo significado es ‘ciudad amurallada’.

Algo antes, hacia 1090, por indicación del rey Alfonso VI de Castilla, padre de la famosa infanta Urraca, se iniciaron diversas obras, una de las cuales fue la actual Muralla de Ávila, construida donde había estado una vieja fortificación romana y en una etapa en la cual la Península Ibérica era disputada por diversas facciones en pugna y donde predominaba la lucha contra los estados moros, por lo que esas construcciones estaban destinadas a la protección de las poblaciones. En el siglo XIX se planeó derribar la muralla, pero la crisis económica por la que atravesaba España hizo que ello se demorase y permitiese que en 1884 se la declarase monumento nacional, lo que garantizó su supervivencia.

Como el declamado muro de Trump y su antecesor, el de Clinton, entre los EE.UU. y México, y el levantado por Marruecos en el Sahara se basan en cuestiones económicas fundamentalmente, también por el mismo motivo se erigieron los muros que separaron a Inglaterra de Escocia en el siglo II. Al asumir como emperador en el año 117 Publio Elio Adriano, nacido en Itálica (hoy Santiponce, Andalucía, España), se encontró con un descalabro en las cuentas públicas, por lo que intentó frenar todos los conflictos militares y cuando no pudo, como con los escoceses, optó por construir un muro, inaugurado en 128, entre las actuales localidades de Newcastle upon Tyne y Wigton a lo largo de 117 kilómetros. Su resultado fue tan exitoso que el sucesor de Adriano, Antonino Pío hizo construir otros 140 kilómetros hacia el norte, pero tras su muerte todo se concentró en el Muro de Adriano, hoy Patrimonio Histórico de la Humanidad y calificado por los propios británicos como la obra más importante que les legara el Imperio Romano.

El actual Muro de los Lamentos en Jerusalén no fue construido como tal sino que se trata de un resto del templo hecho construir hacia el año 19 ANE por Herodes ‘El Grande’, según algunos, o décadas más tarde por su bisnieto, Agripa II, según otros.

Antes que este, tuvo lugar la construcción de la ya señalada Gran Muralla China, uno de los más destacados Patrimonios de la Humanidad, entre los que se cuenta la ciudad, hoy jordana, de Petra, edificada por completo dando formas a la piedra roja que constituía la zona. Y, en épocas más remotas, varios miles de años atrás, sin datos históricos precisos a pesar de algunos hallazgos arqueológicos, solo la Biblia hace referencias a la mítica ciudad de Jericó y sus murallas.

Quizá Trump no descarte que, amén de frenar la entrada de migrantes latinos a los EE.UU., un muro también ayude a inmortalizar su nombre.

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* Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Publicado originalmente por ALAI.

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