Por: Juan Diego García – diciembre 19 de 2016
Es prácticamente imposible comprender el proceso revolucionario cubano sin la figura de Fidel, de modo que su fallecimiento renueva el debate sobre la pertinencia y el futuro del socialismo en Cuba, más allá del reconocimiento de su importancia como la mayor personalidad del continente en el siglo XX.
En su momento, el joven rebelde que bajó victorioso de la Sierra Maestra constató que resultaba imposible cumplir las promesas hechas a la población sin eliminar radicalmente los muchos privilegios de que gozaba una casta criolla inepta y corrupta en extremo, y asociada indisolublemente a la dictadura. Tampoco era posible lograrlo sin afectar los intereses de Estados Unidos, por su importante presencia en la economía cubana y por ser copartícipe de aquellos odiosos privilegios. Además, existía la permanente amenaza jamás ocultada por Washington de anexarse la Isla tal como había hecho con Puerto Rico.
Enfrentarse, entonces, a tan poderosos enemigos marcó desde sus comienzos el proceso cubano e hizo inevitable optar por el socialismo y aliarse con la Unión Soviética, so pena de ver la revolución condenada al incumplimiento de sus promesas o enfrentada a la agresión armada y la guerra civil, tal como se había presentado hasta entonces en situaciones similares en otros países de la región. Fidel y los suyos optaron por el socialismo, por las reformas radicales y, con aciertos y errores, por construir un orden que cuenta con el apoyo mayoritario de la población. Seguramente para los sectores afectados por las reformas -la burguesía y la pequeña burguesía– tal modelo no es aceptable pero sí lo es para las grandes mayorías, a la cuales ese socialismo les garantiza salud, educación y protección social básica, algo de lo que carecen las mayorías en el capitalismo periférico y dependiente que soportan latinoamericanos y caribeños.
Además, y por más de medio siglo, los cubanos han conseguido mantener a raya las pretensiones imperialistas de los Estados Unidos y nada hace pensar que se vaya a producir un cambio substancial, ni siquiera con la victoria de la extrema derecha en Estados Unidos.
En lo fundamental, entonces, el legado de Fidel y los rebeldes de Sierra Maestra se mantiene. Las opiniones en sentido contrario obedecen más bien a deseos de la oposición interna y externa que a la situación real de la Isla. Seguramente, los caminos que recorra de ahora en adelante la construcción del socialismo en Cuba tendrán la impronta de siempre, es decir, la originalidad y la frescura que les ha caracterizado.
La partida del comandante es, sin duda, un motivo de tristeza para las mayorías en Cuba, no menos que para el pobrerío de toda América que ha seguido con atención el desarrollo de ese proceso. Nada hace pensar que los objetivos básicos de esa revolución vayan a cambiar, por el contrario y tal como los cubanos han demostrado con creces ante las mayores adversidades, responderán con creatividad y la misma alegría de siempre y su proceso de cambios seguirá siendo modelo para tantos en el mundo.
La figura de Fidel queda inscrita en la historia como el hombre que, en una coyuntura histórica de gran significación, supo estar a la altura y no defraudar a las gentes sencillas que junto a él habían luchado por derrocar la odiosa dictadura de Batista. Fidel será siempre el líder que, cuando hubo que optar por la resignación o el asalto a los cielos, dio la orden de “Patria o muerte” y convirtió la consigna en una realidad palpable, salvando a la Isla de seguir dominada por una burguesía criolla corrupta y sanguinaria, y de continuar en manos de la gran potencia del norte. Solo por eso, que no es poco, su figura pasa a la historia como un gran reformador y como un gran patriota.
Para la alternativa socialista –sea ésta el fruto de una victoria militar de insurgentes o de un triunfo electoral popular– la figura de Fidel y el propio proceso revolucionario cubano continúan siendo referentes para la emancipación nacional y la superación del atraso, la humillación y la pobreza. El balance del aporte de Fidel a la lucha social en Latinoamérica y el Caribe mantiene toda su vigencia y es suficiente motivo para honrar su memoria y mostrar agradecimiento a la figura que encarnó por tantos años el ideal de la emancipación de los humildes.
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