Plantación de coca - Foto: Bram Ebus.
Para los cultivadores de coca, cannabis y amapola, la ilegalidad de estas plantas debe ser eliminada de las convenciones de la ONU.
Plantación de coca - Foto: Bram Ebus.
Plantación de coca – Foto: Bram Ebus.

Por: Bram Ebus – febrero 6 de 2016

Durante la tercera semana de enero, 23 kg de galletas, ron, aromáticas y otros productos fueron incautados por la aduana en el aeropuerto de Schiphol en Holanda. La razón: se utilizó hoja de coca en todos estos productos. La carga fue llevada por un grupo de colombianos que habían llegado a los Países Bajos para participar en el segundo Foro Mundial de Productores de Plantas Prohibidas (Fmppp). Junto a los colombianos llegaron agricultores de 14 países para discutir los problemas que están enfrentando a consecuencia de la brutal guerra contra las drogas.

Entre los agricultores había productores de coca de los países andinos, cultivadores de amapola de Myanmar y agricultores de cannabis del Caribe. Todos se reunieron en Heemskerk, un poblado en el norte de Holanda. Su mensaje luego del foro es claro: la ilegalidad de la coca, la cannabis y la amapola debe ser eliminada de las convenciones de la ONU. Estas plantas se confunden erróneamente con los drogas que se fabrican a partir de ellas y, por ello, los participantes sostienen que ninguna planta debe ser criminalizada. La incautación del ron y las galletas, por ser derivados de la hoja de coca, es un hecho irónico y más aún en el marco del foro.

El mayor problema que enfrentan los productores de estas plantas es la dura guerra global contra las drogas, ya que ésta incluye la lucha contra los cultivos de uso ilícito, lo que está causando altos niveles de pobreza y conflicto, situaciones que impactan específicamente a los campesinos.

Por ello, los cultivadores y los organizadores del foro, el Transnational Institute (TNI) con sede en Amsterdam, no sólo buscaban discutir sobre estas problemáticas sino también que las conclusiones del mismo se presenten en abril de este año en la sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que será sin duda la principal cumbre sobre política internacional de drogas.

El estereotipo que identifica el problema como un asunto de bandas violentas y narcotraficantes asesinos no se ajusta a los agricultores de plantas de uso ilícito. Sin embargo, estas personas son a menudo vistas como la causa del problema de las drogas, pero se debe entender que son las víctimas, pues, en general, simplemente no pueden mantener a sus familias con cultivos de pan coger y en no pocas ocasiones reciben presiones de grupos armados para sembrar estos productos.

Por ejemplo, en Colombia y en Myanmar los campesinos carecen de la ayuda del Estado y de buenos servicios públicos. Además, no es rentable para ellos llevar otro tipo de cosechas a los a los mercados porque, simplemente, resulta costando más el transporte que lo que dan sus cosechas, por lo que al final pierden todo su dinero cuando apuestan por los cultivos legales.

Calixto Bustos, cultivador de coca colombiano - Foto: Bram Ebus.
Calixto Bustos, cultivador de coca colombiano – Foto: Bram Ebus.

Calixto Bustos, cultivador de la hoja de coca colombiano, dice que en su región vende 22 kg de plátanos por apenas un euro (COP 3.700), lo mismo que cuesta un pequeño queso que vio en una tienda en los Países Bajos. Señala que, con la falta de infraestructura adecuada y los bajos precios de los productos agrícolas, muchos campesinos no logran mantenerse a sí mismos. “¿Qué es lo que hace el agricultor? Él cultiva la hoja de coca. No es para hacerse rico sino para sobrevivir.

Estamos en el peldaño más bajo de la escalera de la producción de cocaína”, asegura Calixto. De los cincuenta euros (COP 185.000) que pagan los consumidores por un gramo de cocaína en los Países Bajos, al final de la cadena casi nada le llega al agricultor. “Personalmente, no tengo miedo decir que cultivo la hoja de coca […] no tengo miedo de decir que el gobierno, con su política agraria y su indiferencia hacia el campesinado, me ha obligado al cultivo de la coca”, recalca.

El cultivo de estas plantas como forma de subsistencia no está exento de riesgos. En las últimas décadas han sido fumigadas extensas áreas con herbicidas cancerígenos por la Policía colombiana. Estos venenos han causado daños irreparables a la naturaleza, los cultivos de pan coger, la ganadería y la salud pública. Los cocaleros colombianos son tratados como delincuentes y se encuentran en el núcleo del conflicto interno. “El plan de ataque del gobierno de Colombia y los EE.UU. contra la planta de coca no tiene en cuenta lo que podría pasar a los agricultores”, añade Calixto.

Fidel Próspero Ayala, cocalero peruano - Foto: Bram Ebus.
Fidel Próspero Ayala, cocalero peruano – Foto: Bram Ebus.

“Con la actual política de drogas han tratado de destruirnos”, dice por su parte el peruano Fidel Próspero Ayala. La guerra contra las drogas en Perú ha condicionado su vida: Fidel nació en uno de las valles más conflictivos en la región andina: el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAE), hogar de más de 50.000 productores de coca a quienes él representa, como presidente de la Federación de Productores Agrícolas del valle del río Apurímac y Ene (Fepavrae).

Fidel creció durante el auge del movimiento guerrillero maoísta Sendero Luminoso, que mató a su madre y a su abuela. El propio Fidel, a los 15 años, se vinculó por un tiempo al grupo paramilitar Rondas Campesinas y no sólo para combatir a Sendero sino también a un Ejército del Perú que apenas distingue entre criminales y agricultores.

Fidel no tiene otra manera de sobrevivir sino mediante el cultivo de la coca:

Queremos que el gobierno nos reconozca como agricultores cocaleros, como productores cocaleros, no como narcotraficantes, no como narcoterroristas. El gobierno peruano siempre nos margina a todos los productores cocaleros. No somos narcosenderistas y no somos narcotraficantes. El gobierno siempre nos ha marginalizado y mal etiquetado. Somos agricultores y campesinos cocaleros que realmente cultivan la coca para alimentar a sus familias.

Además de que los agricultores sean las principales víctimas de la política de guerra contra las drogas, se puede cuestionar su efectividad porque tiene un impacto enorme sobre sectores sociales de gran vulnerabilidad, como estos agricultores, mientras que la demanda de sustancias psicoactivas no ha disminuido durante las últimas décadas.

De otra parte, muchos cultivos ilícitos también son usados con fines inocentes. Por ejemplo, la delegación de Myanmar compartió en el foro que el opio es una excelente medicina contra la diarrea, la gripe y la tos, siendo también es un buen analgésico. Las tradiciones y la cultura son factores importantes para el consumo, por ejemplo, de la hoja de coca, que se encuentra a la misma distancia de la cocaína como se encuentra una botella de champú o unas baterías del cristal de metadona.

Abdellatif Adebibe, cultivador de marihuana de Marruecos - Foto: Bram Ebus.
Abdellatif Adebibe, cultivador de marihuana de Marruecos – Foto: Bram Ebus.

De la misma forma, en Marruecos no se valora la marihuana y uno de sus derivados: el quife. Abdellatif Adebibe recuerda con entusiasmo que la primera Biblia y la primera Constitución estadounidense se imprimieron sobre papel hecho de cannabis. También explica que el cáñamo es útil como textil y habla de la gran cantidad de usos medicinales de la marihuana. Sin embargo, el gobierno marroquí prohibió desde 1957 todo lo que tenga que ver con el quife.

Hay muchos agricultores dispuestos a cambiar sus cultivos de uso ilícito por otros legales, pero sienten que no son apoyados por sus propios gobiernos. Por el contrario, a menudo sienten que están recibiendo los golpes más duros del látigo y nunca reciben ningún tipo de ayuda. Según todos los participantes del foro, es absolutamente claro que se deben crear alternativas para ellos, pero lo que pasa con frecuencia con la erradicación es que se ven obligados a plantar el doble para que en su próxima cosecha puedan evitar la pérdida de ingresos.

Min Thein, de Myanmar, dice que cultivó amapola durante tres años, hasta que la Policía destruyó sus cultivos e hizo la tierra inutilizable. “Nosotros, como agricultores, plantamos todo lo que nos mantiene con vida. Por lo tanto, también cultivamos amapola. Si el gobierno quiere darnos apoyo en la sustitución de los cultivos de amapola a cultivos legales sería muy bueno”.

Hoy, la mayoría de los agricultores han regresado a sus casas y a sus tierras, donde continuarán su lucha por ser reconocidos y por mejorar su situación. Las esperanzas están puestas la sesión especial de Naciones Unidas, donde, por primera vez, se esperan cambios significativos en la política internacional de guerra contra las drogas. La ONU tiene que asumir su responsabilidad y alentar a los gobiernos a cambiar su estrategia.

Habrá que escuchar mejor a los agricultores, personas que se ven afectadas por la ilegalidad de sus cultivos y que siempre están vetadas de los debates internacionales. Los cultivos alternativos, el mejor acceso a semillas, la descriminalización de los agricultores y la oferta de recursos para que puedan tener un mayor acceso a los mercados legales podrían marcar la diferencia.

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* Publicado originalmente por Vice Holanda.

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