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Foto: ho visto nina volare

Por: Ivonne Cardozo 15 octubre 2010

Entre el 5 de agosto y el 12 de octubre, 32 mineros chilenos y uno boliviano permanecieron atrapados en el yacimiento San Jóse, ubicado en la ciudad Copiapó (Chile), luego del derrumbe que los dejó enterrados aproximadamente a 700 metros de profundidad. La empresa minera San Esteban ha sido señalada como responsable de este suceso, dado que la mina ha sido conocida tiempo atrás por las insalubres condiciones y los riesgos que representaba para los mineros, al no tener rutas de evacuación y presentarse constantes derrumbes.

La minera San Esteban, creada por un inmigrante húngaro que la legó a su hijo al fallecer, el empresario y dueño Alejandro Bohn –a su vez asociado con Marcelo Kemeny–, había sido cerrada en 2007, después de una serie de accidentes que dejaron gravemente heridos a algunos trabajadores y causó la muerte a otros. Uno de los casos más conocidos es el fallecimiento de un minero, ocasionado por la explosión de una roca al interior de la mina. Esta mina presenta una serie de fallas geológicas y de seguridad para su explotación que ya habían sido previstas desde 2004, cuando un hombre quedó sepultado por la caída de material sobre su cuerpo. Sin embargo, la mina continuó funcionando.

Entre 2007 y 2009, la mina fue cerrada por el Estado chileno. Sin embargo, la empresa continuó trabajando con personal subcontratado y, en julio de este año, se dio la reapertura oficial, gracias a la resolución aprobada por el Ministerio de Salud, a través de su Secretaría Ministerial, sin tener en cuenta que la empresa no había actualizado los planos del lugar de explotación y que los trabajadores no contaban con los sistemas de emergencia ni los equipos de comunicación necesarios.

Por su parte, el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) también tiene una gran responsabilidad, como órgano regulador del Estado en la materia, pues no realizó los controles respectivos, no fiscalizó si el estado de la mina era el adecuado para ser explotada ni comprobó que existieran condiciones básicas para los trabajadores. Este tipo de accidentes comprueba que los organismos estatales no cumplen con su responsabilidad: fiscalizar, regularizar las condiciones de trabajo e intervenir cuando se viola la seguridad laboral. Al contrario, las precarias condiciones en que trabajan cientos y cientos de mineros demuestran que las leyes de seguridad, higiene y salud se violan constantemente.

Desde los años 90, la industria minera en Chile ha sido reconocida por sostener el 60% de la economía del país y aumentar su Producto Interno Bruto. Así, Chile exporta grandes cantidades de diferentes minerales, especialmente cobre, enriqueciendo a las grandes empresas multinacionales a partir del trabajo de un gran número de mineros que no son protegidos de forma eficiente por las leyes laborales y no cuentan con seguridad social ni dignidad laboral.

La labor de extracción de minerales debe ser supervisada constantemente, ya que la salud de los trabajadores se puede ver afectada, tanto física como psicológicamente, por la exposición a diferentes ambientes y por los riesgos laborales existentes. La historia de los 33 mineros tiene un trasfondo social que afecta a los sectores más pobres de Chile, de quienes las empresas privadas y el mismo Estado se lucran: en la minería, miles de hombres acceden a arriesgar su salud y vida para conseguir el sustento de sus familias.

Luego de más de dos meses de espera, el drama humano ha excedido a estos 33 mineros enterrados vivos e, inclusive, a la desdicha de sus familias, que habían esperado en la zona del desastre la salida de sus seres queridos: es la tragedia de un país que está sometido a la negligencia de los organismos estatales y a una profunda desigualdad social.

Con el rescate de estos seres humanos se llega al clímax del siempre predecible boom mediático. Luego de una temporada Chile olvidará a los mineros, gracias a unos medios concentrados en elevar con el rescate la popularidad del gobierno, su rating y las ganancias de los monopolios que los poseen. Mientras tanto, los 33 hombres rescatados de las entrañas de la tierra enfrentarán de nuevo la peligrosa vida de su oficio, su salud estropeada y una mal remunerada labor de la que dependen para subsistir.

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