Election day 2.0 - Por: Niconectado

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Por: Patricio  Malatrassi A*. – mayo 12 de 2013

El proceso electoral chileno concita, en estos momentos, una parte importante del interés de las fuerzas progresistas de América Latina, toda vez que Chile aparece como una economía donde el modelo neoliberal pareciera ser exitoso. A primera vista, todo parece reducirse a la lucha por el poder de bloques monolíticos: uno de derecha y otro de centro que es levemente de izquierda. Ambas coaliciones se disputarán el poder en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales este año. Ésta, como siempre, es la apariencia del fenómeno abstraído de sus condiciones reales que, como toda realidad concreta, es mucho más compleja.

De partida, lo que aparece como bloque de derecha es Alianza por Chile, coalición que llevó al poder cuatro años a Sebastián Piñera, hombre formado en Estados Unidos y enriquecido por el imperio a través del negocio de las tarjetas de crédito. La Alianza es la amalgama de los gestores y protegidos de Pinochet, así como de las vanguardias integristas más reaccionarias de la sociedad chilena. En ella se encuentran la llamada Unión Demócrata Independiente (UDI), donde se parapetan el Opus Dei y los Legionarios de Cristo; también participan los representantes tradicionales de la burguesía y del empresariado manufacturero y agrario, que se encuentran en la llamada Renovación Nacional (RN). Curiosamente, ambos se rotulan como ‘partidos de centro’, pero llevados a la realidad no es casual tampoco que el presidente de este último conglomerado sea uno de los hombres más ricos de Chile y dueño de la estancia Cameron, que cuenta con 100.000 hectáreas en la región de Magallanes.

El otro bloque de poder tiene por rótulo Concertación por la Democracia y está compuesto por el Partido Socialista (PS), al que pertenece la expresidenta y actual candidata presidencial Michel Bachelet; el Partido por la Democracia (PPD); la Democracia Cristiana, partido que antes de la Unidad Popular fue el más grande de Chile y que ha ido en continua decadencia, pero que así y todo, posterior a Pinochet, logró tener dos presidentes: primero Patricio Aylwin, uno de los gestores del golpe de estado contra Allende, y luego Eduardo Frei hijo, cuyo padre, Eduardo Frei Montalva, fue también gestor del golpe de Estado, pero quien pagó caro su ayuda, pues posteriormente fue asesinado por la dictadura, cuando monitoreado por los aparatos de inteligencia estadounidense, encabezó el movimiento que promovieron éstos para poner fin al monstruo que habían creado y también para poner atajo a una lucha militar popular que iba en ascenso.

Como vagón de cola en la Concertación se encuentra el partido “Radical Socialdemócrata” (PRSD), unión del antiguo Partido Radical y el Partido Social Demócrata y que se escindió del mismo Partido Radical para aglutinar a los opositores de la Unidad Popular, de la cual el antiguo Partido Radical era adherente. Se trata de un partido de cúpula que le da amplitud al bloque y que negocia puestos de gobierno para sus adherentes, principalmente en la administración pública, y algunos cupos en el parlamento.

En el último tiempo se ha incorporado al bloque de la Concertación, sin reconocerse de forma abierta, el Partido Comunista, que pese a que sólo cuenta con un 4% ó 5% de la votación, sus votos son decisivos en caso de que la votación sea muy cerrada. La nueva consigna de esta última para derrotar a la Alianza es de conformar “la nueva mayoría”.

Piñera ganó porque se castigó a la concertación

El eje más significativo de todos los gobiernos de la Concertación fue su dedicación central en administrar el modelo económico y la Constitución Política dejados por la dictadura. En la última elección esta coalición perdió, pero lo importante y paradójico es que la Alianza, pese a ganar la elección, nunca tuvo en realidad el apoyo de los chilenos, más bien se trató de un voto de castigo hacia la Concertación, unión de partidos que representaba cada vez menos las aspiraciones populares y que sostenía una corruptela que parecía imparable.

El voto de castigo se volcó, por falta de alternativas, hacia Sebastián Piñera. Por ello, durante todo su mandato ha tenido entre un 22% y un 30% de adhesión. Su gobierno, con la debida excepción de alguno de sus ministros, tampoco ha contado con el apoyo del pueblo de Chile. A 2013, la derechista Alianza cuenta con apenas un 26% de adhesión. En general, la desaprobación hacia el presidente Piñera entre los chilenos llega al 54%.

La Concertación no logra tampoco un apoyo significativo como coalición política y sólo cuenta con un 28% de favorabilidad. Escapa como una anomalía el apoyo con que cuenta la expresidenta Bachelet, que después de desempeñar un alto cargo en las Naciones Unidas vuelve al país con una adhesión que, según las encuestas, supera ampliamente el 50%. Esto hace que todas las predicciones apunten a su reelección. Sin embargo, la izquierda como conjunto, no incluido el Partido Comunista, está haciendo esfuerzos para lograr, como suele ocurrir en la historia, convocar a las mayorías, cuando al parecer no figuraban entre las expectativas más viables: es posible que una nueva fuerza logre posicionarse en una primera vuelta, pues como ya se dijo, la Concertación como tal, sigue concitando un gran rechazo entre los electores. Entonces, la pregunta es si alguna de las nuevas fuerzas logra cohesionar y representar las aspiraciones del conjunto del pueblo chileno.

Entre los candidatos que podrían generar sorpressas está Carlos Henríquez Ominami, exministro de Hacienda del gobierno de Bachelet, exdiputado e hijo del líder histórico Miguel Henríquez, quien fuera un reconocido miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) asesinado por la dictadura. Henríquez Ominami en la última elección obtuvo un 20% de la votación, cifra inédita para un candidato independiente en una elección presidencial, y ha fundado un nuevo partido político: el Partido Progresista (PRO). Por otra parte, está la candidatura cobijada en el Partido Humanista y de la llamada Izquierda Unida, que lleva como abanderado a Marcel Claude, un economista progresista y único candidato que contempla, entre otras cosas, la nacionalización del cobre, principal fuente económica del país.

Preocupa a todas estas  fuerzas en pugna quién ganará las elecciones parlamentarias, lo que dará viabilidad a los respectivos programas de gobierno, situación difícil de tratar cuando Chile es un país donde hay siete millones de electores que no votan por razones que van desde el desencanto a la desidia. Es un año de inflexión política en el que están definitivamente cuestionados el modelo económico neoliberal y la Constitución que lo sostiene.

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