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Se necesita una educación integral, humanista y que dé formación sociopolítica - Foto: Plaxy

Por: Nicolás Camargo – 21 de octubre de 2010

Cecilia Correa, ex funcionaria de la Secretaria de Educación de Ibagué (Tolima), afirma que los desafíos en términos de educación son complejos y que el problema fundamental de la educación en Colombia es que no se están formando ciudadanos. Sostiene, además, que en el municipio hay un atraso de casi medio siglo respecto al país y que, tanto en colegios como en universidades, se ha perdido el ideal sobre el que fue concebida, la “universalidad del conocimiento”, y que por ello hay más profesionales que ciudadanos. Con una visión un poco pesimista, considera que la educación en Colombia es poco pertinente y que la ‘revolución educativa’, no fue precisamente una revolución.

Nicolás Camargo: –¿Cuáles son los problemas centrales de la educación?

Cecilia Correa: –El problema tiene varios aspectos. Uno tiene que ver con la formación que se da: no es integral, no es humanista y está basada en contenidos específicos, que apuntan mucho a las competencias laborales pero no a las competencias ciudadanas. No hay formación sociopolítica de los estudiantes a ningún nivel, entonces, toman malas decisiones políticas, los engañan. El problema está en no formar ciudadanos.

NC: –En ese contexto, ¿cómo está la educación en Colombia?

CC: –Uno, sobresaturada de contenidos; dos, con infraestructuras educativas colapsadas; tres, con profesores con graves problemas de actualización; cuatro, poco flexible, la educación debe ser mucho más flexible; quinto, con poca formación a los estudiantes en áreas no disciplinares, como artes.

Por eso, a mí me gusta el concepto básico de universidad, que era la universalidad del conocimiento. Entonces, hay que aprender artes, deportes, música, otras cosas, porque, al fin y al cabo, la vida es un ciclo: vas a estudiar mucho, vas aprender mucho y vas a acabar con qué, con eso, no acabas con el doctorado, acabas con la capacidad que tienes de entretenerte, de ser feliz, de estudiar.

NC: –¿Podríamos decir que a la universalidad del conocimiento la han tratado de compensar con la formación integral?

CC: –La formación integral es una falacia. ¿Dónde está la integralidad de la formación cuando es disciplinar? Me gustaría muchísimo que la universidad tuviera más opciones optativas y de elección de los estudiantes que currículos obligatorios. A mí me gustan las universidades abiertas, no las universidades profesionalizantes. Otra cosa que le falta a todo el sistema educativo es definir el sistema con el que se va a trabajar porque, si no, tú no sabes a qué le apuestas, pues resultas diciendo cosas genéricas.

NC: –Ahora, en el ámbito local, ¿cuál es la situación de la educación en el municipio de Ibagué?

CC: –La situación del sistema educativo en Ibagué es bastante complicada. Sabemos, por ejemplo, que se requiere un mayor número de ayudas didácticas, no se avanza mucho, el problema de recursos es grande. Lo de infraestructura es un tema difícil de superar, uno puede decir fácilmente que la infraestructura educativa de Ibagué tiene 40 años de rezago: colegios colapsados, baterías sanitarias colapsadas. No son los mejores ambientes educativos los que tenemos en cuanto a infraestructura.

NC: –En términos de la deserción escolar, ¿qué se hace en Ibagué?

CC: –Se dan apoyos para la permanencia, que son desayunos escolares. En la zona rural, el cien por ciento de los niños tienen desayunos. En Ibagué se dan diariamente 47 mil desayunos, una cobertura muy alta. Eso es apoyo a la permanencia, pero también los uniformes que se otorgan en la zona rural, así como los equipos que se dan y se subsidia el transporte. Todos esos apoyos, creemos, son factores que hacen que los niños permanezcan más en el sistema. Por eso, en 2007 había más del 7% de deserción y en este momento está en el 4.1%. Ya ha bajado.

NC: –Ahora bien, ¿podríamos considerar otros factores, como la falta de motivación?

CC: –Es uno de los factores, no el más importante. Hay que diferenciar la zona rural de la urbana. En la zona rural los niños tienen mayor interés de ir a la escuela que en las zonas urbanas. La escuela rural se constituye en un punto de encuentro, ya que ellos no tienen donde más reunirse, debido a que la población rural de Ibagué es dispersa. Entonces, un muchacho, para verse con otros muchachos y verse con las futuras candidatas a novias, necesita un lugar donde los concentren y ese lugar es la escuela.

Los niños en la zona rural tienen una altísima motivación para la escuela, aunque la vida en el campo no es fácil para ellos porque también trabajan. En el campo todos trabajan. Hay niños que se levantan a las cuatro de la mañana para empezar algunas faenas del campo y a las cinco empiezan a caminar a la escuela para llegar a las siete de la mañana.

NC: –Y en la zona urbana, ¿cómo se da ese fenómeno de la deserción?

CC: –Yo creo que no se puede dar el mismo tratamiento a la zona urbana que a la zona rural. Los factores de deserción cambian un poco. En la zona rural el factor de deserción no es necesariamente económico. En la zona urbana, el factor económico es muy decisivo para estudiar. Los padres de familia pelean mucho para poner a los niños en colegios grandes. Normalmente, la gente quiere ponerlos en colegios tradicionales, públicos, lejos de sus casas. Logran hasta matricular a los niños, pero a mitad de año van desertando porque no tienen recursos para el transporte.

NC: –¿Se plantea ahora, en términos de calidad, la implementación de competencias para hacer de la educación un proceso más instrumental, en el que se aprende a hacer y no a ser?

CC: –Yo no estoy de acuerdo con que toda la educación se vaya a volcar a unas competencias sólo laborales, porque eso significaría que las universidades se volverían profesionalizantes. Si tú sabes que una profesión la aprendiste aislada del mundo, sin poder leer en contexto lo que sabes, no vas a poder utilizar ni aplicar a nada porque ni siquiera identificas el problema que existe.

No soy hincha de las competencias, pero pienso que permiten organizar las cosas y saber, al menos, qué es necesario que una persona adquiera. Si, después de diecisiete años de estar sometido a unas reglas de juego, se termina saliendo en blanco, en nada, entonces, mejor no tener tanta carga de conocimiento como herramientas para adquirir conocimiento.

NC: –Entonces, ¿cómo entender eso de las competencias?

CC: –Las competencias se han entendido también mal. Ser competente para algo es poderse defender en algo, pero no puede ser, como lo resumen, que una competencia es un saber hacer en contexto, pero el contexto se les queda como nada, cuando eso es lo más importante.

NC: –Ahora, en las universidades hay una molestia porque los estudiantes llegan con muchas falencias, sin esas competencias. ¿Eso a qué se debe?

CC: –Lógico. No existe en Colombia un sistema educativo como tal, si existiera habría coherencia desde el preescolar hasta el final de la universidad.

NC: –¿Cuál sería el sistema educativo ideal o el que se debería empezar a construir?

CC: –Para mí, un sistema educativo ideal no debe estar basado en contenidos específicos, debe estar basado en contenidos no específicos, es decir, enseñar a pensar, a trabajar con una metodología de resolución de problemas, a trabajar en equipos colaborativos, al auto aprendizaje, a aprender por sí mismo, a leer y escribir muy bien, y a obtener unas competencias básicas, que tienen que ver con la construcción de ciudadanía. No más. Ahí yo justifico pasar doce años por un colegio.

NC: –¿La ‘revolución educativa’, realmente sí fue una revolución o un revolcón educativo?

CC: –No –risas–, la revolución implica unos cambios y aquí yo no he visto muchos cambios. Se ha basado en un reingeniería de procesos, en implementación de las TIC. Hay cosas importantes, como es la organización administrativa del sistema como tal, pero eso no necesariamente es calidad educativa.

NC: –¿Hacia qué debería apuntar el sistema educativo?

CC: –A formar primero seres humanos. El principal desafío de la educación, en cualquier nivel del sistema, es formar con absoluta prioridad seres humanos y después profesionales, después bachilleres. El valor agregado de quince a veinte años que puede pasar estudiando la gente debe ser un mejor ser humano. Esto significa ser comprometido con su realidad, ser un ciudadano, interesarle lo que está pasando en la vida en la ciudad; un ser reflexivo, crítico, autónomo, con capacidad de auto aprendizaje.

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