Octubre 27 de 2010
Al borde de la debacle se encontraría la alcaldía de Samuel Moreno en Bogotá, a juzgar por el reciente escándalo que lo relacionaría a él y a su familia en prácticas non sanctas en la contratación del Distrito Capital. Difícilmente, el Polo Democrático Alternativo (PDA) podrá ganar las elecciones del año entrante y la tensa calma que se había mantenido al interior de la colectividad ha llegado a su fin. Para el Polo es momento de decisiones difíciles, de fortalecer una posición más clara frente al país y de depurar los elementos que más daño le han hecho, si es que realmente se quiere mantener como opción de poder. No es justificable que el partido de izquierda se debata entre dos posturas de derecha, que se escudan tras argumentos aparentemente justos para defender sus propios intereses, a costa de la propia colectividad y de los sueños de cambio de quienes han apoyado este proyecto durante sus cinco años de existencia.
Pragmática electorera
Gustavo Petro, junto a una parte de los dirigentes del Polo más cercanos a él y una comisión de investigación creada por sí mismo, denuncian con claridad situaciones que a todas luces resultan inconvenientes y contrarias al ideario del Polo y de cualquier organización de izquierda que mínimamente se precie de luchar por un modelo de sociedad más justo.
Sin embargo, sus acusaciones hacia la Anapo y los nietos del dictador Rojas Pinilla –bastante razonables, a sabiendas de la dinámica que ha tenido la actual Administración Distrital– no dejan de preocupar por el propósito evidente que entrañan: impulsar su candidatura a la Alcaldía de Bogotá a costa de la disolución de una buena parte del PDA y posicionarse a sí mismo como único vocero válido de la colectividad, luego de haber negociado a puerta cerrada con Santos su inclusión en el pacto de ‘unidad nacional’. Es claro que no se pueden realizar actos loables ni justos si la motivación es mezquina y busca el beneficio personal.
El exsenador Petro, quien ha tenido un papel fundamental en la denuncia del paramilitarismo y la parapolítica, se ha enfrascado durante los últimos años en una lucha contra la izquierda al interior del Polo, mostrándose a sí mismo como caudillo del ‘centro’ y usando todos los mecanismos públicos para mostrarse a la extrema derecha que gobierna al país como un líder carismático, caudillista y funcional a una política de concertación con quienes mantienen el poder en sus manos. Todo esto no ha hecho sino agudizar la división en la colectividad e impedir el fortalecimiento del partido de izquierda en escenarios sociales diferentes al electoral.
Petro ha hecho saber que no acepta órdenes de nadie y que sólo las puede dar él mismo. Su pronunciamiento ante el Comité Ejecutivo del Polo, luego de las elecciones de mayo, exigiendo la presidencia del partido a costa de no permitir que nadie más pudiera ejercer la dirección, su permanente oposición a cualquier tipo de acuerdo interno y sus permanentes ataques hacia lo que él, Jaime Dussán y los hermanos Moreno han llamado la ‘izquierda radical’ sólo demuestran que el único partido en el que el exsenador se sentirá plenamente recogido es uno que construya él mismo, en el que no se le cuestione y del que se excluya todo proyecto que busque transformaciones sociales de fondo y no sólo reformas superficiales al status quo.
La sagrada familia
Por el lado de los nietos del último dictador militar de la historia colombiana la cosa no pinta muy distinta. Socios de Petro y Dussán en la empresa de aislar a la izquierda dentro del Polo, los hermanos Samuel e Iván Moreno Rojas se han constituido en auténticos barones electorales a nivel nacional, gracias a una muy bien aceitada maquinaria que se ha alimentado de la herencia política de su familia, la Anapo –de derecha desde sus orígenes–, de sus alianzas con los partidos tradicionales y de una reconocida, pero poco comentada, capacidad de abrir enormes cuotas burocráticas para repartir entre sus socios, en forma de puestos de trabajo en la Administración Distrital o de millonarios contratos.
Ya en la Alcaldía de Bucaramanga, Iván Moreno había demostrado sus habilidades en este sentido, empleando prácticas que, si bien legales, no hubieran servido para escribir códigos de ética ni de buen gobierno. La Anapo extrajo de allí un valioso caudal político que catapultó a los hermanos Moreno en sus aspiraciones y que trasteó con cierto éxito a Bogotá, luego de que Samuel asumiera como alcalde mayor en 2008: según se comentaba por los pasillos del Palacio Liévano, la colectividad fundada por ‘La Capitana’ María Eugenia Rojas habría recibido al menos cuatro mil plazas laborales, salidas de la creación de nuevos puestos y la remoción de antiguos contratistas, técnicos y empleados de todas las entidades del Distrito. Así, como es sabido al interior del Polo, una enorme clientela política se formó en torno a la figura del actual alcalde y sus alianzas con Dussán, Peñalosa y hasta el propio uribismo para garantizar al burgomaestre poder ‘gobernar con sus amigos’.
Samuel se había presentado ante el Polo como un alcalde de partido, quien, a diferencia de Lucho Garzón, asumiría el direccionamiento político de su administración de la mano de los órganos de dirección de la colectividad y cumpliría con el ideario de unidad del PDA. Ésta fue la promesa que hizo a los polistas para obtener su apoyo en las elecciones de julio de 2007 y que le aseguró el triunfo. Pocas semanas después, su verdadera intención iba quedando clara al demostrar que su alcaldía iba a dar prioridad a los acuerdos políticos con los partidos tradicionales, con sus áulicos y con los herederos del neoliberalismo de Peñalosa y Mockus en el Distrito.
El empeño del alcalde Moreno en ciertas áreas claves, como la movilidad y las obras públicas se ve empañado por el burocratismo y la comisionitis en la contratación que sus propios aliados agudizaron al extremo en el Distrito Capital. Al sabotaje permanente del uribismo, que ya impidió definitivamente que se iniciaran las obras del metro –proyecto estrella de Samuel– durante la actual alcaldía, se sumaron los favoritismos en la asignación de contratos, las coimas, la falta de garantías de cumplimiento y la aparición de ese ‘cartel de contratistas’ tan sonado por el caso de los Nule, pero tan silenciado cuando se toca a grandes empresarios del grupo más cercano a Uribe, como William Vélez.
Los Nule y otros de los implicados en el escándalo no habían llegado a contratar en Bogotá de la mano de los hermanos Moreno. De hecho, en el caso de especulación que ya tiene cerradas o intervenidas por la Supersociedades buena parte de las empresas del grupo costeño, se sabe que estos arriesgados negociantes habían realizado negocios sin capital para respaldar grandes proyectos con las alcaldías de Peñalosa y Garzón, con quien firmaron los contratos de la polémica obra de la Avenida El Dorado, o Calle 26.
Nadie se acuerda de esto, ni de las obras que sí ha entregado Samuel. Decenas de colegios dotados con infraestructura de primera y una red hospitalaria que, por primera vez, puede ofrecer una atención adecuada para la mayoría de habitantes de la ciudad, que no tiene recursos para pagar un servicio privado, así como propuestas de fortalecimiento de la educación y salud públicas aparecen entre sus logros, ocultos por las telas verdes, los escombros regados por las calles y los monumentales trancones que inundan la capital por todas partes.
Caso aparte lo constituye Iván Moreno. Siguen pendientes de investigar las decenas de denuncias por compra de votos para el senador que se habrían realizado en varias ciudades y otras por promesas de cuotas burocráticas y gabelas económicas que miembros de la Anapo habrían ofrecido para sumar la enorme votación del congresista en las elecciones parlamentarias. Además, según las acusaciones de Petro y las declaraciones a los medios de Miguel Nule y el contratista Alejandro Botero, su responsabilidad directa en el ‘carrusel de la contratación’, así como la del contralor distrital, Miguel Morales Russi, y la exdirectora del IDU, Liliana Pardo, es un asunto más que probable. ¿Qué dirá ‘La Capitana’ de los negocios de su hijo mayor?
La hora de los dolorosos
Mientras el pragmatismo político de algunos sectores importantes de la izquierda ha ido en la dirección de defender, a capa y espada, a los hermanos Moreno como posibles aliados políticos para las próximas elecciones regionales y otros sectores se ponen del lado de Petro, por componendas internas o cercanía con el carismático excandidato, una buena parte de la base militante del PDA cuestiona el rumbo exclusivamente electoral que se le ha dado a este partido político y se acerca cada vez más a una óptica que privilegia el fortalecimiento del movimiento social para construir poder de forma alternativa.
Es momento de definiciones. Tal vez sea la ocasión para la depuración de ‘la derecha dentro de la izquierda’ o de que se nombre una comisión de ética ad hoc, libre la influencia de los implicados, para verificar las responsabilidades y proceder según los estatutos del partido. Sin embargo, es posible que el momento sea más propicio para hacer un alto en el camino, analizar qué rumbo va a tomar el Polo y, como lo señaló el representante Iván Cepeda, sea hora de que se convoque el congreso nacional del partido.
Tal vez perder la Alcaldía de Bogotá, algo que parece inevitable ya, puede terminar beneficiando políticamente al Polo si de este proceso se termina diferenciando de los partidos tradicionales, construye una propuesta de país de avanzada y se pone claramente a hacer su trabajo como única fuerza de oposición, como organización con visión de país que recoge los sueños de millones que esperan ver realizada esa otra Colombia posible.
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