Mayo 14 de 2018
Tres candidatos lideran la intención de voto de los colombianos en la recta final hacia las elecciones presidenciales del próximo 27 de mayo. En medio de un enrarecido ambiente político reina la incertidumbre, pero también salta a la vista un duro pulso entre las tradicionales clientelas políticas y el voto de opinión.
Por ahora, todos los pronósticos no dejan sino una cosa en claro: ninguno de los candidatos más opcionados, es decir, Gustavo Petro, Germán Vargas Lleras e Iván Duque, tendría el triunfo asegurado en la primera vuelta presidencial. En otras palabras, lo más seguro es que habrá segunda vuelta en junio y que en la misma veremos enfrentados a dos de ellos.
Esta contienda resulta única cuando los cambios generacionales y tecnológicos que ha experimentado el electorado hacen que sea más difícil para los agoreros de siempre predecir los posibles resultados. Resulta muy evidente la distancia entre unos más que imprecisos estudios que muestran el comportamiento del voto de opinión y aquello que pueda salir de las urnas, toda vez que el ejercicio de sufragar sigue estando marcado por las tradiciones de corrupción y favores políticos que alimentan a las clientelas de siempre: los colombianos siguen votando disciplinadamente por quien compre su voto con dinero, alimentos, materiales de construcción, obras, empleos, becas, etc.
Y es que, aunque algunos se sientan amenazados por lo que califican como un ambiente de polarización, lo cierto es que todas las acusaciones y mentiras que circulan en las redes sociales y los medios de comunicación, así como el número sin precedentes de debates televisivos que se han transmitido en las últimas semanas, han motivado a los colombianos a hablar sobre las propuestas de los candidatos, sea o no que lo hagan a partir de premisas ciertas, generando una fuerte politización de la vida cotidiana entre ciertos sectores que, independientemente de sus preferencias, se están encaminando por la vía del voto de opinión más que por seguir apoyando a quien más supuestos beneficios les ofrezca. Esto, sin duda, es positivo para la ampliación de la democracia, pero también representa un riesgo de cara a una población que, al no tener como costumbre verificar cualquier información que recibe antes de darle credibilidad, se encuentra expuesta a una gran volubilidad emocional y a la manipulación de los expertos en propaganda, como se demostró en octubre de 2016 con los resultados del plebiscito por la paz.
‘En cuerpo ajeno’
Sin duda, Iván Duque es quien más se ha beneficiado de estos aires viciados por las tretas propagandísticas. El candidato del Centro Democrático cuenta con un amplísimo voto de opinión de una extrema derecha con gran arraigo entre ciertos sectores populares que han sido históricamente seducidos por el fascismo criollo. Además de esto, ha logrado convencer al cristianismo fundamentalista y a políticos de otros partidos tradicionales para apoyar su supuesta cruzada contra el llamado ‘castrochavismo’ y en defensa de la propiedad privada, ante el fantasma de un posible ascenso de la izquierda representada por Petro.
Duque cuenta con el apoyo de una de las maquinarias más poderosas, la del partido del expresidente y senador Álvaro Uribe, quien no muestra ningún signo de vergüenza al mostrarse como quien ejercería el poder tras la figura del joven político con canas recién adquiridas. Con aproximadamente 2,5 millones de votos por dicha colectividad en las pasadas elecciones legislativas, el candidato demostró su fuerza al obtener 1,5 millones adicionales en la consulta interpartidista que lo enfrentó a los conservadores Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez Maldonado, y sus alianzas le permitirían obtener cuando menos medio millón de votos conservadores, otro millón de algunas iglesias cristianas, gracias a la adhesión de Viviane Morales, el grupo Colombia Justa Libres y el Movimiento Independiente de Renovación Absoluta (MIRA), y otros 300.000 de sectores con conocidos vínculos con el paramilitarismo, como Opción Ciudadana.
En otras palabras, Duque tendía asegurados unos 4,3 millones de votos de las maquinarias que lo apoyan y habría salido a la caza del sector de la ciudadanía más sensible al eficiente aparato de propaganda que se encuentra al servicio de su campaña, la más ampliamente financiada del actual certamen democrático con $13.054 millones. Sin embargo, a pesar del exagerado gasto en publicidad y en dádivas para sus partidarios, no ha logrado movilizar multitudes a unos mitines políticos que han brillado por la ausencia de gente en la plaza pública hasta en varios de los más rancios enclaves uribistas, como Antioquia y el Eje Cafetero.
El amo de la clientela
Si hablamos de maquinarias, Germán Vargas Lleras es, sin duda, el competidor con mayor peso. A pesar de que su campaña empezó oficialmente a inicios de abril, siendo el último en lanzarse al agua, se trata de un candidato privilegiado que, como ministro y luego vicepresidente de Santos, se la pasó casi ocho años promoviendo su aspiración desde las comodidades del poder. Para cumplir su propósito de ser presidente, como su abuelo, se sirvió de las casas del programa de vivienda gratis para víctimas y colombianos pobres, de la repartida de ‘mermelada’ de las obras de infraestructura, y de sus conocidos negociados con las grandes constructoras y el sector financiero.
Las constantes correrías de Vargas Lleras por el país le han permitido consolidar poderosas alianzas con los barones políticos locales, obteniendo un caudal electoral que le permitió a su partido, Cambio Radical, controlar los principales bastiones de la politiquería regional en las elecciones de 2015 y, con 2,1 millones de votos, duplicar su presencia en el Congreso el pasado 11 de marzo. Así, el autoritario candidato se ha asegurado de que sus apoyos no dependan de los vaivenes de la opinión, lo que hace que, naturalmente, aquellos no estén reflejados en unas encuestas que hasta la fecha le han sido desfavorables.
El candidato de los coscorrones y las tangas, en una hábil jugada, selló una alianza con Juan Carlos Pinzón, el ultraconsevador exministro de Defensa, para convertirlo en su fórmula vicepresidencial, con lo que tendría asegurados hoy al menos 1,8 millones de votos de la U y unos 750.000 de los conservadores, además de los que le arrojen sus poderosas componendas con el clientelismo regional.
Es decir, actualmente Vargas contaría con casi 4,7 millones de votos para la primera vuelta presidencial y todo intento por mostrarse como un candidato exento de apasionamientos extremistas, así como sus jugadas sucias de campaña -incluido el uso del cuerpo de la mujer como instrumento publicitario-, solo buscaría ampliar su ventaja con electores de opinión para impulsarse a la segunda vuelta.
Juntando pueblo
Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, es el único candidato claramente de izquierda en esta contienda y ha ganado un excepcional apoyo en todo el país. Esto, gracias a unas propuestas que han sido fácilmente asimiladas por un amplio sector de la población que se encuentra cansado por cómo le han gobernado toda la vida y por cuánto le han perjudicado las medidas neoliberales aplicadas desde hace tres décadas en Colombia.
A pesar de no gozar de los favores de las clientelas políticas y de la impresionante campaña de desprestigio que ha tenido que soportar, la candidatura de Petro ha logrado captar la atención de un gran número de electores, especialmente jóvenes urbanos, con un mensaje de ruptura con la política tradicional que lo ha posicionado, sin duda, como el gran campeón en lo que se refiere a votos de opinión.
Con un programa enmarcado en una especie de capitalismo proteccionista más que en alguna apuesta revolucionaria, una promesa de defender los acuerdos de paz y un discurso que acerca sus propuestas a la cotidianidad de la gente, Petro se ha convertido en el gran convocante a unas plazas públicas que se han llenado a su paso. Todo esto, a pesar del riesgo que corre: ya son varios los ataques violentos en su contra, como el que sufrió en Cúcuta, y recientemente se conoció un plan para atentar contra su vida.
En la consulta del 11 de marzo, Petro enfrentó a Carlos Caicedo, exrector de la Universidad del Magdalena, y obtuvo 2’853.731 votos. Sin embargo, las listas al Senado de su coalición, Decentes, solo sumaron 523.286, lo cual lo convierte en un importante elector de opinión sin un aparato partidario fuerte que le respalde y esto lo deja expuesto a la deriva de los acontecimientos.
A pesar de esto, los apoyos que recibiría del movimiento indígena, las organizaciones afrocolombianas y sectores del Polo Democrático Alternativo, el Partido Verde y el Partido Liberal, le sumarían al líder de izquierda al menos 700.000 votos, lo cual, aunque mucho menor que lo que acumulan sus rivales a punta de maquinarias, se sumaría a su acumulado en la consulta y lo dejaría con un aproximado de cuando menos 4,1 millones para la primera vuelta, por lo cual el trabajo de quienes lo respaldan se ha volcado a buscar el refuerzo de un variopinto de organizaciones sociales y políticas de izquierda y a convertir en apoyos en las urnas esas contundentes movilizaciones ciudadanas y esa población descontenta con el actual modelo económico y político con el fin de pasar a la segunda vuelta.
Remando a contracorriente
Para los demás candidatos* la cosa no está siendo nada fácil, toda vez que no les ha sido posible reunir mayores apoyos en un campo de juego en que todo pareciera estar repartido entre los tres favoritos.
Esto se observa con claridad en el caso de Sergio Fajardo, candidato de la Coalición Colombia. A los más de 400.000 votos que obtuvo en Antioquia su movimiento Compromiso Ciudadano en las elecciones locales de 2015 se sumarían cerca de 1,2 millones que le aportarían quienes le acompañan en el Polo y el Partido Verde. Sin embargo, pese a la popularidad mediática del matemático, que tradicionalmente ha contado con el visto bueno de la élite empresarial de su departamento, los apoyos de la Coalición Colombia no podrían crecer mucho más allá ante la falta de aliados, por lo que afronta un reto enorme de conseguir un altísimo número de votos de opinión para superar los 1,6 millones de votos que hasta ahora tiene asegurados y tener alguna posibilidad de pasar a la segunda vuelta.
Por su parte, Humberto de La Calle no logró que despegara su candidatura, concentrada en la promesa de hacer respetar unos acuerdos de paz que él mismo ayudó a redactar. El candidato liberal no pudo unir a su partido para la campaña, en medio de unas evidentes tensiones internas, ni recibió el esperado apoyo de parte del presidente Santos, quien discretamente ha movido sus fichas a favor de Vargas Lleras. Hasta el momento, solo tendría asegurados aproximadamente 1,7 millones de votos que suman los liberales y la Alianza Social Independiente, por lo que también afronta una tarea titánica para atraer electores de opinión.
Además, resulta muy preocupante que en esta contienda presidencial tres personas de orillas ideológicas marcadamente diferentes hayan declinado sus respectivas aspiraciones a la presidencia. A pesar de que Rodrigo Londoño ‘Timochenko’, candidato de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), tuviera que renunciar debido a graves problemas de salud, es de destacar que la declaración de su organización al respecto coincida con las liberales Piedad Córdoba, quien participaba por su movimiento Poder Ciudadano, y Viviane Morales, quien lo hacía por el Partido Somos Región Colombia -antes Alas Equipo Colombia-, en señalar que la razón de fondo para no continuar en la puja por la presidencia es una falta de garantías que ha sido evidente tanto en el trato despectivo que esas candidaturas recibieron de parte de los grandes medios de comunicación como en los ataques directos a ellos o a integrantes de sus movimientos que se han presentado en este periodo, así como en las actitudes machistas con las que claramente se discriminó a las dos candidatas en un país que parece no querer ver a las mujeres en los papeles protagónicos de la política.
En pos del voto perdido
Así las cosas, estas elecciones definirán un nuevo escenario en la democracia colombiana ante la inusitada importancia que ha adquirido el voto de opinión. Quien quiera gobernar no debe menospreciar los cambios que ha sufrido en los últimos años un electorado que, en esta ocasión, se muestra mucho más preocupado por lo que proponen los candidatos que por que le resuelvan el eterno ‘¿cómo voy yo ahí?’ que ha alimentado desde siempre a las clientelas.
Sin embargo, esto no representa el final de las maquinarias políticas y es previsible que unas élites que tradicionalmente se han beneficiado de aquellas refuercen sus maniobras para garantizar la ventaja a los candidatos que mejor representan sus intereses. Ante el fenómeno Petro, que ha prendido las alarmas entre los dueños del país, no cabe duda de que en esta recta final cobrarán gran protagonismo todos los mecanismos imaginables de corrupción al elector para ampliar la base clientelar de votantes con la que cuenta la derecha, mientras se multiplican todos lo mecanismos de campaña sucia y propaganda para quitarle terreno en opinión a su rival.
Por su parte, la izquierda colombiana que ha apostado por Petro ya ha alcanzado una contundente victoria: el pueblo se ha puesto a hablar sobre sus problemas y anhelos, a pensar en el rumbo del país más allá de lo que ocurra el 27 de mayo y a imaginar que las cosas se pueden hacer de otra manera, que Colombia puede tomar otro rumbo. Si se logra el paso del candidato de la Colombia Humana a la segunda vuelta, el triunfo será mucho mayor y de un gran valor para la historia, aunque esto dependa también del trabajo que sus partidarios realicen para acercar a más gente y ampliar ese ya considerable acumulado de votos de opinión.
¿Será este el momento de un giro hacia la ampliación de la democracia a través del voto a conciencia? Ya veremos qué nos dicen los resultados en las urnas.
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Nota: No ha sido posible encontrar información en los registros del Consejo Nacional Electoral ni en Internet sobre la candidatura del pastor cristiano Jorge Antonio Trujillo, del movimiento Todos Somos Colombia.
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