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Foto: Ivonne Cardozo

Por: Ivonne Cardozo – 24 de enero de 2010

En Gamarra cada anochecer es de incertidumbre, el río Magdalena, una de las principales fuentes de la economía colombiana, es protagonista de la tragedia gamarrense: el río derribó el muro de contención que protegía al municipio, y hoy el afluente tiene con el agua hasta el cuello a miles de familias. De la noche a la mañana, niños, mujeres y hombres perdieron sus pertenencias y hoy no saben cómo las recuperarán, se encuentran bajo las aguas de la Magdalena y están a merced de su poder natural.

El desolado municipio de Gamarra está cubierto un 80 % por el agua, se ha visto obligado a cambiar su estilo de vida, y al igual que cientos de pueblos y municipios colombianos, pasaron de vivir sobre la tierra a sobrevivir de forma anfibia. Recorrer hoy las calles de este importante municipio se hace sobre lanchas, canoas y chalupas, situación que paradójicamente beneficia la economía local de los pobladores, quienes para ganarse algún dinero invitan a los turistas a conocer la tragedia, exhibiéndola como uno de los atractivos de la zona.

La tragedia, más allá de la fuerza del Magdalena

El rompimiento del muro de contención, ubicado en el Malecón del puerto fluvial de Gamarra, no fue causado solamente por la naturaleza, es en sí reflejo de la ineficacia de las instituciones encargadas de controlar el impacto de las olas invernales y de las inundaciones en las comunidades ribereñas. Hasta el 14 de diciembre del año pasado, las inundaciones afectaron en Bolívar, el Atlántico y el Cesar entre 5.694 y 51.109 personas, según el informe presentado por la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas en Colombia.

La región Caribe, y en especial departamentos como Bolívar y Cesar, no logran recuperarse de los desbordamientos del caudaloso río Magdalena, debido a la falta de planeación y control sobre estos territorios por parte del Estado colombiano, que como poder regulador de la nación, frente a este tipo de repetidas problemáticas, se ha dedicado exclusivamente a realizar campañas humanitarias, usadas para paliar con escasos dineros y por corto tiempo a los perjudicados, siempre los más pobres.

El agua, indispensable para la vida humana, por falta de planeación y la desigual distribución de tierras en Colombia, ha ocasionado que miles de personas cambien sus viviendas por albergues, y que la palabra damnificados se escuche en el diario vivir, como lo demuestran algunas estadísticas de la Coordinación de Asuntos Humanitarios elaboradas desde el 2008, donde las inundaciones son el factor que más aflige a la población colombiana.( http://colombiassh.org/site/spip.php?article346)

Las comunidades como Gamarra, congregadas al lado de arroyos, quebradas y ríos, cada temporada invernal la viven con la zozobra de amanecer en medio del agua, y reviven experiencias pasadas: sus actividades económicas como el comercio y la ganadería se estancan; las pérdidas económicas se multiplican y las vías quedan paralizadas.

Durante los inviernos, el entorno de cientos de poblaciones colombianas se inunda, el agua, líquido que para los antepasados era sagrado cada año es una pesadilla, y en el caso de Gamarra, ni la Corporación Autónoma Regional del Río Grande del Magdalena (Cormagdalena), encargada de vigilar y ejecutar el programa de obras para el control de inundaciones y protección de orillas podrá solucionar.

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