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Las obras de mitigación del desastre invernal serán una fuente de riqueza para empresas constructoras y contratistas - Foto: Santiago La Rotta

Por: Carlos Jaime Fajardo – mayo 17 de 2011

A raíz de las víctimas que deja el invierno, se incluyó en el Plan Nacional de Desarrollo la ‘locomotora’ de “Gestión ambiental y de riesgos de desastres”, en el marco de lo que el gobierno denomina “prosperidad para todos”. Bajo dicha política, los gremios económicos y los altos funcionarios tomaron la tragedia invernal como una oportunidad para la inversión de capitales, por ejemplo: el ministro de Transporte, Germán Cardona, afirmó en enero que “ésta es la oportunidad para dotar a Colombia de la infraestructura adecuada”; mientras el presidente del Grupo Grodco y miembro del conglomerado Odinsa, Gustavo Rodríguez, aseguró que “la ola invernal se convirtió en una oportunidad que tanto el Gobierno como el sector de la ingeniería deberán aprovechar”.

Por ende, no debe extrañarnos que después de cinco meses de la tragedia de los habitantes de Gramalote (Norte de Santander) ésta no haya sido resuelta, a pesar de los anuncios de la agencia Colombia Humanitaria sobre la atención que el gobierno de Santos prestaría a las víctimas del invierno. Sin duda, éste no es el único caso donde las promesas gubernamentales no han sido cumplidas.

Lo anterior se explica por la concepción del gobierno de no realizar gasto social sino inversión en lo social, es decir, porque busca encontrar en las tragedias unas posibilidades para negociar y para que el capital privado entre a jugar un papel importante. Por ello, sólo se resolverán los casos de los damnificados que encajen en macroproyectos, como la propuesta para conformar nuevos poblados en las zonas donde existen planes económicos de gran importancia, por donde pasen las nuevas líneas ferroviarias o donde se tenga planeada la conformación de grandes explotaciones a las orillas de los grandes ríos. Tal vez, invertir en Gramalote no sea oportunidad de negocio.

Donde resolver la tragedia sea rentable se hará. Donde no lo sea, los damnificados tendrán que esperar las promesas de los candidatos de las próximas elecciones, quienes también se aprovecharán de ellos para sus campañas. Entonces, ¿prosperidad para quién?

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