Por: Martín Almada – septiembre 4 de 2020
En 1975 se produjo un pacto criminal entre los países dictatoriales del Cono Sur de América Latina para el intercambio de información de inteligencia. Formaron una asociación ilícita para delinquir: una vez que el servicio de inteligencia ubicaba al subversivo, el siguiente paso era su detención y traslado a otro país, lo que implicaba tortura y ejecución. Todo ello, supuestamente, para salvar la civilización occidental y cristiana de las garras del comunismo.
La Operación Cóndor planificó y ejecutó la desaparición física de lo mejor del pensamiento de nuestra región. Significó una autentica ‘bomba atómica’ lanzada sobre la población civil de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Su ideólogo era Henry Kissinger, entonces secretario de Estado estadounidense y hoy, por cierto, Premio Nobel de la Paz.
A los efectos de ‘disciplinar’ a los opositores, fueron eliminados con gran crueldad los líderes sindicales, dirigentes de la teología de la liberación, estudiantes, profesores, periodistas de investigación, artistas, escritores, médicos, abogados, sacerdotes y obispos, defensores de derechos humanos, intelectuales y militares constitucionalistas, es decir, la clase pensante de cada país.
La democracia cayó hoy en manos de las corporaciones nacionales e internacionales que hacen retrotraer a las repúblicas latinoamericanas a su modelo de cien años atrás. Se privatiza la naturaleza y se socializa la pobreza.
Hace 26 años que se produjo el giro insolente de la historia al descubrir en Asunción (Paraguay) las víctimas de Stroessner el ‘Nido del Cóndor’, los archivos que demuestran esta operación. Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día siguen llevando sobre sus espaldas el peso de tanta injusticia para evitar la pandemia de Alzheimer colectivo, el virus del olvido.
El coste en Derechos Humanos fue inmenso y aun hoy la herida sigue abierta y sangrando.
El descubrimiento del ‘Nido del Cóndor’ en Paraguay fue fruto de más de 15 años de investigación en Panamá y París, luego de que sufrí detención, tortura y la muerte por tortura de mi esposa, la educadora Celestina Pérez, así como la confiscación de nuestros bienes y un largo exilio.
Tengo la plena convicción que los responsables del criminal Plan Cóndor de los otros países del Cono Sur nunca destruyeron sus archivos secretos porque consideraron que simbolizaban el triunfo de una guerra ganada al comunismo apátrida con ‘abnegación y valor’. Se trata simplemente de un trofeo de guerra.
El archivo del terror de Paraguay fue declarado como memoria del mundo en 2009 por la UNESCO. En Buenos Aires, el 16 de agosto de 2018, la Justicia argentina definió al Plan Cóndor como “asociación criminal para delinquir”, gracias a los aportes documentales, entre otros, de nuestro archivo.
El 22 de diciembre de 1992, a las 11:00 am, con el descubrimiento del Archivo del Terror del Plan Cóndor se derribó en Asunción el muro del silencio, lo que dio lugar a una viva explosión de la memoria.
* Víctima del Plan Cóndor y descubridor de sus archivos secretos.
Publicado originalmente por ALAI.
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