Un reportaje sobre la destrucción ambiental y social causada por los poderosos ingenios de caña ocasionó la censura contra el profesor Abel Gómez - Foto: Andrés Garzón

Un reportaje sobre la destrucción ambiental y social causada por los poderosos ingenios de caña ocasionó la censura contra el profesor Abel Gómez - Foto: Andrés Garzón

Por: Carlos Victoria – marzo 4 de 2012

Creíamos que la educación confesional era asunto del pasado. Creíamos que en pleno siglo XXI no se censuraba el pensamiento en las universidades. Creíamos que las universidades bajo la tutela de la Iglesia Católica respetaban el derecho a la libre expresión. Creíamos que la Santa Inquisición sólo era un asunto de archivos históricos. Creíamos tantas cosas, menos que en la Universidad Católica Popular de Risaralda un profesor y un grupo de estudiantes fuese llevado a la hoguera de la retractación.

Así fue, si nos atenemos a lo ocurrido al profesor Abel Gómez, quien prefirió renunciar a sus catedras de periodismo en ese centro de estudios a tener que retractarse luego de que dirigiera un brillante trabajo de investigación periodística a un grupo de estudiantes sobre la acción contaminadora del Ingenio Risaralda en las aguas del río Cauca, trabajo que fue publicado en la revista “Expresión” y que desató la santa ira de la industria azucarera y la genuflexión de las directivas universitarias.

El contenido de la investigación “El rostro oculto de un emporio azucarero” es firmado por Esteban Mejía Díaz. A través del texto se puede constatar que el susodicho ingenio, ahora además dedicado a la producción de etanol, es uno de los principales factores de desestabilización ambiental de la cuenca del río Cauca y de la misma pauperización de amplios conglomerados humanos tras el deterioro de la calidad del aire, por las quemas de cañaduzales; del agua, por la contaminación; y de la vida laboral, por el desempleo y la tercerización.

No obstante la calidad, seriedad y consistencia argumentativa del artículo periodístico, el cual incluso contrasta diversas fuentes, la reacción de las directivas de la UCPR no fue la de respaldar el trabajo académico del docente y sus estudiantes sino, por el contrario, presionar para que se retractaran de las afirmaciones contenidas en la investigación. Y la cosa que no quedó ahí. Según pude saber, de ahora en adelante cualquier artículo de la revista “Expresión” deberá pasar por el filtro de las directivas.

Diversas investigaciones académicas e independientes inducen a creer que los ingenios azucareros serían los causantes de las perturbaciones sociales y ambientales en el Valle del Cauca. Las emisiones de CO2, sólo por citar un ejemplo, se convierten en factores de riesgo que producen enfermedades en las vías respiratorias de niños y ancianos, como sucede en La Virginia y otros pueblos de la cuenca media. Hoy por hoy, cursan demandas ante las cortes por la presunta concurrencia de estas empresas en las inundaciones que han afectado a miles de ribereños. Sin embargo, sus tentáculos son muy poderosos: por décadas han patrocinado a “El Minuto de Dios”, único espacio de la televisión colombiana exento de cualquier licitación.

Este hecho, sumado a otros tantos en la región, deja entrever el poder de cooptación y control que sobre la educación superior tienen las élites empresariales, los conglomerados económicos y otros sectores de la sociedad que, de esta manera, contribuyen a obstruir la libertad de expresión, la investigación cuestionadora y la crítica, tareas que le corresponden –entre otras cosas– a la universidad moderna, a la universidad como foro de la controversia y faro de la sociedad que, hoy por hoy, quieren apagar para que las sombras nos gobiernen.

El episodio no puede pasar desapercibido porque a nivel doméstico da cuenta de las tensiones y tendencias entre una educación a merced del capital cognitivo, envuelto en las redes de la ‘movilización social’ –hacia el mercado–, y una educación para la democracia. Insólito pero cierto que la libertad de cátedra y la autonomía universitaria sea usurpada por el grupo Ardila Lülle, peor aún que las directivas de esta universidad faciliten el atropello.

Mi solidaridad y admiración por el profesor Abelardo y el puñado de estudiantes que batallan por la libertad de cátedra y pensamiento en Risaralda.

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(*) Profesor de la Universidad Tecnológica de Pereira, editor del blog Agenda Ciudadana.

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