Eduardo Márquez G. – diciembre 2 de 2021
Para destacar la experiencia adquirida, un refrán popular señala que ‘a un perro no lo capan dos veces’, pero en la vida política del candidato Gustavo Petro no parece aplicarse: luego de que en 2008, en un imperdonable desliz de voracidad burocrático, el entonces senador votó para el cargo de Procurador por el ultrafascista Alejandro Ordoñez, todo parece indicar que hoy está dispuesto a hacer una alianza con el bandido liberal y uribista Luis Pérez.
Recuerdo sus discursos desde el balcón de la alcaldía en la Plaza de Bolívar en Bogotá, a donde acudimos solidarios los demócratas indignados con la persecución ejecutada por el corrupto quemalibros que meses después sería destituido justamente por cambiar votos de congresistas por cargos, como hiciera con Petro al nombrar a Diego Bravo procurador delegado ante el Consejo de Estado. En uno de esos discursos aseguró: “Cuando voté por Ordoñez como Procurador me equivoqué. Debo reconocerlo. Pero ese error ¡no lo volveré a cometer jamás!”.
Inmediatamente, la masa que colmaba el improvisado cabildo aplaudió al unísono y todos perdonamos a Petro porque considerábamos que había pagado un precio muy alto por su error: le costó temporalmente no solamente el cargo de alcalde mayor sino su propio patrimonio personal en medio de una persecución coordinada de ‘ías’ y los medios de comunicación que hicieron gala de un sectarismo sólo visto durante las guerras entre liberales y conservadores.
Pero Petro parece tener un costalado de testículos, dado que estaría dispuesto a perderlos de nuevo en escenarios politiqueros. Ante los reclamos de partidarios y seguidores sobre la propuesta de Luis Pérez a Gaviria, el corrupto, de participar en la consulta interna del Pacto Histórico, el candidato respondió en un hilo de Twitter: “El Pacto Histórico es entre diferentes, si no, no es Pacto”, aclarando que su propuesta es “una gran convergencia del liberalismo con el progresismo”. Dicho en otras palabras, ‘en contravía a la mayoría de mi partido realizaré una alianza con la corrupta clase política enraizada en el narcourbismo‘. ¡De no creer!
Esto me obliga a recordar los dos grandes defectos del candidato que pueden llegar a superar su inteligencia, valentía y gran preparación que, eventualmente, mandarán al traste la primera presidencia de izquierda en Colombia: Petro no se deja asesorar y suele rodearse muy mal.
En la alcaldía de Bogotá nombró a un fascista en la oficina de comunicaciones que se dedicó a enriquecerse con el erario público e hizo oídos sordos frente a las peticiones de las lideresas de la Colombia Humana que exigieron una sanción contra Holman Morris por las acusaciones en su contra por actos de acoso sexual, denunciados públicamente por su esposa y varias examigas. Todo lo contrario, permitió que se retirara del partido un número considerable de mujeres y se autopropinó una derrota política apoyando la candidatura de Morris a la alcaldía de la capital, que alcanzó apenas un 13.99% de la votación, solo por encima del nieto de Julio César Turbay, Miguel Uribe.
El caso es que pasan las horas y Petro no da señales de querer echar para atrás una decisión que lo puede llevar a quemar el pan en la puerta del horno.
Pero, ¿quién es Luis Pérez Gutiérrez, que llegaría al Pacto Histórico? Un típico politiquero tradicional paisa que estuvo en la mira de las autoridades gringas por complicidad con la Oficina de Envigado. Fue protagonista, como alcalde de Medellín, de la operación Orión, hecha en coordinación con Uribe, su ministra de Defensa, Marta Lucía Ramirez, y los paramilitares de ‘don Berna’, para asesinar por lo menos a 88 ciudadanos, desaparecer y desplazar a docenas de civiles inermes, hecho que hoy día reivindica como acto de ‘pacificación de la Comuna 13’. Vale la pena recordar que en los círculos políticos de Antioquia era conocido como ‘Luis XV’, no solo por el despilfarro con el que raspó las arcas de la alcaldía de Medellín sino por la obligada ‘comisioncita’ del 15% sobre los contratos.
Como gobernador repartió cargos con milimetría politiquera, entre otros al excongresista Luis Javier Castaño Ochoa, condenado en EE.UU. por narcotráfico, y nombrando en su gabinete a la esposa del mismo, Llanedt Rosa Martínez, y a varios uribistas, por lo que muchos dijeron en su momento que sería el candidato presidencial del autodenominado Centro Democrático, hecho que parecían confirmar sus reiteradas visitas al Ubérrimo y encuentros en Llanogrande, la casa de Uribe en Rionegro, y permanentes reuniones con líderes uribistas en su despacho.
Este es el caballo de Troya que ingenuamente Petro quiere meter dentro del Pacto Histórico, pensando en echarse al bolsillo una maquinaria electoral clientelista en un departamento donde no es muy popular, y que enterraría definitivamente su pretensión de llegar al Palacio de Nariño, como deben haber calculado el criminal Álvaro Uribe y Gaviria el corrupto.
Vale la pena destacar lo comentado por el senador Iván Cepeda: “En materia de convergencias y unidades, hoy más que nunca vale recordar al Pacto Histórico el precepto rector del maestro Carlos Gaviria: sin sectarismos, pero sin ambigüedades”.
Y lo dicho por Francia Márquez, quien recordó que politiqueros como Luis Pérez, “por acción u omisión, han propiciado momentos dolorosos, que se miden en pérdidas de vidas humanas”, advirtiendo que el país tiene heridas que requieren sanación, lo que no va a pasar “si cambiamos los valores sobre la vida por votos”.
En lo que a mí respecta, el día que Luis Pérez esparza sus posaderas junto a Petro retiro no solamente mi voto sino cualquier tipo de actividad que permita justificar tremendo acto de traición a la lucha por la justicia social, la renovación de la política y la paz de los colombianos. Aceptar que la llegada al poder justifica los medios es pisotear la tumba de quienes han caído convencidos de que ayudaban a construir una Colombia distinta.
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